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Dios en el cine: La única historia bien contada

THE PASSION

Newmarket Films

José Luis Panero - publicado el 30/03/21

Una selección de historias fílmicas que no deben faltar de vuestras estanterías, precisamente ahora, en el prólogo de la Semana Santa

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La presencia de Cristo en el séptimo arte tiene muchas más aristas de las que a primera vista nos imaginamos. Otras veces he querido puntualizar por qué no se podía hablar de Jesús en el cine, hasta que se descubrió que daba dinero.

En este artículo vamos a realizar una selección de historias fílmicas que no deben faltar de vuestras estanterías, precisamente ahora, en el prólogo de la Semana Santa.

En 1923 Robert Wiene filmó I.N.R.I y en 1926 Cecil B. de Mille rodó su Rey de Reyes, como una gran superproducción, con la finalidad de hacer espectáculo, incluso a costa de forzar la verdad histórica con tal de conseguir el resultado buscado. Años después, en 1936 se hicieron dos películas: La vie de Jesus, de Marcel Gibaud y Ecce Homo, de Walter Rilla.

En 1935, Robert Le Vignan interpretó a Jesús en Gólgota, con Jean Gabin como Poncio Pilatos, dirigida por Julien Duvivier, muy meticulosa en su adaptación a la interpretación del momento y siguiendo escrupulosamente el texto del evangelio según San Mateo.

Dos directores españoles realizaron en México con poca calidad Jesús de Nazaret (1942), a cargo de José Díaz Morales, y El Mártir del Calvario (1952), de Miguel Morayta.

En España se rodaron varias películas sobre el tema, entre ellas algunos documentales que reconstruían la vida a partir de pinturas y obras de arte. Como películas se hicieron El Judas (1952), de Ignacio F. Iquino, y El beso de Judas (1953), de Rafael Gil, bastante mediocres, por cierto. Sin embargo, hubo dos filmes que se hicieron muy famosos en todo el mundo y que se rodaron en España, aunque de producción norteamericana: Los misterios del rosario (1957), del Padre Peyton, y Rey de Reyes (1961), de Nicholas Ray.

La hermosa Rey de Reyes, a todo color y gran pantalla, es una película firme y consistente, que presenta una figura de Jesús (a pesar de que Jeffrey Hunter, el protagonista, es demasiado blando de facciones) poderosa y combativa que se debate entre la acción y la contemplación, un Mesías esencialmente humano, no tanto Hijo de Dios como posible libertador del pueblo de Israel de la esclavitud romana.

El argumento fue asunto de Ray Bradbury y Orson Welles, y del guión respondió Philip Yordan. La magnífica banda sonora es obra de Miklos Rozsa. Candidato al Oscar en 16 ocasiones, lo ganó por Recuerda (1945), Doble vida (1947) y Ben-Hur (1959).

Producida por Samuel Bronston, fue rodada en España. Nunca hasta entonces se habían desplegado tal cantidad de medios para contar la vida y la muerte de Cristo. Está inspirada en los textos del historiador romano Tácito y en los Evangelios. Aún así, la Legión de la Decencia, encargada de aprobar las películas que se proyectaban, calificó la película con esta explicación: «Aunque reconociendo el intento edificante de esta película, las licencias poéticas que se toman en el desarrollo de la vida de Cristo, hacen el filme inexacto teológica e históricamente y desde el punto de vista bíblico».

En otras películas, como Intolerancia (Intolerance, 1916), de Griffith; Ben-Hur (Ben Hur-Tale of the Christ, 1926), de Fred Niblo, Ben Hur (1959), de William Wyler y Ben-Hur (2016), de Timur Nuruajítovich Bekmambétov, en Barrabás (1962), de Richard Fleischer y en La túnica sagrada (The Robe, 1953), de Henry Koster, la figura de Cristo o la pasión suelen tener un papel predominante en la trama.

