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La trilogía orwelliana: Experiencia, mentira y sistema

CATALUÑA

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Manuel Ballester - publicado el 19/03/21

¿Sabías que George Orwell escribió "Homenaje a Cataluña"? Una obra sobre el socialismo en el que muestra lo que aprendió de la Guerra Civil Española

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El periodista, ensayista y novelista Eric Arthur Blair (1903-1950) es más conocido por el seudónimo de George Orwell.
Comprometido con las causas en boga en su época. Su obra lleva el sello de esas inquietudes: contra el imperialismo británico (Los días de Birmania, 1934), sobre las condiciones de la clase obrera en zonas fuertemente industrializadas (El camino de Wigan Pier, 1937), aunque sus obras sobre la revolución soviética (Animal Farm, 1945) y el totalitarismo en general (1984, escrito entre 1947 y 1948) son sin duda las más célebres.

A esta última debemos conceptos tales como el de “Gran hermano” o la idea de que quien controla el presente, controla el pasado y, por tanto, el futuro.

1984 y Rebelión en la granja son, como decimos, las obras más famosas de Orwell. Por el contrario, Homenaje a Cataluña (1938) es poco conocida. Sin embargo constituye la primera obra de la trilogía de Orwell sobre el socialismo. La experiencia vivida y narrada en esa obra es, de hecho, el cimiento que permite la evolución de Orwell y su personal comprensión del fenómeno totalitario.

Orwell llega a España en plena guerra civil

A luchar contra los malos, los fascistas. Se incorpora al bando de los buenos, los socialistas. Orwell llega a Barcelona con la visión maniquea típicamente totalitaria: nosotros-ellos, buenos-malos. En plena guerra sostiene que «la cuestión del bien y del mal le había parecido bellamente simple». Si bien es consciente de que su bando sufre una «plaga de siglas (PSUC, POUM, FAI, CNT, UGT, JCI, JSU, AIT)», se pregunta «¿Acaso no somos todos socialistas?». Con terminología que acuñará en Rebelión en la granja, descubrirá que, si bien todos son iguales, unos son más iguales que otros.

De la mano del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) se incorpora en Barcelona a los cuarteles Lenin para hacer la instrucción y de ahí irá al frente de Aragón. La obra es interesante en cuanto testimonio de la Barcelona revolucionaria, la experiencia del frente y los enfrentamientos de mayo de 1937 en Barcelona.

No pierde el contacto con la realidad

Los interesados en estos aspectos de la guerra civil española podrán consultarla con provecho. Pero no es ese el enfoque que nos interesa destacar cara a enlazarlo con su certero análisis del totalitarismo.

Aunque fuertemente imbuido de la ideología marxista, Orwell no pierde el contacto con la realidad, con su experiencia. Así, participa en la guerra en el frente, y en la «guerra callejera» en Barcelona pero con el ojo puesto (cuando las circunstancias lo permiten) en el tratamiento de la prensa a los acontecimientos que él ha vivido en primera persona. La certeza de la propia experiencia es el criterio para juzgar la sorprendente unanimidad con que la prensa trata ciertos acontecimientos que él ha vivido. Y se sorprende al ver que las versiones coinciden entre sí pero no con la verdad.

Es consciente de un riesgo importante: «cuidado con mi parcialidad, mis errores factuales y la deformación que inevitablemente produce el que yo sólo haya podido ver una parte de los hechos». Pero, y esto es crucial, una cosa es una cuestión de enfoque, de perspectiva, que puede corregirse en diálogo con otras perspectivas igualmente parciales.

Una cosa es, como decimos, la parcialidad, la subjetividad, y otra muy distinta lo que él descubre en la prensa comunista: la mentira como arma de propaganda: «algunos de los comunistas locales, testigos de los sucesos, se sintieron avergonzados ante la interpretación que se daba de los acontecimientos, pero, naturalmente, se mantuvieron fieles a su partido».

Orwell empieza a romper el maniqueísmo

Los fascistas siguen siendo ellos y malos pero los “nuestros” ya no son tan buenos como antes: «Uno de los efectos más tristes de esta guerra ha sido el de enseñarme que la prensa de izquierda es tan espuria y deshonesta como la de la derecha». La aceptación de la experiencia (motivada en parte porque la consigna estalinista lleva a asesinar a buena parte de amigos y conocidos y él mismo tiene que huir para evitar la muerte) le permite descubrir la diferencia entre las personas y los sistemas, entre la busca de la verdad y la manipulación.

Nos habla de un agente ruso al que observa «con cierto interés, pues era la primera vez que veía a una persona cuya profesión consistía en mentir». Y esto es importante. “La verdad es un prejuicio burgués”, según la expresión atribuida a Lenin.




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Se trata de gente que se no está interesada en la verdad sino en “las pasiones políticas” (J. Benda), “el opio de los intelectuales” (R. Aron), es decir, gente que es capaz de mentir o matar si así se lo pide la disciplina del partido. Gente, por tanto, que ha cedido su humanidad a algo que es más que humano (el partido, la historia, la dialéctica). Por ahí detecta Orwell que en España «es posible que la creencia cristiana fuera reemplazada en cierta medida por el anarquismo, cuya influencia está ampliamente difundida y que, sin duda, posee un matiz religioso». Una religión con sus ritos, sus dogmas y sus sacrificios humanos.

Homenaje a Cataluña es una obra que, al margen de los datos concretos de la guerra española, merece ser leída con detenimiento.

Señala el descubrimiento por parte de Orwell de la gran maquinaria de la ideología totalitaria.

Cómo actúa: despersonalizando, difundiendo el odio mediante la mentira. Y, lo que es más importante, cómo puede salirse de esa dinámica perversa: mediante la decencia. «Cuando se ha podido atisbar un desastre como éste […], el saldo no es necesariamente desilusión y cinismo. Por curioso que parezca, toda esta experiencia no ha socavado mi fe en la decencia de los seres humanos, sino que, por el contrario la ha fortalecido».

Decencia innata es uno de los rasgos que descubre en los españoles quienes, al decir de Orwell, «poseen una generosidad, una especie de nobleza, que no pertenece realmente al siglo XX».

La decencia, generosidad y nobleza tiene que ver con reconocer el valor de las personas singulares por encima de las ideologías, de la verdad por encima de la propaganda, de la autenticidad por encima de la mentira. Eso nos hace humanos, buenas personas. Eso nos preserva de las corrientes de odio que han asolado el siglo XX (lo veremos en la siguiente entrega: Rebelión en la granja) y soplan con fuerza en la actualidad (de ello hablaremos en la última entrega de esta trilogía: 1984).

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