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Santa Teresa propagó el culto a San José por todo el mundo

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Brooklyn Museum

La angustia de San José, acuarela de James Tissot. Museo de Brooklyn

Vidal Arranz - publicado el 13/04/21 - actualizado el 17/03/23

El Centro de Estudios de Valladolid fue el primero del mundo dedicado a la figura de San José y tiene su lógica dado que fue aquí, en España, donde se produjo el mayor impulso a la devoción del esposo de la Virgen María

“No ha tenido suerte San José”. Quien habla es el historiador y carmelita Teófanes Egido, que acaba de recibir el Premio Castilla y León de Humanidades y es una de las figuras clave del Centro de Estudios Josefinos de Valladolid. El primer centro de este tipo en el mundo celebra este año su 75 aniversario, coincidiendo con la proclamación por el Papa de 2021 como Año de San José.

“San José es el gran anónimo porque no habla en los evangelios, pero sí tiene una importante presencia”, explica Teófanes Egido. “Mientras la Virgen tuvo una única anunciación, San José tuvo cinco, pero todo le llega en sueños, y él simplemente obedece, nunca dice nada. Debió hablar mucho para educar a su hijo, pero en las escrituras sólo pronuncia una palabra, la del nombre del niño que se va a bautizar: Jesús”.

EL MENSAJERO DE SAN JOSE

El historiador carmelita está acostumbrado a la extrañeza que produce la existencia de un centro de estudios dedicado a un personaje del que se sabe tan poco.

Pionero en el mundo

Pero aún así, en sus más de 75 años de vida se han publicado cientos de números de ‘El Mensajero de San José’, una revista devocional de carácter popular que llegó a tener más de 20.000 suscriptores, y están a punto de alcanzarse los 150 números de la revista académica ‘Estudios Josefinos’, de la que Teófanes Egido es actualmente subdirector.

El Centro de Estudios de Valladolid fue el primero del mundo dedicado a la figura de San José y tiene su lógica dado que fue aquí, en España, donde se produjo el mayor impulso a la devoción del esposo de la Virgen María. Y también es lógico que sean los carmelitas descalzos quienes lo gestionen pues fue su fundadora, Santa Teresa, la principal ‘culpable’ de atizar el entusiasmo josefino.

“San José fue muy maltratado. Cuando se impuso el valor de la virginidad se decidió que su figura era un peligro para el honor de la Virgen y se decidió hacerle viejo. Se pensaba que así se evitaba la tentación de pensar en una posible vida conyugal con María que amenazara su Virginidad”, explica Egido.

Hay que esperar hasta el siglo XV, cuando humanistas como Erasmo y otros lo reivindican a partir de su relectura del Evangelio. “Y luego llega Santa Teresa, que fue su gran benefactora y que es la que lo cambia todo”. Su impacto no se limitó a nuestro país, sino que la proyección internacional de la mística, y la difusión de sus obras literarias, expandieron la devoción josefina por todo el mundo con gran vigor y de forma notablemente consistente.

¿Y cómo se produjo semejante transformación?

Pues el factor clave es el relato que la santa realiza en el ‘Libro de la vida’ del modo como la devoción a San José le ayudó a superar unas dolencias físicas muy graves, que la estaban martirizando e incapacitando, así como la ‘eficacia’ del santo a la hora de conceder otras gracias y favores, tal y como explica con todo lujo de detalles en el capítulo VI. “La devoción tiene que ver con la mentalidad de una época en la que la gente se fiaba más de los médicos del cielo que de los de la tierra”, explica el carmelita.

La distinción entre los dos tipos de ‘médicos’ la recoge la santa al explicar cómo se decidió a acudir a los “médicos del cielo” tras no haber logrado los terrenales sanar sus dolencias.

“Tomé por abogado y señor al glorioso San José, y me encomendé mucho a él”, explica la reformadora abulense. Su alegato es entusiasta: “No me acuerdo hasta ahora de haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracias para socorrer en una necesidad; a este glorioso santo tengo experiencia que socorre en todas”, asegura Santa Teresa en el ‘Libro de la vida’.

E incluso constata la eficacia de la devoción en otros, a quienes la ha recomendado con similar éxito. “Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea más aprovechada en la virtud”, añade. E insiste: “Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción”.

El nombre de José ganaría adeptos

No es de extrañar que ante semejante despliegue de entusiasmo y convicción el afecto por San José creciera de forma imparable en el mundo católico.

Como tampoco puede sorprender que el nombre de José ganara tantos en el aprecio popular de los padres. “Hasta Santa Teresa, a ningún niño de España se le ponía el nombre de José, pero a partir de ella va extendiéndose hasta convertirse en el más común. A partir del siglo XVII ya es el más habitual en España y se ha mantenido ahí hasta hace menos de 20 años”, explica Egido.

De éstas y muchas otras cuestiones se ocupa el Centro de Estudios de Valladolid, que fundó en 1946 el carmelita José Antonio Carrasco. Al amparo de esta devoción josefina surge también en Valladolid la cofradía del Santo Sepulcro, cuya sede está situada en las dependencias del mismo monasterio benedictino que hoy ocupa la comunidad de carmelitas.

Actualmente, el director del centro es el padre Luis Javier Fernández Frontela, director también de la revista ‘Estudios Josefinos’, mientras que Román Llamas es el responsable del ‘Mensajero de Jesús’. A día de hoy se mantienen una decena de centros de estudios josefinos en el mundo -centros de carácter devocional hay muchos más- fundamentalmente en Italia, México y España. “Pero el de Valladolid fue el primero, y el primero también en editar una revista de carácter popular y luego otra más académica”, explica el historiador carmelita.

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