La Historia más grande jamás contada (The greatest story ever told, 1964), dirigida con estilo grandilocuente por George Stevens fue una de las grandes superproducciones de Hollywood sobre la vida de Jesús aunque para muchos no dejó de ser una más «de romanos». El relato manipula con libertad los Evangelios, con la única finalidad de proporcionar el máximo de belleza estética y de espectacularidad posible. Estaba filmada para Cinerama. Contó con un interesante intérprete, el sueco Max von Sidow.

El rodaje se llevó a cabo en Estados Unidos, en el desierto de Utah, y como curiosidad podemos destacar que John Wayne actuó como centurión romano. Aunque realizada con honestidad narrativa, con rigor cinematográfico y siguiendo con fidelidad el Evangelio, la película está más cerca del espectáculo que de la reflexión. No obstante, es un buen filme para iniciarse en el conocimiento de la vida de Jesús.

Fue Pier Paolo Pasolini, ateo y marxista, quien realizó la película sobre la vida de Jesús más cercana a la austeridad del evangelio. El evangelio según San Mateo (Il Vangelo secondo Matteo, 1964) se basó totalmente en el texto de Mateo y se rodó cámara en mano, en el mejor estilo del «cinema verité». La ambientación, entre medieval, bizantina y renacentista, es totalmente simbólica.

El personaje de Jesús lo interpretó un actor español sin experiencia, Enrique Irazoqui, estudiante en aquellos años. El Jesús de Pasolini es un Cristo «auténtico, cercano, austero, con fuerza en la mirada y palabra de fuego impulsiva e interpelante para explicar a los hombres el mensaje del Reino que no tiene dilación… ». La cita corresponde al crítico de cine Eduardo Gil de Muro, que reflejó en el volumen De los valores del cine al cine de los valores).

Para entender a Pasolini tal vez sea interesante tener en cuenta estas manifestaciones, realizadas en 1961, antes de hacer la película: «Yo soy anticlerical (¡no temo decirlo!), pero sé que dentro de mí hay dos mil años de cristianismo: con mis antepasados edifiqué las iglesias románicas, luego las iglesias góticas, y luego las iglesias barrocas; su contenido y su estilo forman parte de mi patrimonio. Estaría loco si negase esta fuerza potente que está dentro de mí, si les dejase a los curas el monopolio del Bien».

Una película que obtuvo el aplauso del público y el rechazo del integrismo cristiano, aunque las autoridades eclesiásticas le dieron su aprobación en 1973, fue Jesucristo Superstar, de Norman Jewison, musical a ritmo de rock, basado en la homónima obra teatral de Andrew Lloyd Webber, que provenía de Broadway.

Se hizo con carácter recreativo y con interpretación libre de textos, lugares y situaciones, pero en países de represión religiosa cristiana se convirtió en un canto de liberación. Versa sobre los últimos momentos de la vida de Jesús, y lo muestra joven, poderoso y atractivo, en un intento de llegar a la juventud de la época. En España, Camilo Sesto recuperó aquella opera-rock y la estrenó con gran éxito en 1975.

Otra obra importada al cine desde el musical fue Godspell, poco lograda cinematográficamente.

En 1972, en Polonia, desde una postura laica, Andrej Wajda (Katyn, 2007), filmó Pilatos y los demás (Pilatus und andere), por encargo de la televisión alemana. En 1973, José Luis Sáenz de Heredia hizo Proceso a Jesús. Una interesante reflexión, en una película menor, en la que un grupo de sefarditas, que no se resigna a aceptar el hecho de que la historia considere al pueblo judío, como causante de la muerte de Jesús, decide representar el Proceso a Jesús de cara al público. El objetivo que persiguen es aclarar si estuvo justificado condenar a Jesucristo.

Por otro lado, recordamos que con actores no profesionales, Roberto Rosellini filmó en 1975 El Mesías (Il Messia), que en razón de sus anteriores trabajos con escaso éxito económico y por hacer productos más didácticos realizó en televisión. «Un Cristo maestro, mago de la palabra, del mensaje alentador y persuasivo, perfectamente imbuido de su misión humana y sobrenatural». Son palabras del historiador Eduardo Gil de Muro en su estudio De los valores del cine al cine de los valores.

