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Loretta Harmes no puede comer por la boca, pero es una excelente chef

LORETTA HARMES, CHEF

the.nil.by.mouth.foodie | Instagram

Annalisa Teggi - publicado el 07/05/21

Loretta Harmes tiene una enfermedad rarísima que le vuelve imposible alimentarse de comida sólida. Solo puede alimentarse a través de una sonda. Y, sin embargo, su talento está en la cocina. Su lema es:"No puedo comer, pero puedo cocinar"

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En Instagram su apodo es paradójico: nil-by-mouth-foodie que significa “gourmet que no puede llevarse nada a la boca«.

Loretta Harmes es una chef londinense que desde hace seis años no se sienta a la mesa para comer. Cocina mucho y bien, pero no puede comer de la forma habitual. Una rara enfermedad la obliga a alimentarse a través de una sonda, porque su estómago no es capaz de digerir la comida.

Probar, degustar, saborear son acciones que no puede llevar a cabo, pero – dice Loretta – esa sonda le ha dado mucho más de lo que le ha quitado. ¿Por qué? Porque llegar a un diagnostico y a un tratamiento fue una verdadera pesadilla, en donde varias veces estuvo a punto de morir.

Una pasión por la comida que empieza pronto

Loretta Harmes no come desde hace seis años, pero no ha perdido la pasión por la cocina. Aunque no puede probar sus recetas, sus seguidores en Instagram están creciendo y ahí se presenta como la cocinera que no puede llevarse nada a la boca. Por BBC

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El límite puede ser una oportunidad y no un obstáculo. Entre las líneas torcidas de cada vida puede escribirse una historia recta y con sentido. Loretta es una chef y también una chica cuyo punto más débil es precisamente el estómago.

La pasión por la cocina empezó pronto, en familia:

A los 11 años Loretta cocinaba la cena para su familia el martes por la noche, cuando su madre trabajaba hasta tarde. Trabajaba como peluquera en casa y los clientes estaban acostumbrados a ver llegar a Loretta con una cuchara de madera y una nueva salsa que daba a probar a su madre. «Tenía el campo libre en la cocina y me encantaba la idea de crear algún manjar para mi familia con los ingredientes que encontraba», afirma.

Ibid

Esta pasión por los momentos de convivencia en casa se rompe durante la adolescencia. Sin entrar en detalles, Loretta admite haber padecido anorexia durante un año a los 15.

Infierno en la mesa

El momento más dramático para Loretta fue cuando se empezaron a manifestar los primeros graves signos de su rara enfermedad y fueron confundidos por una recaída en el trastorno de la anorexia. Era demasiado difícil diagnosticar el síndrome Ehlers-Danlos, una enfermedad genética del tejido conectivo que puede manifestarse de formas muy diversas. En su caso le impide al estómago y al intestino realizar la función digestiva.

Comer se vuelve imposible:

A los 19 años [Loretta] pasa de manejar el dolor a estar postrada en cama por el mismo. «Las cosas se precipitaron rápidamente, no lograba comer y ni siquiera podía ir al baño. Los siguientes cinco años fueron una pesadilla de la que creí que nunca me despertaría», cuenta. Esta pesadilla empieza con un doctor que estaba convencido de que la pérdida de peso de Loretta se debía a una recaída en la anorexia. Fueron involucrados los servicios sociales y Loretta fue trasladada a un centro de tratamientos de trastornos alimenticios durante dos años.

Ibid.

Durante dos largos años es obligada a comer siguiendo una terapia pensada para quien rechaza la comida, pero en su caso agravó la patología existente. Sentarse a la mesa seis veces al día (tres comidas principales y tres colaciones), masticar frente a los enfermeros que observan que cada bocado sea deglutido: ese fue el infierno de Loretta.

Al no darse cuenta ni ella ni nadie de lo que pasa con su cuerpo, la situación no hace más que empeorar. Estamos en las antípodas de la serenidad de una niña que amaba cocinar para los demás. En su lugar está una chica que muere cada vez que abre la boca para comer. Loretta admite haber intentado suicidarse varias veces.

Bendita sonda

Su última comida fue una patata asada, hace seis años. Un doctor logró recomponer el rompecabezas de los síntomas que tenía Loretta y encontró un diagnóstico: una particular manifestación del síndrome de Ehlers-Danlos, precisamente. La brutal la claridad de descubrir que su estómago e intestinos no funcionan fue también el final de la pesadilla.

A seis años de su última comida, Loretta sabe que no comerá ni beberá nunca más, ni siquiera un vaso de agua. Es alimentada gracias a la nutrición parental total, que significa que durante 18 horas al día está conectada a una bolsa llena de nutrientes líquidos y a una sonda que los lleva directamente a la sangre, evitando el aparato digestivo.

Ibid.

Es en este momento que Loretta afirma que la sonda le ha dado más de lo que le ha quitado. Le quitó la relación directa con la comida, pero le devolvió la vida.

Quizá en una situación así, la mayor parte de nosotros, se habría alejado de todo lo relacionado con la comida y la concia. ¿Por qué volverse chef si no puedes probar o degustar lo que preparas?

Extraño pero cierto, una vez que recobró la salud física también la pasión por la mesa y las recetas volvieron. Loretta hoy es la «gourmet que no puede llevarse nada a la boca«. Su perfil en Instagram desborda delicias para los ojos y el paladar. Y evidentemente para ella es lo opuesto a una tortura.

Quizá la pérdida y el límite obligan a mirar más allá de los estereotipos. Quizá Loretta degusta sus platos no con la voracidad bulímica de la que a menudo somos esclavos. Hay una gran saciedad y un gran gusto por preparar un buen plato. Hay una gran satisfacción en el procurar que otros coman bien. ¿Tenemos este gusto todavía? O Masterchef & Co. nos han enseñado solo a venerar el emplatado y los nombres enrevesados de las recetas?

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