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Santos con malos padres

LAURA MONTOYA;MAGDALENE OF CANOSSA;RUTILIO GRANDE
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Meg Hunter-Kilmer - publicado el 24/06/21
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Encontraron la santidad a pesar de sus difíciles infancias

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La obligación de honrar a tu padre y a tu madre puede ser complicada cuando tus padres están ausentes o son negligentes.

Si tienes una relación difícil con tus padres, quizás te sirva saber que una serie de santos tuvieron problemas similares con sentimientos de abandono, de falta de amor o de ser ignorados.

A través de su intercesión, ojalá encontremos curación y paz, incluso en relaciones en que la reconciliación no sea posible.

BLESSED MARGARET OF CASTELLO

Nació con cifosis (o con joroba). Eso, sumado a sus piernas de diferente longitud, su pequeña estatura y su ceguera ya era más que suficiente para dificultar bastante el acto de caminar a esta pequeña noble italiana, que usó una muleta durante toda su vida.

Sin embargo, su discapacidad no era una tragedia; la tragedia estaba en el rechazo de sus padres nobles hacia su hija, a quien consideraban imperfecta e indeseable.

Tras esconderla durante años, la encerraron en una celda construida en el lateral de una capilla. Finalmente, la abandonaron en una ciudad donde no conocía a nadie.

Margarita perdonó a sus desalmados padres. Perdonó a las monjas que la acogieron en su convento y luego la expulsaron cuando la amable santidad de Margarita puso de manifiesto la perezosa pecaminosidad de sus hermanas.

Se pasó el resto de su vida viviendo de la generosidad de muchos que entendían que, a través de su alegría y su sabiduría, Margarita les daba a cambio mucho más de lo que ellos le daban.

MAGDALENE OF CANOSSA

Era la mayor de cuatro hijos italianos nobles. Cuando tenía cinco años, su padre murió y, dos años después, su madre abandonó a los niños para volver a casarse.

Los dejó con su tío, que buscó una institutriz para criarlos.

La pequeña Magdalena estaba desolada y recurrió a la Virgen María en busca de consuelo.

“Lloraba… ante María”, dijo más tarde, “invocándola entre lágrimas y llamándola con el nombre de ‘¡mamá!’”.

Aunque Magdalena terminó por asumir el título de marquesa y actuó como anfitriona en un hogar tan distinguido que recibió al mismísimo Napoleón en varias ocasiones, ella anhelaba servir a los pobres y los abandonados.

Con el tiempo, dejó atrás su título y su riqueza para fundar a las Hermanas canossianas.

LAURA MONTOYA

Pasó su infancia en Colombia sintiéndose sola, abandonada y sin amor. Tras la muerte de su padre cuando tenía dos años, Laura fue enviada a vivir con su abuela, con la que nunca se llevó bien.

Aunque su madre aún vivía, Laura se sentía huérfana, más aún cuando su abuela la mandó a vivir en un orfanato dirigido por su tía.

Laura llegaría a encontrar una orden religiosa donde servir a los odiados indígenas que vivían en la selva colombiana, a pesar de la gran oposición de racistas en la Iglesia y de quienes pensaban que las mujeres no tenían lugar en las misiones de campo.

JAROGNIEW WOJCIECHOWSKI

Vivió con sus dos padres hasta cumplir los 11 años. Entonces, su padre alcohólico abandonó a la familia, dejando a su esposa como madre soltera.

Jarogniew hacía poco que había empezado a asistir al centro de jóvenes salesianos, donde los sacerdotes le ofrecieron amor y sabiduría paternales.

Poco después, Jarogniew tuvo que abandonar la escuela para trabajar en una farmacia y poder ayudar a mantener a su familia.

Cuando los nazis invadieron Polonia, el grupo de jóvenes salesianos se disolvió, pero muchos de los jóvenes continuaron reuniéndose en secreto, un acto de resistencia contra los nazis.

Jarogniew fue arrestado con cuatro amigos y pasó dos años en prisión antes de ser martirizado.

MARIA KLEMENTYNA NENGAPETA

Nació de unos padres no cristianos en lo que ahora es la República Democrática del Congo.

Era la cuarta de seis hijas; después de la última, el padre de Anuarite abandonó a su madre por otra mujer con la esperanza de tener un varón.

Anuarite perdonó a su padre, incluso cuando tenía que trabajar para ayudar a su madre a mantener a la familia.

Cuando sintió la llamada de la vida religiosa, Anuarite encontró la oposición de su madre Julienne, que insistía en que necesitaba que su hija permaneciera en casa, no porque la amara, sino porque necesitaba los ingresos que traía.

Anuarite terminó por colarse en un camión para salir de la localidad y entrar en la vida religiosa.

Murió luchando contra un potencial violador durante la Crisis del Congo.

RUTILIO GRANDE

Nació en la pobreza en El Salvador, el pequeño de seis hermanos. Sus padres se divorciaron cuando tenía cuatro y su padre se mudó a Honduras buscando trabajo.

Los relatos sobre el paradero de su madre varían, algunos dicen que murió y otros dicen que inició otra familia tras abandonar a sus seis hijos. En ausencia de sus padres, a Rutilio lo criaron un hermano mayor y una abuela.

Sus problemas posteriores con la enfermedad mental podrían haber sido causados o exacerbados por las experiencias de abandono en su infancia, pero no le impidieron entrar en la orden de los jesuitas.

La experiencia de Rutilio con la pobreza de niño hicieron de él un poderoso defensor de los pobres una vez fue ordenado sacerdote.

Era tan abierto y directo que el Gobierno opresor lo mandó matar. Su asesinato precipitó la conversión del corazón de san Óscar Romero (que por entonces ya era arzobispo) y condujo a su propio activismo y martirio final.

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