En 1976, promocionada por la Iglesia Católica, se estrenó en París, en una iglesia, El Mesías, del agnóstico Rossellini. La película fue muy poco valorada en Italia, ya que el neorrealismo de Rosellini le lleva a tratar a Jesús sin acentuar lo milagroso ni lo extremo.

Otra gran superproducción sobre la vida de Jesús fue Jesús de Nazareth (Il Gesu, 1977), de Zeffirelli, católico. El rodaje, entre Marruecos y Túnez, se alargó durante dos años, y en su producción colaboraron varias multinacionales. Fue muy alabada por la iglesia católica italiana que la recomendaba a sus fieles, mientras era rechazada por puritanos norteamericanos, que la acusaban por mostrar un Jesús demasiado humano, y denostada por la izquierda y gran parte de la crítica que la tachó de kitsch (obra de arte de mal gusto) y almibarada.

El diario socialista «La Republica» la calificaba de «una larga y coloreada lección de catecismo, de aquéllas que se daba a los muchachos en las parroquias de hace treinta años, y nos habrá costado a los contribuyentes italianos millares de liras». «La vie», semanario católico, definió la película como «la historia sagrada vista en kodachrome».

En 1979, los Monty Pyton estrenan una versión irónica e irreverente, La vida de Brian (Monty Python’s The Life of Brian), de indiscutible éxito de público y crítica, que aporta una cierta crítica humorística de las actitudes del cristianismo riguroso.

Por otro lado, quiero referirme también a la película La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988), realizada por un director profundamente religioso, Scorsese, que intenta alejarse de las visiones perfectas de la figura del Mesías para introducir al espectador en el conflicto de Jesús, un hombre que sufre. La película escandalizó al orbe católico, manteniéndose aún ahora la prohibición de exhibición en algunos países.

Es un filme que no está basado directamente en los textos sagrados, sino en una novela del escritor griego Nikos Kazantzakis. Jesucristo (interpretado por Willem Dafoe), ya en la Cruz, antes de exhalar su último suspiro, es tentado por última vez por el diablo, que le hace ver lo que hubiera sido su vida en caso de haber seguido sus anteriores tentaciones y renunciar a la cruz.

En 1989, Jesús de Montreal (Jesus of Montreal), de Denys Arcand, versa sobre un grupo de actores canadienses que quiere representar la vida de Jesús de Nazaret. El protagonista, por causas que tienen que ver con las diferencias entre el grupo de teatro, y sobre todo de su director, Daniel, que ejerce de protagonista, muere en la cruz, y es visto por los espectadores como un nuevo profeta. Es una película que muestra la radicalidad del mensaje evangélico. Recibió una candidatura a los Oscar como mejor película extranjera en 1989.

Por su parte, y en dibujos animados, Stanislav Sokolov realizó la muy recomendable El hombre que hacía milagros (The miracle maker), en 1999, concretamente con muñecos de plastilina.

Por último, la película The Passion (2002), dirigida por Mel Gibson, continúa en los tiempos actuales sembrando el debate encarnizado entre los que la defienden a ultranza y los que la atacan de antisemita, integrista, violenta y sensacionalista. «La pasión es una profunda historia de coraje y sacrificio que describe las últimas doce horas de la vida de Jesucristo», dijo Mel Gibson. Muestra la crudeza de la pasión, lejos de la que han presentado otras versiones edulcoradas de Hollywood, que recomiendo ver de nuevo para que todos los espectadores tomen conciencia de lo que supone dar la vida por el prójimo.

Ya en esta década, en concreto en 2010, el español Juan Manuel Cotelo estrenó La última cima, la primera historia conocida sobre la vida actual de los curas, alejada de prejuicios y estereotipos al uso. Una película fresca llena de autenticidad y aplaudida en todo el mundo. Nada más y nada menos.

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