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Cómo celebrar en casa el Viernes Santo

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Aleteia Team - publicado el 01/04/21

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Guía a la Palabra de Dios para quienes no podrán participar en la celebración de la Pasión del Señor, el Viernes  Santo, o para quienes quieran vivir profundamente el misterio del Triduo Pascual.

Esta celebración de la Palabra de Dios en casa se dirige a quienes no puedan participar en la celebración de la Pasión del Señor, este Viernes Santo, en su parroquia a causa de la pandemia o de otros impedimentos.
Asimismo, esta celebración puede convertirse en una excelente ayuda para vivir con provecho espiritual el Triduo Pascual. 

Guía específica para la celebración del Viernes Santo

  • Si no se dispone de un crucifijo, se hará una cruz, sencilla, de unos cuarenta centímetros por ejemplo con dos palos de madera unidos con una cuerda. 
  • En la medida de lo posible, se procurará que los participantes puedan contar con el texto de la gran oración universal del Viernes Santo.
  • El guía de la celebración preparará con antelación su papel.
  • La lectura de la Pasión es particularmente emocionante. Deberá leerse de manera suficientemente lenta, con voz clara y fuerte. Cada uno de los lectores implicados prepará antes de la celebración los pasajes de lectura que le han sido atribuidos.
  • Se escogerán tres lectores para la lectura del Evangelio. Sus papeles se repartirán de este modo: :Jesús, C/: Cronista, S/: otros personajes. Si solo puede contarse con dos lectores, uno asumirá el papel de Jesús : y el otro el de C/ y S/.
  • El lector apagará la única vela que se encenderá durante la celebración, después de haber leído el versículo que dice «E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu».
  • Quitaremos del espacio de oración todo adorno y todo lo que sea superfluo. Lo ideal sería que sólo quedara el crucifijo y una vela. No se ponen flores.
  • Se encencederá la vela, que será apagada durante la lectura de la Pasión. Se iluminará lo mínimo indispensable para poder leer los pasajes bíblicos. Cuando no sea necesaria, se podrá apagar la luz.
  • Lo ideal es comenzar la celebración al rededor de las 3pm. 
  • Durante la celebración nos esforzaremos por mantener un abiente de silencio y recogimiento. Debe percibirse que algo dramático está teniendo lugar. 

Guía para la celebración en general

  • Si se encuentra solo, es preferible leer las lecturas y oraciones de la misa de este domingo (que también podrá encontrar en esta guía) o seguir la misa por televisión o en Aleteia a través de esta página especial creada por  Aleteia para Semana Santa. Esta celebración requiere al menos la participación de dos personas.
  • Esta celebración se adapta particularmente a un marco familiar, de amistad o de vecinos. Ahora bien, en el respeto de las medidas del confinamiento, es necesario verificar si está permitido invitar a los vecinos o amigos. En todo caso, durante su celebración, deberán respetarse estrictamente las consignas de seguridad.
  • Se ha de colocar el número de sillas necesario ante un espacio de oración.
  • Se designa a una persona para dirigir la oración, quien establecerá la duración de los momentos de silencio.
  • Se designan lectores para la primera lectura, el salmo y los lectores del Evangelio. 

VIERNES SANTO

Celebración de la Palabra

«Todo está cumplido»

Nos sentamos y guardamos tres minutos de silencio
A continuación todos se levantan y hacen la señal de la cruz diciendo:

En el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo,
Amén. 

ORACIÓN

Quien guía la celebración pronuncia esta oración:

Recuerda, Señor,
tus misericordias,
y santifica a tus siervos con tu eterna protección,
pues Jesucristo, tu Hijo, por medio de su sangre,
instituyó en su favor el Misterio pascual.
Él, que vive y reina contigo.
Amén.

El encargado de la priera lectura permanece de pie,
mientras los demás se sientan.

PRIMERA LECTURA

Lectura del Libro de Isaías (52, 13–53, 12)

He aquí que mi siervo prosperará,
será engrandecido y exaltado,
será puesto en alto.
Muchos se horrorizaron al verlo,
porque estaba desfigurado su semblante,
que no tenía ya aspecto de hombre;
pero muchos pueblos se llenaron de asombro.
Ante él los reyes cerrarán la boca,
porque verán lo que nunca se les había contado
y comprenderán lo que nunca se habían imaginado.

