La verdad, ¿existe? ¿Hay una verdad? ¿Es totalmente subjetiva dependiendo del punto de vista, de la perspectiva desde la que miramos la realidad? ¿O realmente hay una realidad, existe y estamos moralmente obligados a buscarla y a vivir de manera consecuente a esta verdad que descubrimos?
La verdad para un cristiano es la persona de Jesús, Camino, Verdad y Vida.
No es una doctrina en sí misma. No es un concepto, ni mucho menos una institución. No es una ley.
La verdad es la persona de Jesús: esto implica que la verdad es el amor encarnado. Que la verdad es el amor. Que el amor es la verdad.
Quiere decir que fuera de la relación, de la relación amorosa, no hay verdad. Hay solo medias verdades. Hay solo verdades que están desviadas, que son insuficientes.
Porque la verdad no es una cosa u otra. La verdad es cuando una cosa y otra se ponen en relación desde una óptica y una dinámica de amor.
Y es por eso que solo se puede llegar a la verdad desde el Espíritu. Porque el Espíritu, el Espíritu Santo, el de Jesús, es el amor.
Y si este Espíritu vive dentro nuestro, porque es el Amor, no habla por su cuenta. No se impone sino que propone el origen de este amor, aquel que es la fuente del amor: es el Padre quien nos da -por su Hijo encarnado, muerto y resucitado- el Amor, el Espíritu Santo, la Verdad.
Que podamos vivir más y más en la verdad del amor, en la verdad que nace del acogernos los unos a los otros en la verdad, en la verdad de reconocer la verdad del otro e integrarla en la propia verdad.
Porque así la luz brillará más potente, el amor crecerá y la Verdad nos hará libres.