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Ocho años de pontificado del primer papa jesuita de la historia

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Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 11/03/21
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63º aniversario de la vida religiosa del Papa Francisco en la Compañía de Jesús. Para Bergoglio no todo ha sido ‘rosas’ en su comunidad’

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El 11 de febrero de 2013, Benedicto XVI renunció al pontificado. El primer papa en abandonar voluntariamente la Cátedra de Pedro en casi 600 años. Nadie imaginaría lo que vendría después: la elección del primer papa jesuita de la historia de la Iglesia Católica. 

Este jueves, precisamente, se cumple el 63º aniversario de la vida religiosa del papa Francisco en la Compañía de Jesús. Jorge Mario Bergoglio ingresó en la Compañía de Jesús el 11 de marzo de 1958, fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969 e hizo su profesión solemne el 22 de abril de 1973.

En la tarde del 13 de marzo de 2013, el arzobispo de Buenos Aires se asoma a la logia central de San Pedro. Los jesuitas son los primeros en sorprenderse. Padre Adolfo Nicolás (prepósito general de la Compañía, 2008-2016) en una entrevista con Antonio Spadaro SJ (el director  de la Civiltá Cattolica) acepta que “no parecía posible”.

El padre Nicolás recuerda que apenas 200 años antes, la Compañía de Jesús había sido suprimida (restablecida por Pío VII el 07.08.1814) y veinticinco después Juan Pablo II intervino su gobierno (05.10.1981), ya antes, fueron atacados por cardenales y curiales que tachaban a los jesuitas como “artífices de la deriva liberacionista del catolicismo latinoamericano”.

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Photo by HO / Courtesy Sergio Rubin/CLARIN / AFP

De hecho, en el libro, Los Jesuitas, escrito por el historiador Gianni La Bella (Ed. Mensajero, 2019), se reconstruye un último intento de intervención por parte del cardenal Tarcisio Bertone a la Compañía de Jesús, comunicada en una carta al prepósito de la época Peter Hans Kolvenbach (9 de marzo 2007) en la que se pedía un mayor cuidado en la formación de los jóvenes jesuitas y su respeto al cuarto voto.

Los jesuitas observan un voto especial de total obediencia al Papa y se comprometen a no aceptar cargos eclesiásticos. Si alguno de ellos es elegido por el Pontífice como obispo, el superior de la orden debe resistirse en un primer momento. 

El cardenal Bergoglio, según La Bella, impidió esa tercera injerencia por parte del Vaticano y de la Curia romana. “Bergoglio se había opuesto tenazmente ante el Papa Benedicto sobre la propuesta de una nueva intervención de la Compañía, que algunos en Roma querían llevar a cabo en aquel momento”. 

Sin embargo, la relación entre Bergoglio y la Compañía de Jesús ha tenido altos y bajos (y una luna de miel como pontífice); desde sus años como provincial jesuita con las acusaciones de convivencia complice con la dictadura, luego desmentidas por hechos como su mediación para la liberación de dos jesuitas encarcelados y torturados por los militares (padre Orlando Yorio y Francisco Jalics), hasta su exilio en Cordoba entre 1990 y 1992. 

Varios biógrafos de Bergoglio coinciden en que no todo ha sido ‘rosas’ para él dentro de su comunidad religiosa. Él ha definido ese periodo alejado de Buenos Aires: “una noche oscura” y fue un “jesuita muy cuestionado” (Cámara y Pfaffen, 2016).

Joven líder amado y odiado

A finales de los años 80, Bergoglio con apenas 36 años fue la máxima autoridad de su comunidad (1973-1979) y algunas decisiones le generaron enemigos dentro y fuera de la Compañia. Francisco en una entrevista con Antonio Spadaro admite que fue autoritario  y considerado ultraconservador (19.08.2014).

Precisamente, para aplanar las viejas incidías y murmuraciones dentro de la Compañía, cuando el papa Francisco inicia su pontificado le escribe al Padre Nicolas, el 16 de marzo de 2013, cuenta La Bella. Además lo recibe en audiencia en el Vaticano. El 24 de marzo, el general jesuita narra su experiencia en una carta dirigida a toda la comunidad. 

“La Compañía, indica, debe reafirmar su apoyo al Santo Padre, ofreciéndole asistencia”. Y afirma padre Nicolás: “Es tiempo de hacer nuestras las palabras de misericordia y bondad que el Papa Francisco repite convincentemente, y de no dejarnos arrastrar por distracciones del pasado que paralizan nuestros corazones”. 

La Bella sostiene que desde ese momento inicia la verdadera luna de miel de Francisco con su comunidad religiosa. Las palabras de Adolfo Nicolás “resuenan entre los jesuitas como una severa amonestación a no reabrir polémicas”.

En efecto, el Papa reprocha que las habladurías, los chismes y las calumnias son un cáncer para la vida comunitaria. “Un tema, este, que tiene también cierto sabor autobiográfico: el papa, en efecto, lo había sufrido en su larga vida de religioso”, escribe el profesor de Historia. 

JESUITS

OSSERVATORE ROMANO | AFP

Jesuita siempre 

Francisco ha decidido conservar su escudo anterior, elegido desde su consagración episcopal. En lo alto se refleja el emblema de la Compañía de Jesús: un sol radiante y llameante con las letras, en rojo, IHS, monograma de Cristo. Encima de la letra h se halla una cruz; en la punta, los tres clavos en negro.

De su biografía oficial se sabe que después de una confesión, sintió su corazón tocado y advirtió la llegada de la misericordia de Dios, que, con mirada de tierno amor, le llamaba a la vida religiosa a ejemplo de san Ignacio de Loyola. Él quería ser misionero como los jesuitas en China y Japón. 

Una vez elegido obispo, Bergoglio decidió elegir, como lema y programa de vida, la expresión de san Beda miserando atque eligendo, que también ha querido reproducir en su escudo pontificio.

Tropas de asalto

El Papa ha insistido para que los jesuitas sigan la misión de sanar la fractura entre el Evangelio y la cultura. Les exhorta a estar al lado de los refugiados, de los últimos, de los desesperados, educando al servicio. Y al mismo tiempo, pide a los académicos evitar perseguir la mundanidad del narcisismo intelectual.

“Con Francisco los jesuitas recuperan su puesto, volviendo a ser la tropa de élite del papa, no los guardias suizos, sino tropas de santo asalto”. Lo resume así Gianni La Bella en su libro Los Jesuitas (2019).

Los jesuitas están llamados a ser creativos en el servicio y a desvincularse de la cultura del lamento y de las habladurías. En fin, les insta a ser el brazo armado del Papa para difundir el discernimiento espiritual, la fuerza de la libertad y de la misericordia bajo una visión Cristocéntrica.

El jesuita Spadaro sostiene que el gobierno de Francisco se expresa en su personalidad, historia de vida y formación que proviene de los ejercicios espirituales ignacianos. Y esto incide en su reforma de la Iglesia Católica: “Para él (San Ignacio) se trata de reformar las personas desde adentro” (Civiltá Cattolica 4085 septiembre 2020).

De esta manera, se comprende la reforma del primer papa jesuita: visita a los cristianos perseguidos en Irak, abre baños y duchas para los pobres en el Vaticano, promueve el papel de la mujer en la Iglesia. Una reforma que llama a la conversión espiritual, pastoral y no solo estructural. Y esto no siempre se ve de inmediato.

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