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Maestros cristianos: 15 claves para traer vida a las aulas

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Cecilia Zinicola - publicado el 18/02/21 - actualizado el 09/05/23

Siguiendo el ejemplo de Tomás Alvira, los educadores pueden llenar de energía las aulas con valores clave

La realidad del aula se ha convertido en un desafío para muchos maestros y educadores. Tomás Alvira fue un profesor católico que destacó por ser un docente innovador del último tercio del siglo XX en España.

Con una vida de santidad y su visión innovadora sobre la enseñanza basada en un pensamiento pedagógico que denominó “aula viva”, este maestro nos deja unos consejos útiles en un contexto en el que más que nunca necesitamos llenar de vida las aulas.

Sin espíritu los estudiantes pierden el impulso de aprender y los maestros su pasión por enseñar. El aula es la célula viva del colegio.

La energía del colegio se produce en cada aula, pero sólo es posible si esta tiene vida. ¿Qué podemos hacer los maestros por nuestros alumnos en tiempos en que la educación es un verdadero desafío?

1Hacerles sentir que son personas

La educación es un trabajo de amistad, un amor que acerca a los padres a sus hijos, al profesor a sus alumnos y a los alumnos entre sí. Un aula productora de energía es aquella en la que el profesor y los alumnos se ayudan porque se sienten personas y están unidos por lazos de afecto que permiten una auténtica amistad.

2Leer en sus ojos los interrogantes

Otro punto de un aula viva se da cuando el profesor es capaz de ver en los ojos de cada alumno un constante interrogante que pregunta todo. Descubre aquellas preguntas o inquietudes y se interioriza en ellas para contestarle con un sentido de responsabilidad.

3Despertarles el deseo de saber

El profesor procura despertar en el alumno el deseo de saber. Es decir, de amar el saber como un bien en sí mismo. Los alumnos no deberían solo responder a recompensas o castigos, sino por un deseo de querer saber. Cuando el maestro enseña con el corazón, crea en los alumnos una gratitud que es terreno propicio para el aprendizaje.

4Ayudarlos a pensar

Hoy en día hay mucha información disponible. El profesor tiene que lograr que los alumnos sean capaces de pensar procesando los datos, cultivando su personalidad y haciéndose así más libres, porque libre es el que piensa por cuenta propia con la debida preparación y no repite inconscientemente lo que otros le dicen.

5Mostrarles con el ejemplo

El maestro es un modelo a seguir y un mentor moral. No se les puede exigir a los alumnos algo que no se tiene. El profesor tiene que intentar mostrar con su vida un mensaje coherente entre teoría y práctica. A veces, las palabras no son necesarias. Con su sonrisa y las buenas acciones se puede enseñar mucho.

6Enseñarles a querer

Hay vida en el aula cuando el profesor le enseña a sus alumnos a amar. El amor es un componente olvidado en el aula y, sin embargo, tiene una importancia extraordinaria en la vida. Los alumnos deben saberse amados por sus educadores. Ver que el maestro se sacrifica por ellos, que comparte su conocimiento y sabe comunicarles estas cosas poniéndose a su altura.

7Conocerlos mejor

En el ambiente del aula es donde a diario el maestro tiene la oportunidad de ir conociendo mejor a cada alumno y al mismo tiempo va aprendiendo de ellos. Conocerlos ayuda a captar sus necesidades, a ser más efectivos en la comunicación y a transmitir el mensaje que queremos dejarles sabiendo que cada uno ha llegado a nosotros con su propia originalidad.

8Animarlos a practicar virtudes

El objetivo de la educación integral es ayudar a los estudiantes a desarrollar su carácter. Es decir, que crezcan en virtudes. Para eso hay que ponerlas en práctica, ya que el bien se aprende haciéndolo. Con el hábito se ejercita cada virtud como la honestidad y la paciencia. La educación del carácter sólo tiene éxito cuando se entiende al alumno en este contexto.

9Inculcarles la generosidad

La necesidad de inculcar en los alumnos una mentalidad de servicio a los demás es fundamental para un aula viva. Al vivir generosamente pequeños actos de servicio con sus compañeros, los alumnos son testigos de las riquezas que ofrece una generosidad abierta más allá del aula con su familia, su escuela y su barrio.

10Educarlos mirando a Cristo

El maestro tiene una profesión admirable, como la de Jesús, que también fue llamado Maestro. Poner la mirada en Cristo como modelo nos recuerda cómo Él mismo enseñaba a los demás con ejemplos y parábolas. Se trata de una catequesis que invita al diálogo con preguntas y respuestas para transmitir conceptos fundamentales.

11Incluirlos en la oración

Un aula está viva cuando en ella se puede establecer una relación con Dios. Hay una visión de eternidad viviendo plenamente el momento presente. Un maestro cristiano reza por sus alumnos y por sus padres y familiares, especialmente los que tienen más dificultades o necesidades especiales en un momento concreto durante su camino de aprendizaje.

12Permitirles que se comuniquen

La estabilidad emocional permite un aprendizaje positivo. Una buena comunicación ayuda a que los alumnos puedan compartir sus pensamientos, algo que no siempre ocurre de modo inmediato. Si estamos dispuestos a ajustar nuestros patrones de enseñanza por su bien,podemos traer ese elemento positivo que nos permita escucharles y devolverles el ánimo.

13Guiarlos a ser mejores personas

El maestro es visto como un artista que ayuda al alumno a convertirse en la mejor persona que puede ser enseñándole ciencia tanto humana como divina. El papel de la escuela es proporcionar un entorno en el que puedan buscar el conocimiento verdadero y, una vez que lo han encontrado, utilizarlo al servicio de la sociedad.

14Crearles un buen clima de estudio

Más que dar indicaciones metodológicas, el maestro debe tener un comportamiento personal ejemplar, presentar una exposición sistemática de las lecciones, tener un tono de voz moderado y cordialidad en el uso de las expresiones. Sea presencial o virtual, el clima de trabajo es importante para invitar a los alumnos a una experiencia amena de aprendizaje.

15Transmitirles la alegría de vivir

El fin último de la educación es formar personas capaces de aprender la alegría de vivir en la tierra como hijos de Dios. Conseguir la alegría en el estudio es una de las metas más preciosas que un educador puede marcarse. Hacerles ver que el trabajo que hacen en clase tiene valor y sientan el gozo de esforzarse para alcanzar aquello que desean.


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