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Cómo recuperar la frescura de los niños

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Yuliya Evstratenko | Shutterstock

Carlos Padilla Esteban - publicado el 21/04/21

¿Quieres la ingenuidad que te permite volver a disfrutar de la belleza de la vida y pensar bien de los demás? Una mirada lo hace posible...

El valor de la ingenuidad me parece un don muy anhelado. Es un don que me da Dios al nacer, viene impreso en mi alma, en mi mirada.

Baby With Blue Eyes Wearing A Hat

Pero a veces la vida con sus cruces y desengaños rompe esa tela suave que cubre mi alma protegiéndola desde que soy niño.

Y cuando esto sucede, dejo de pensar que todo es bello. La vida ya no siempre me sonríe.

Y no todas las personas son buenas y honestas, al menos ya no me lo parecen. Y empiezo a ver suciedad bajo una apariencia perfecta.

Y me desengaño y rompo por dentro cuando las heridas rasgan mi alma provocando dolor.

Empezar de nuevo

CHILD, FIRST STEPS

Quisiera pedirle a Dios cada Pascua una nueva ingenuidad para vivir la vida. Volver a nacer de nuevo a la vida y sonreír.

Aprender otra vez a pensar bien de mi prójimo y a hablar bien de mi vecino. Una mirada ingenua para no ver una mano oculta que todo lo echa a perder con malas intenciones.

Para maravillarme con la belleza escondida en los árboles. Contemplar sobrecogido un paisaje, con una sonrisa.

Y hablar bien de los méritos de mi hermano y no condenar sus caídas. Para elogiar al que construye sin quedarme en las críticas por la forma como lo ha hecho.

¿Volverá?

NOSTALGIA

No sé si volverá esa ingenuidad primera que tanto extraño. Porque hace tiempo la perdí corriendo por las calles.

Esa ingenuidad de Pedro cuando quiere salvar a Jesús de una muerte inminente, prometiéndole la seguridad de su espada.

Esa ingenuidad de María Magdalena que ve en Jesús a un simple hortelano y quiere saber dónde ha puesto su cuerpo.

Esa ingenuidad de los discípulos que lloran de alegría al ver resucitado a su maestro.

No sé cómo va a hacer Jesús para devolverme esa mirada ingenua sobre la vida.

Esa mirada capaz de alegrarse con los pequeños regalos de cada día y pasar por alto los pequeños golpes que voy recibiendo.

Esa ingenuidad que me deja mirar con sorpresa el corazón de aquel que está junto a mí sin buscar en él pecados ocultos.

Es posible la pureza

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Me da miedo pensar que me han robado la ingenuidad para siempre y que ni siquiera Jesús pueda ser capaz de levantar la losa para hacer que nazca de nuevo y resucite a una nueva mirada, a una nueva forma de ver la vida.

Quiero pensar que es posible cambiar por dentro y volver a ser el que era con las heridas resucitadas.

Quiero pensar que puedo mirar la vida sin rencores ocultos, sin rabias escondidas, sin sentimientos negativos.

Y alegrarme con las cosas sencillas como los niños cuando juegan sin importarles lo que pueda suceder mañana.

Quiero pedirle a Dios que me limpie por dentro no para romper mi historia borrándola de un plumazo.

Dar gracias y siempre volver a intentar

HEART

No quiero esa ingenuidad que provoca el olvido. Quiero recordar muy bien lo que ha pasado, lo que he hecho, lo que me han hecho.

Pero al mismo tiempo quiero poder contemplarlo con ojos grandes y sorprendidos. Y alabar a Dios por todo lo que me ha regalado en medio de este camino, lo bueno y lo malo que he sufrido.

Quiero la ingenuidad capaz de ver la bondad oculta debajo de obras malas y la mirada pura en actos que no son tan puros.

Quiero pensar que puedo empezar de nuevo aun después de haber caído una y mil veces. Y creer en la vida después de haber palpado la muerte y las heridas.

Jesús lo hace posible

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Quiero creer que Jesús con sus manos limpias y abiertas por las llagas es capaz de darme una vida nueva, una sangre limpia, una mirada pura, un corazón grande y una capacidad de amar mucho más ancha que la que tenía.

Que no está todo dicho. No quiero juzgar a los demás pensando que no es verdad lo que viven, tal vez me equivoco.

Quiero creer en lo bueno que hay en cada uno en primer lugar y en mi propio corazón a veces tan herido.

Pensar bien de los demás y no tratar de dármelas de listo, suponiendo en mi hermano intenciones que tal vez no tenga. O si las tiene, ¿quién soy yo para presuponerlas?

Quiero la mirada ingenua de María Magdalena esa mañana de resurrección. La mirada ingenua de Juan y Pedro que corren el sepulcro vacío y creen cuando no ven nada.

La mirada ingenua de los discípulos de Emaús que se sorprenden al ver a aquel hombre que no sabe nada de Jesús el Nazareno.

Como los niños

GIRL

Quiero la mirada pura de los niños que en medio de la batalla son capaces de fijarse en las flores que crecen junto al camino.

No descarto la posibilidad de volver a ser ingenuo como los niños, ya que un día lo fui. Con mis ojos grandes, mi sonrisa ancha y mi mano tendida buscando otra mano que me guíe por los caminos.

Es la ingenuidad de Jesús resucitado que se fija en lo bueno de aquellos a los que ama y los busca para decirles que no teman, que está su lado, que siempre va a ir con ellos por el camino de la vida.

Esa es la mirada de Jesús sobre mí cada día cuando voy caminando. Su mirada me hace más puro. Me limpia por dentro.

Su mirada me vuelve ingenuo, no sé cómo pero lo consigue.

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