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¿Vacunas para todos? Principios católicos a favor del bien común

AMAZONIA

MICHAEL DANTAS / AFP

Jesus Colina - publicado el 10/06/21

¿Por qué el Papa Francisco y Conferencias Episcopales de todo el mundo están liderando la campaña de distribución de vacunas para los pobres?

Según la doctrina católica, la vacunación es una cuestión de conciencia. Si esto es así, ¿por qué el Papa Francisco y las conferencias episcopales de todo el mundo están poniendo un empeño tan grande en promover la equidad de las vacunas y su acceso universal?

Los principios de la Doctrina Social de la Iglesia ofrecen la respuesta. Estos principios, compartidos por muchas personas de buena voluntad, son:

●     la dignidad de la persona humana

●     el bien común,

●     la solidaridad,

●     la subsidiariedad,

●     y la opción preferente por las personas vulnerables.

Con estos principios de la Doctrina Social de la Iglesia en mente, la Asociación Católica de Salud de los Estados Unidos (CHA, por sus siglas en inglés) ofrece las siguientes directrices para abordar los obstáculos hacia una distribución justa y equitativa de las vacunas.

1Las vacunas deben tener demostrada su seguridad y probada su ética

La tradicional advertencia médica de “primum non nocere” (lo primero es no hacer daño) debería ser el faro. Un amplio apoyo público exige que se demuestre que las vacunas son seguras. Además, el peso de las pruebas debe compartirse entre todos y no solamente caer sobre algunos, como los que son pobres o viven en países en vías de desarrollo.


2Las vacunas deben tener una eficacia demostrada científicamente

Los gobiernos y los responsables internacionales en la toma de decisiones deben seguir la evidencia científica y no apresurarse en adoptar vacunas por conveniencia política o económica. Mantener el apoyo público y la confianza en la efectividad de las vacunas es fundamental para la respuesta contra la COVID-19 y otras crisis sanitarias públicas.

3El desarrollo de vacunas debe respetar la dignidad humana

El proceso de desarrollo de vacunas debe respetar la dignidad humana de todas las personas y proteger la santidad de la vida humana en todas las fases. Destruir deliberadamente vidas humanas inocentes para salvaguardar otras vidas es éticamente incorrecto.

4Las vacunas deben distribuirse equitativamente con prioridad para los perfiles de mayor riesgo


Una vez hay garantía de disponibilidad de vacunas seguras, la distribución debería priorizar a sectores de población identificados como con mayor riesgo de padecer consecuencias de salud negativas derivadas de la COVID-19. La población de riesgo puede variar de un lugar a otro.
En muchos ámbitos, sabemos que los ancianos y las minorías étnicas y raciales soportan las peores cargas. Las autoridades estatales y locales, junto con los profesionales de la salud y los líderes comunitarios, deben identificar estas poblaciones con mayor riesgo en sus jurisdicciones y deben actuar para protegerlas.
El bien común requiere el mantenimiento de los servicios esenciales para el bienestar de la comunidad. Por tanto, quizás sea necesaria la priorización de trabajadores sanitarios de primera línea y trabajadores de servicios esenciales para que nuestro sistema sanitario pueda seguir siendo capaz de ofrecer tratamientos en medio de esta pandemia. 

5Los esfuerzos para desarrollar y distribuir vacunas efectivas deberían enfatizar el principio de solidaridad

La pandemia global exige colaboración, tanto nacional como internacional, para lograr un propósito común. A través de la fortaleza y el apoyo a las organizaciones internacionales existentes y los marcos para la adquisición y distribución colectiva podemos ayudar a garantizar que todas las personas tengan acceso a la vacuna, al tiempo que se minimiza la competición global y nacional que hacen subir los precios de los suministros limitados.

6En consistencia con el principio de subsidiariedad, la distribución de vacunas efectivas debe implicar a las comunidades locales

Las entidades gubernamentales, sanitarias, organizaciones sin ánimo de lucro, y los líderes comunitarios y religiosos deben trabajar en asociación, todos desde el ámbito local, para construir confianza y asegurar una distribución equitativa de las vacunas. Estas asociaciones son fundamentales para atender las necesidades locales, concienciar sobre la vacunación y proteger a los individuos y las comunidades que a menudo son desatendidas u olvidadas.

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