Tener citas que terminan en relaciones que no avanzan luego de hacer grandes esfuerzos, puede generar agotamiento emocional y un nivel de frustración importante. La presión externa por otras personas que esperan que suceda o ver que otros siguen adelante con sus vidas, nos ubica ante un proyecto truncado que se transforma en una carga muy pesada.
Vamos ilusionados pensando que será el amor de nuestra vida pero luego nos chocamos con la cruda realidad de que no es y volvemos a ese lugar solitario sintiendo que hemos abierto el corazón, pero que ha sido en vano porque al final nadie se queda para permanecer en él. Eso cansa y puede ser tentador tirar la toalla, rendirse y cerrar el corazón.
¿Qué podemos hacer con ese “cansancio sentimental" presente cuando los sueños del corazón no se materializan sabiendo que uno tiene tanto para dar y el momento nunca llega? Estas son algunas acciones que pueden ayudar a tomar fuerzas y alimentar la esperanza para avanzar en la dirección correcta.
Si has pasado por varias desilusiones y relaciones fallidas después de haber entregado tu corazón una y otra vez, entregárselo todo a Dios es el camino seguro hacia el amor verdadero. Y si ya lo has entregado, persevera en esa entrega y se fiel a ella porque en las cosas del amor Dios es el gran maestro.
El amor vivido con Dios no es un enigma que requiere trabajo descifrar y recibir por partes. Es un amor total que se revela con claridad y que aunque conlleva una pizca de misterio del que posiblemente no seremos nunca capaces de explicar por su grandeza, no es rebuscado. Es simple y al mismo tiempo extraordinario. No desistas en aspirar a ese tipo de amor.
Cuando le damos lugar a Dios no vamos nosotros por un lado y El por otro. Vamos trazando el camino juntos. Dios quiere llevarnos a cumplir esos sueños presentes en nuestro corazón que conoce con lujo de detalles mejor que nadie. No se trata de preguntarse “¿qué se supone que quieres que haga?” sino “¿qué deberíamos hacer juntos?”
Porque...”¿Qué diremos después de todo esto? Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?” (Romanos 8, 31-32)
El amor es más que un sentimiento. Es una habilidad. Esto significa que se requiere de un entrenamiento y una puesta en práctica. El amor tampoco es algo acabado. Siempre podemos mejorar y tendremos que aprenderlo durante toda la vida no solo para ser buenos dándolo a los demás, sino también para corresponder mejor al que es recibido.
Si el sentimiento por el que te sientes hundido no es pasajero, sino que has caído en un pozo sentimental sin fondo, recuerda que el amor no se trata de ti o como te sientes. El amor significa elegir el bien de otro y eso es algo que se puede hacer ahora y merece la pena poner el foco en ello. De hecho, es ideal empezar antes de conocer a la persona amada.
Si reducimos el amor a lo que sentimos nos quedamos solamente con la parte de las emociones y las pasiones que son muy volubles. Para un amor duradero se necesita más que eso, ya que incluso cuando hayas encontrado a la persona indicada reconocerás que los sentimientos no siempre estarán.
Deja de lado las emociones pasajeras y comienza a perfeccionar tu capacidad de amar. Piensa ahora mismo en todo el bien que puedes hacer para esa persona y construye sobre las cosas importantes a largo plazo que serán la base fundacional sobre la cual compartir tu vida con ella como la familia, la intimidad y la fe.
Es un desafío aceptar la soledad cuando sabemos que tenemos tanto para compartir con otros. Fuimos creados para vivir en comunión y estamos hechos para las relaciones. Además, aunque vivimos en un mundo roto y todos en algún punto experimentamos la soledad, siempre es doloroso aceptarla. El mismo Jesús se sintió solo en Getsemaní.
¿Qué hacemos con nuestra soledad? ¿La llenamos con distracciones o pensamientos profundos? ¿Nos metemos en una relación y en otra buscando desesperadamente alivio? Si no encuentras paz cuando estás solo, ninguna relación podrá llenar ese vacío. Primero hay que ser capaz de estar bien con uno mismo antes de entrar en una relación sana con otra persona.