¿Quién habrá de creer lo que hemos anunciado?
¿A quién se le revelará el poder del Señor?
Creció en su presencia como planta débil,
como una raíz en el desierto.
No tenía gracia ni belleza.
No vimos en él ningún aspecto atrayente;
despreciado y rechazado por los hombres,
varón de dolores, habituado al sufrimiento;
como uno del cual se aparta la mirada,
despreciado y desestimado.

Él soportó nuestros sufrimientos
y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo tuvimos por leproso,
herido por Dios y humillado,
traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Él soportó el castigo que nos trae la paz.
Por sus llagas hemos sido curados.

Todos andábamos errantes como ovejas,
cada uno siguiendo su camino,
y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes.
Cuando lo maltrataban, se humillaba y no abría la boca,
como un cordero llevado a degollar;
como oveja ante el esquilador,
enmudecía y no abría la boca.

Inicuamente y contra toda justicia se lo llevaron.
¿Quién se preocupó de su suerte?
Lo arrancaron de la tierra de los vivos,
lo hirieron de muerte por los pecados de mi pueblo,
le dieron sepultura con los malhechores a la hora de su muerte,
aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca.

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento.
Cuando entregue su vida como expiación,
verá a sus descendientes, prolongará sus años
y por medio de él prosperarán los designios del Señor.
Por las fatigas de su alma, verá la luz y se saciará;
con sus sufrimientos justificará mi siervo a muchos,
cargando con los crímenes de ellos.

Por eso le daré una parte entre los grandes,
y con los fuertes repartirá despojos,
ya que indefenso se entregó a la muerte
y fue contado entre los malhechores,
cuando tomó sobre sí las culpas de todos
e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

El encargado de leer el salmo se levanta,
mientras los demás permanecen sentados. 

SALMO 30 (2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25)

R/ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

A ti, Señor, me acojo:
que no quede yo nunca defraudado.
En tus manos encomiendo mi espíritu:
y tú, mi Dios leal, me librarás.

R/ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Se burlan de mí mis enemigos,
mis vecinos y parientes de mí se espantan,
los que me ven pasar huyen de mí.
Estoy en el olvido, como un muerto,
Como un objeto tirado en la basura.

R/
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Pero yo, Señor, en ti confío.
Tú eres mi Dios,
y en tus manos está mi destino.
Líbrame de los enemigos que me persiguen.

R/
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo
y sálvame, por tu misericordia.
Sean fuertes y valientes de corazón,
Ustedes, los que esperan en el Señor.

R/ Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

El lector encargado de la lectura se levanta,
mientras el resto permanecen sentados.


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos (4, 14-16; 5, 7-9)

Hermanos: Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro sumo sacerdote, que ha entrado en el cielo. Mantengamos firme la profesión de nuestra fe. En efecto, no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros, excepto el pecado. Acerquémonos, por lo tanto, con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno.

Precisamente por eso, Cristo, durante su vida mortal, ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

EVANGELIO

Todos se ponen de pie.
Se eleva la aclamación antes del Evangelio.

R/Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Cristo se humilló por nosotros
y por obediencia aceptó incluso la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas
y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre.

R/Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

La lectura del pasaje evangélico se realizará según la atribución de papeles asignada al inicio.

/:Jesús, C/: Cronista, S/: otros personajes.

Si entre los presentes hay niños o personas que lo necesiten, podrán sentarse.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18,1—19,42

C/:En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo:
«¿A quién buscan?»
C/ Le contestaron:
S/ «A Jesús, el nazareno».
Les dijo Jesús: «Yo soy».
C/ Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar:
«¿A quién buscan?»
C/ Ellos dijeron:
S/ «A Jesús, el nazareno».
C/ Jesús contestó:
«Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que estos se vayan».
C/ Así se cumplió lo que Jesús había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
«Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?»
C/ El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo». Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro:
S/ «¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?»
C/ Él dijo:
S/ «No lo soy».
C/ Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. Jesús le contestó: Cronista Magnificat
«Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho».
C/ Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús, diciéndole: S9«¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C/ Jesús le respondió:
«Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C/ Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron: S9«¿No eres tú también uno de sus discípulos?»
C/ Él lo negó diciendo: S9«No lo soy».
C/ Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: S9«¿Qué no te vi yo con él en el huerto?»
C/ Pedro volvió a negarlo y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer la cena de Pascua. Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo: S9«¿De qué acusan a este hombre?» C/ Le contestaron: S9«Si este no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído».
C/Pilato les dijo: S9«Pues llévenselo y júzguenlo según su ley».
C/ Los judíos le respondieron: S9«No estamos autorizados para dar muerte a nadie».
C/ Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo: S9«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C/ Jesús le contestó:
«¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?»

