En las redes sociales, me echaron en cara que los católicos que decimos amar, señalamos y criticamos… Y me puse a pensar, y a rezarDesde niño era una especie de “bicho raro”, caminaba distraído con el corazón en el cielo. Mantenía largos diálogos con Jesús mientras andaba de vuelta de la escuela hacia mi casa. Venía de visitarlo en la capilla del colegio y sentía que iba conmigo, que estaba a mi lado, en mí. Iba solo, en apariencia. Él estaba conmigo. Y yo lo sabía.
Frente a mi casa en la ciudad de Colón, estaba el Hogar de las Siervas de María. Tenían allí una capilla pequeña, pero luminosa, hermosa.
El sagrario de aquella capillita siempre me marcó porque sabía con absoluta certeza, en mi corazón infantil, que allí habitaba Jesús.
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Se notaba el cariño y las delicadezas hacia Jesús de esas dulces monjitas. Me asomaba por la ventana de mi casa para enviarle saludos: “Eh Jesús, aquí estoy”.
Creo que todavía soy ese “bicho raro”, pero ya no me importa. Ahora me impulsa un anhelo de eternidad y de compartir este Tesoro que he descubierto. No es cualquier cosa, hablamos de un cielo prometido.
Críticas en las redes sociales
En las redes sociales me he topado con todo tipo de personas, ateos, agnósticos, otros que nos ofenden por nuestra fe, y nos llaman: “esos católicos”.
Veo tal silencio alrededor de estas acusaciones que he pasado un tiempo respondiendo: “No critiques el bosque por los errores de un árbol”. Inmediatamente replican y respondo: “Millones se esfuerzan por vivir su fe y corresponden al amor de Dios”.
NO ME DA PENA decir públicamente que soy católico, QUE AMO A JESÚS, que lucho cada día por seguir sus pasos y si caigo me levanto y sigo adelante.
No me callo.
Ante tantos ataques a nuestra Iglesia, la Virgen María y nuestra fe, el silencio no es una opción. Procuro con caridad defender la verdad. Los creyentes estamos llamados a “Anunciar y denunciar”.
¿Nos estamos amando?
Un ateo con fiereza me dijo: “Ustedes los católicos pregonan una cosa y hacen lo contrario. ¿Acaso tú amas a tu prójimo? Si aman, ¿por qué señalan y critican?”.
Supe de inmediato que había algo de cierto en sus dolorosas palabras. Le di en parte la razón y le pedí perdón por nuestro comportamiento como católicos, por el mal ejemplo de algunos, por nuestra carencia de amor al prójimo.
“Nos has llamado al amor, buen Jesús, ¿y qué hacemos?”.
Me dolió profundamente porque supe que ese ateo tenía algo de razón. Reflexioné un buen rato sobre sus palabras y sencillamente me pregunté:
“¿Amas Claudio?”
La respuesta fue:
“Poco”.
Una oración para amar más
Le he pedido a la Virgen que me regale un poquito de su amor puro y santo para amar como Jesús nos pide.
En aquel difícil momento me brotó del alma esta hermosa oración del Cardenal Newman:
Jesús mío: ayúdame a esparcir tu fragancia
donde quiera que vaya;
inunda mi alma con tu espíritu y tu vida;
llena todo mi ser y toma de él posesión
de tal manera que mi vida no sea en adelante
sino una irradiación de la tuya.
Quédate en mi corazón en una unión tan íntima
que quienes tengan contacto conmigo
puedan sentir en mí tu presencia;
y que al mirarme olviden que yo existo
y no piensen sino en Ti.
Amable lector, cuando te pregunten si eres católico, responde con el corazón lleno de alegría: “Lo soy”. Ama, da ejemplo con tu vida para que te reconozcan por el amor.
Reza por mí. Yo rezo por ti ante el sagrario.
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