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¿Es injusto que el agua cotice en un mercado?

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WATER

Shutterstock | M-SUR

César Nebot - publicado el 24/03/21

El problema no es que exista un mercado del agua, sino que se garantice la igualdad, la iniciativa privada y la lucha contra la especulación

Entendemos por bien económico aquella mercancía o servicio del que además de obtener una utilidad, si fuera una desutilidad sería un mal, se puede percibir como escaso. En tanto que se perciba su escasez, su gestión y administración se entiende como necesaria. Surgen así las relaciones de intercambio entre usos alternativos y la relación con los esfuerzos para mantener y gestionar el bien.

Un bien que no se perciba como escaso no será considerado económico y, en consecuencia, será difícil que podamos instrumentar un mercado que regule sus relaciones entre usos alternativos. Por ejemplo, no encontraremos un mercado de aire respirable en tanto que no se perciba como escaso.

La película “Desafío Total” de Verhoeven muestra cómo el aire en Marte podría ser un bien económico que debería administrarse.

Últimamente, el agua dulce se percibe como escasa

Es un bien que genera una utilidad vital y que, por lo tanto, de existir un mercado, la demanda en lugar de extrema carestía estaría dispuesta a pagar altos precios. Los procesos de desertificación y desabastecimiento de agua dulce, ya no digamos potable, han puesto el punto de mira en cómo debería administrarse el agua como bien económico.

Utilizando el criterio de máxima eficiencia, los mercados han sido la herramienta clave en los procesos globalizadores del siglo XX e inicios del siglo XXI. Así, el agua ha comenzado a cotizar en el mercado de futuros de materias primas.

Ha entrado en el juego del mercado como el petróleo, el oro o el trigo. Actualmente cotiza en el Índice Nasdaq Veles Califonia Water Index en torno a los 0’43 dólares por metro cúbico.

Los expertos vaticinan que con la llegada al mercado de materias primas se realizará una mejor gestión del riesgo futuro vinculado al agua como recurso. A debate queda la reflexión de si la administración eficiente podría generar asignaciones injustas. Pero la cuestión no puede quedar al margen de si las asignaciones injustas no se cometían ya antes de la existencia de mercados de recursos como el del agua.

El problema no es el mercado del agua, sino a quien beneficia

Desde el punto de vista de la oferta de agua, según las Naciones Unidas, 2.000 millones de personas viven en países con graves problemas de acceso al agua, mientras que se espera que en los próximos años dos terceras partes del planeta podría experimentar escasez de agua lo que conllevaría unas subsecuentes y progresivas crisis migratorias de millones de personas.

Por otra parte, desde el lado de la demanda, grandes potencias como China y Estados Unidos son los principales consumidores del mundo de agua. La explotación excesiva de este recurso por el sector primario, la industria y el consumo humano, así como el cambio climático, han llevado a que este recurso sea percibido como escaso.

Ante este problema preexistente a los mercados del agua, se requeriría eficiencia y sostenibilidad en el suministro del agua. Se requieren inversiones en infraestructuras y proyectos que faciliten la administración eficiente del recurso. Las inversiones se pueden hacer desde la Administración Pública o por reclamo de su rentabilidad mediante la iniciativa privada.

Renunciar a la existencia de los mercados de agua es renunciar a que la inversión en las mejoras de la infraestructura y aprovechamiento puedan tener lugar desde la iniciativa privada.

Si algo hemos aprendido en el último siglo es la innovación se decelera gravemente, sin ese componente. Ante la pandemia, han sido laboratorios privados los que han corrido a la innovación de la vacuna.

La iniciativa privada es necesaria

Por supuesto que la ciencia básica ha sido indispensable y su rendimiento a largo plazo hace que sea sembrada más desde lo público que desde lo privado, pero no podemos perder de vista que la libertad de mercado ha sido condición necesaria para lograr la vacuna en tiempo récord y que la planificación absoluta de todos los procesos desde la administración no se ha revelado como condición suficiente para lograrlo.

Que el agua tenga un precio permite el desarrollo de innovaciones para su regeneración y su aprovechamiento: suministro para sistemas agrícolas, en usos industriales, en las ciudades en el riego de parques y jardines, la limpieza de calles y para el abastecimiento de poblaciones.

Según datos del INE, en España, el regadío para agricultura consume el 75% del agua, el abastecimiento urbano del 12%, y sólo el 10% es utilizado por la industria. En consecuencia, es el sector agrario los primeros y más interesados en el cuidado, buena gestión y sostenibilidad de un recurso que asegure la rentabilidad de sus inversiones. Incluso con más premura que la propia administración.

Aunque de buenas a primeras pueda alarmar que un recurso fundamental para la vida humana cotice en un mercado, es precisamente este mecanismo el que puede otorgarle mayor futuro.

De hecho, los procesos especulativos que se aprecian en los mercados están asociados no a la existencia de estos, sino a las imperfecciones que en ocasiones se le imponen desde buenas intenciones. Documentado está que fue la ley seca en Estados Unidos, y no el mercado, la que suscitó los mayores movimientos especulativos en la venta de alcohol.

Impedir la especulación

De hecho, los mercados secundarios de futuros y opciones sobre el agua, lejos de propiciar la especulación se convierten en herramientas que gestionan el riesgo reduciéndolo o neutralizándolo. Esto es fundamental en el sector agrario y por ende también relevante para fomentar las inversiones en este sector para innovar en una mejor gestión del agua.

Si usted como agricultor, teme que una subida del precio del agua pudiera amenazar su cuenta de resultados, estaría dispuesto a negociar futuros sobre el precio del agua para que en ese caso pudiera neutralizar las pérdidas. De igual manera, para quienes suministrasen agua en el mercado, necesitarían protegerse de una eventual caída del precio del agua a futuro.

Por supuesto que los mercados pueden tener imperfecciones. Si existen poderes de negociación asimétricos como oligopolios o un monopolio, el mercado podría dar a situaciones no sólo ineficientes sino también en un sentido amplio injustas.

Pero entonces, el problema no es de la existencia del mercado sino precisamente de que no se asegura que el mercado funcione con la mayor amplitud.

En la película “Desafío total”, la tiranía que soportan quienes viven en Marte no proviene del mercado sino de quien en ausencia de competencia se aprovecha. La respuesta óptima a esto puede ser la intervención para propiciar mayor competencia, pero no una mayor planificación estatal. Si no, a las pruebas nos podemos remitir: cómo la Unión Soviética acabó por cometer uno de los crímenes medioambientales mayores en relación con el agua, la desaparición de todo un mar, el mar Aral.


BAPTISM

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