C/ Pilato le respondió:
S/ «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?»
C/ Jesús le contestó:
«Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí».
C/ Pilato le dijo:
S/ «¿Conque tú eres rey?»
C/ Jesús le contestó:
«Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».
C/ Pilato le dijo:
S/ «¿Y qué es la verdad?»
C/ Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo:
S/ «No encuentro en él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los judíos?»
C/ Pero todos ellos gritaron:
S/ «¡No, a ese no! ¡A Barrabás!»
C/ (El tal Barrabás era un bandido). Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto color púrpura, y acercándose a él, le decían:
S/ «¡Viva el rey de los judíos!»,
C/ y le daban de bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S/ «Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en él ninguna culpa».
C/ Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S/ «Aquí está el hombre».
C/ Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron:
S/ «¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C/Pilato les dijo:
S/ «Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en él».
C/ Los judíos le contestaron:
S/ «Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios».
C/ Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S/ «¿De dónde eres tú?»
C/ Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces:
S/ «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C/ Jesús le contestó:
«No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor».
C/ Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S/ «¡Si sueltas a ese, no eres amigo del César!; porque todo el que pretende ser rey, es enemigo del César».
C/ Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman «el enlosado» (en hebreo Gábbata). Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S/ «Aquí tienen a su rey».
C/ Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!»
Pilato les dijo:
S/ «¿A su rey voy a crucificar?»
C/ Contestaron los sumos sacerdotes:
S/ «No tenemos más rey que el César».
C/ Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz se dirigió hacia el sitio llamado «la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir un letrero y ponerlo encima de la cruz; en él estaba escrito: “Jesús el nazareno, el rey de los judíos”. Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato:
S/ «No escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Este ha dicho: Soy rey de los judíos”».
C/ Pilato les contestó:
S/ «Lo escrito, escrito está».
C/ Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Por eso se dijeron:
S/ «No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca».
C/ Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi túnica. Y eso hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre:
«Mujer, ahí está tu hijo».
C/ Luego dijo al discípulo:
«Ahí está tu madre».
C/ Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a vivir con él. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
«Tengo sed».
C/ Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús probó el vinagre y dijo:
«Todo está cumplido»,
C/ e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

El lector apaga la vela.
Se arrodillan todos y se hace una breve pausa.

Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz.

Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e inmediatamente salió sangre y agua.

El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera lo que dice la Escritura: «No le quebrarán ningún hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».

Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mezcla de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca, allí pusieron a Jesús.
Palabra del Señor.

El Evangelio termina sin aclamación.
Todos se sientan. El guía dice  lentamente,
como si se tratara de un eco lejano:

Entonces Jesús dijo:
«Todo está cumplido»,
e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

Permanecemos cinco minutos en silencio de meditación personal.
Al final, todos se levantan para rezar en este Viernes Santo
las grandes intenciones de oración de la Iglesia y del mundo.

ORACIÓN UNIVERSAL

I. Por la santa Iglesia

Todos juntos dicen:
Oremos, hermanos, por la Iglesia santa de Dios, para que el Señor le dé la paz, la mantenga en la unidad, la proteja en toda la tierra, y a todos nos conceda una vida confiada y serena, para gloria de Dios, Padre todopoderoso.

Oración en silencio. Prosigue el que guía la celebración:

Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo manifiestas tu gloria a todas las naciones, vela solícito por la obra de tu amor, para que la Iglesia, extendida por todo el mundo, persevere con fe inquebrantable en la confesión de tu nombre. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

II. Por el Papa

Todos juntos dicen:
Oremos también por nuestro Santo Padre el Papa Francisco, para que Dios, que lo llamó al orden episcopal, lo asista y proteja para bien de la Iglesia como guía del Pueblo santo de Dios.

Oración en silencio. Prosigue el que guía la celebración:

Dios todopoderoso y eterno, cuya sabiduría gobierna todas las cosas, atiende bondadoso nuestras súplicas y protege al Papa, para que el pueblo cristiano, gobernado por ti bajo el cayado del Sumo Pontífice, progrese siempre en la fe. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

III. Por todos los ministros y por los fieles

Todos juntos dicen:
Oremos también por nuestro Obispo Francisco y su Obispo auxiliar; por todos los Obispos, presbíteros y diáconos, y por todos los miembros del pueblo santo de Dios.