Una cosa importante cuando queremos compartir la vida con otro es presentarse tal como uno es. Cuando estamos solos no hay ruidos y eso nos ayuda a reflexionar sobre lo que somos y lo que queremos. Si nos conocemos bien podremos saber lo que buscamos en el otro y eso nos permitirá tomar decisiones más felices en las relaciones.
¿Podemos encontrar el amor de nuestra vida? ¿Existe esa persona ideal? Si pensamos que hay una persona única y perfecta en algún lugar del mundo reducimos nuestra felicidad y santidad. Esta idea de perfección puede llevarnos a rechazar a la persona que podría ser la “indicada” casi sin darnos cuenta y quitarla de nuestra vista. Nada nos complace.
El peligro es que podemos caer en una idealización del otro como alguien que nos hará inmensamente felices, cuando en realidad compartir la vida con alguien es ubicarse en un lugar donde uno tiene que morir a sí mismo para transformarse en ese hombre o mujer que está llamado a ser y ayudar a ese otro que está a su lado a ser quien es.
El amor no se trata de una realización personal, se trata de una donación mutua. No se trata de buscar sentir una gratificación personal, es un don. El amor de nuestra vida es Dios y a partir de esa fuente y ejemplo más completo de amor es como lo vamos reconociendo a lo largo de nuestra vida, en los demás y en todas las cosas.
Es nuestra elección elegir a esa persona y como somos responsables de esa decisión tenemos que saber dónde nos encontramos. Si hasta ahora no ha funcionado, eso no significa que haya algo malo contigo. ¿Qué tipo de personas estás conociendo y en qué lugares buscas? ¿Con quién eliges pasar tu tiempo? ¿Cuál es tu expectativa real?
Tal vez te sientas dolido, pero como Dios le respondió a San Pablo: “Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad.” (2 Corintios 12, 9). Las heridas muchas veces son accesos directos que tiene Dios al corazón cuando las ponemos en sus manos. En esos puntos débiles está presente todo el potencial de nuestra fuerza y la oportunidad de sanar.
Si te sientes herido tal vez no sea el mejor momento para estar con otra persona. Tómate un tiempo para sanar primero, limpiarte y quitarte esas cargas que luego podrán ser obstáculos en tu relación. Ocupa ese espacio para vivir en Jesús hoy y enfrentar la tentación de ignorar o vivir anclado en el pasado.
No importa lo duro que sea. El modo de avanzar con firmeza es mirar hacia atrás y tomar una enseñanza que nos acerque al amor incluso si eso significa trabajar en uno, abrazar la aceptación o el arrepentimiento para luego poder decir “aprendí lo que tenía que aprender y ahora sigo adelante.”
“Digo solamente esto: olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús.” (Filipenses 3, 13-1)
Canaliza la fuerza de tu sueño por estar con esa persona especial creando oportunidades, proyectos nuevos o pasatiempos que luego puedas compartir cuando esa persona llegue. Trabaja en el mundo que te rodea para crear y traer belleza y bondad como un regalo para ella. Cada minuto presente vale mucho, cada suspiro del alma, cada anhelo del corazón.
Recupera relaciones con familiares y amigos, pon tu energía en conocer buenas personas para que luego ella tenga oportunidad de conocerlas también algún día y empaparse de esas bondades. Esfuérzate por hacer bien tu trabajo y ahorrar algo de dinero para invertirlo en cosas que hagan juntos. Retoma el ejercicio para que te encuentre saludable y fuerte.
Si todavía no estás enamorado de alguien, enamórate primero de tu vida para no perderte los motivos de alegría y gratitud que hay en ella y llenarte con ellos. Esas cosas te harán el tipo de persona con la que todos quieren estar. Celebra cada oportunidad que tengas y las cosas buenas que hay en ella porque esa actitud será la que te acerque a tu verdadero amor.