A pesar de su importante discapacidad, la estadounidense Amy Brooks, de 39 años, demuestra cada día que todo es posible con voluntad y la ayuda de Dios
Tras ser abandonada al nacer por sus padres biológicos, que no aceptaron su discapacidad, Amy Brooks, que nació sin brazos ni piernas, habría podido conocer un destino trágico privado de amor familiar. Por fortuna, Dios no la abandonó y puso en su camino unos padres adoptivos que le ofrecieron de inmediato su amor. Unos padres cariñosos y, sobre todo, decididos a ofrecerle una vida como la de cualquier otro niño.
A pesar del escepticismo de los médicos, que dudaban de que Amy pudiera ser totalmente independiente algún día, sus padres siempre insistían en confiarle responsabilidades y en tratarla como a sus otros hijos. Esta actitud permitió a Amy no sentirse nunca inferior o desfavorecida. La fe, muy presente en su hogar, también marcó mucho a la pequeña durante su infancia, despertando en ella una gran sabiduría: “Gracias a mi familia, siempre supe que nací con un propósito y que Dios tenía un plan para mí. No conocía ese plan, pero sabía que Dios no había cometido un error”, declara, llena de confianza.
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