Oración en silencio. Prosigue el que guía la celebración:

Dios todopoderoso y eterno, cuyo Espíritu santifica y gobierna todo el cuerpo de la Iglesia, escucha las súplicas que te dirigimos por todos sus ministros, para que, con la ayuda de tu gracia, cada uno te sirva fielmente en la vocación a que le has llamado. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.


IV. Por los catecúmenos

Todos juntos dicen:
Oremos también por (nuestros) los catecúmenos, para que Dios nuestro Señor les ilumine interiormente, les abra con amor las puertas de la Iglesia, y así encuentren en el bautismo el perdón de sus pecados y la incorporación plena, a Cristo nuestro Señor.

Oración en silencio. Prosigue el que guía la celebración:

Dios todopoderoso y eterno, que haces fecunda a tu Iglesia dándole constantemente nuevos hijos; acrecienta la fe y la sabiduría de los catecúmenos para que puedan ser contados entre tus hijos. Por Jesucristo Nuestro Señor.


V. Por la unidad de los cristianos

Todos juntos dicen:
Oremos también por todos aquellos hermanos nuestros que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor asista y congregue en una sola Iglesia a cuantos viven de acuerdo con la verdad que han conocido.

Oración en silencio. Prosigue el que guía la celebración:

Dios todopoderoso y eterno, que vas reuniendo a tus hijos dispersos y velas por la unidad ya lograda, mira con amor a toda la grey que sigue a Cristo, para que la integridad de la fe y el vínculo de la caridad congregue en una sola Iglesia los que consagró un solo bautismo. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.


VI. Por los judíos

Todos juntos dicen:
Oremos también por el pueblo judío, el primero a quien Dios habló desde antiguo por los profetas, para que el Señor acreciente en ellos el amor de su Nombre y la fidelidad a la Alianza que selló con sus padres.

Oración en silencio. Prosigue el que guía la celebración:

Dios todopoderoso y eterno, que confiaste tus promesas a Abraham y su descendencia; escucha con piedad las súplicas de tu Iglesia, para que el pueblo de la primera Alianza llegue a conseguir en plenitud la redención. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

VII. Por los que no creen en Cristo

Todos juntos dicen:
Oremos por los que no creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, encuentren también ellos el camino de la salvación.

Oración en silencio. Prosigue el que guía la celebración:

Dios todopoderoso y eterno, concede a quienes no creen en Cristo que, viviendo con sinceridad ante ti, lleguen al conocimiento pleno de la verdad, y a nosotros concédenos también que, progresando en la caridad fraterna y en el deseo de conocerte más, seamos ante el mundo testigos más convincentes de tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

VIII. Por los que no creen en Dios

Todos juntos dicen:
Oremos también por los que no admiten a Dios, para que por la rectitud y sinceridad de su vida alcancen el premio de llegar a El.

Oración en silencio. Prosigue el que guía la celebración:

Dios todopoderoso y eterno, que creaste a todos los hombres para que te busquen y, cuando te encuentren, descansen en ti, concédeles que, en medio de sus dificultades, los signos de tu amor y el testimonio de los creyentes les lleve al gozo de reconocerte como Dios y Padre de todos los hombres. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

IX. Por los gobernantes

Todos juntos dicen:
Oremos también por los gobernantes de todas las naciones, para que Dios nuestro Señor, según sus designios, les guíe en sus pensamientos y decisiones hacia la paz y libertad d todos los hombres.

Oración en silencio. Prosigue el que guía la celebración:

Dios todopoderoso y eterno, que tienes en tus manos el destino de todos los hombres y los derechos de todos los pueblos, asiste a los que gobiernan, para que, por tu gracia, se logre en todas las naciones la paz, el desarrollo y la libertad religiosa de todos los hombres. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

X. Por los atribulados en tiempo de pandemia.

Todos juntos dicen:
Oremos por todos los que sufren las consecuencias de la actual pandemia, para que Dios Padre coceda salud a los enfermos, fuerza al personal sanitario, consuelo a las familias, y la salvación a todas las víctimas que han fallecido.

Oración en silencio. Prosigue el que guía la celebración:

Dios todopoderoso y eterno, refugio de los que sufren, mira con compasión las aflicciones de tus hijos que padecen a causa de esta pandemia; alivia el dolor de los enfermos, da fuerza a quien les cuida, acoge en tu paz a los que han fallecido, y mientras dura esta tribulación haz que encontremos consuelo en tu misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amen.

XI. Por los atribulados

Todos juntos dicen:
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, por todos los que en el mundo sufren las consecuencias del pecado, para que cure a los enfermos, dé alimento a los que padecen hambre, libere de la injusticia a los perseguidos, redima a los encarcelados, conceda volver a casa a los emigrantes y desterrados, proteja a los que viajan, y dé la salvación a los moribundos.

Oración en silencio. Prosigue el que guía la celebración:

Dios todopoderoso y eterno, consuelo de los que lloran, fuerza de los que sufren, lleguen hasta ti las súplicas de quienes te invocan en su tribulación, para que sientan en sus adversidades la ayuda de tu misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ

El que guía la celebración toma el crucifijo (o la cruz) y dice: 

Presentaré en tres ocasione
la imagen de la cruz,
signo de nuestra salvación.

Lentamente, presentando la cruz ante él,
eleva poco a poco los brazos
hasta lo más alto y dice: 

Miren el árbol de la Cruz,
donde estuvo clavado
el Salvador del mundo.

Todos responden:

Vengan y adoremos.

Todos se ponen de rodillas y mantienen un momento de silencio.

Esta presentación de la cruz, con la fórmula pronunciada por el guía y la respuesta de los presentes, tiene lugar tres veces. En cada una de las ocasiones, se arrodillarán todos manteniendo un momento de silencio.

Tras la veneración de la cruz
el que guía la celebración
introduce la oración del Padre Nuestro:

Fieles a la recomendación del Salvador,
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:

Se reza o canta el Padre Nuestro:

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

E inmediatamente todos proclaman:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

El guía sigue diciendo:

Acabamos de unir nuestra voz
a la del Señor Jesús para orar al Padre.
Somos hijos en el Hijo.
En la caridad que nos une los unos a los otros,
renovados por la Palabra de Dios,
podemos intercambiar un gesto de paz,
signo de la comunión
que recibimos del Señor.

Todos intercambian un gesto de paz. Si fuera necesario, siguiendo las indicaciones de las autoridades, este gesto puede hacerse inclinando profundamente la cabeza hacia el otro o, en familia, enviando un beso a distancia con dos dedos en los labios.
Nos sentamos.

COMUNIÓN ESPIRITUAL

El guía dice:

Dado que no podemos recibir la comunión sacramental,
el Papa Francisco nos invita apremiantemente a realizar la comunión espiritual,
llamada también “comunión de deseo”.

La Iglesia nos recuerda que
“se trata de un ardiente deseo de alimentarse con este Pan celestial,
unido a una fe viva que obra por la caridad,
y que nos hace participantes de los frutos y gracias del Sacramento”.

El valor de nuestra comunión espiritual
depende, por tanto, de nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía,
como fuente de vida, de amor y de unidad,
así como de nuestro deseo de comulgar, a pesar de las circunstancias.

Con este espíritu, les invito a inclinar la cabeza,
a cerar los ojos y recogerse.

Silencio

Les invito ahora a inclinar la cabeza,
a cerrar los ojos y a recoger su espíritu.

En lo más profundo de nuestro corazón,
dejemos crecer el ardiente deseo de unirnos a Jesús,
en la comunión sacramental,
y de hacer que su amor se haga vivo en nuestras vidas,
amando a nuestros hermanos y hermanas como Él nos ha amado.

Permanecemos cinco minutos en silencio en un diálogo de corazón a corazón con Jesucristo.

ORACIÓN

Nos ponemos de pie,
quien guía la celebración dice:

Dios todopoderoso y eterno,
que nos has redimido con la gloriosa muerte
y resurrección de tu Hijo Jesucristo,
prosigue en nosotros la obra de tu misericordia
para que, mediante nuestra participación en este misterio,
permanezcamos dedicados a tu servicio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Con las manos juntas, quien guía la celebración
pronuncia en nombre de todos la oración de bendición:

Descienda, Señor,
tu bendición abundante sobre nosotros
que hemos recordado la muerte de tu Hijo
con la esperanza de su resurrección;
llegue a nosotros tu perdón,
recibamos el consuelo, crezca nuestra fe,
y se afiance en nosotros la salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Todos hacen la señal de la cruz.
Los padres pueden hacer la señal de la cruz en la frente de sus hijos.
Es posible concluir la celebración elevando un canto.





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Aleteia le da cita a mediodía del Domingo de Pascua (hora de Roma) para recibir la bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco.

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