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Estar living, hater, hype… ¿Nuevas palabras para realidades de siempre?

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J.K2507 - Shutterstock

Mar Dorrio - publicado el 17/02/21

Cada generación inventa su propio idioma para anhelos y necesidades que son tan antiguas como la humanidad

Cada generación necesita inventar palabras, y así sus representantes creen, con cierta ingenuidad, que se quedan con los derechos de autor del significado. Empecemos repasando todas esas palabras extrañas de las que están tan orgullosos los jóvenes de hoy en día:

  • “Estás living”: que algo te encanta.

  • ”Tener flow”: que gusta mucho.

  • ”Stalkeo”: el cotillear de toda la vida, sustituyendo el visillo por los botones del móvil.

  • ”Hype”: desear algo profundamente.

  • ”Hater”: el que te tiene manía de toda la vida.

  • ”Lol”: ataque de risa.

  • ”Crush”: flechazo.

  • ”Random”: situación rara.

  • ”Trolear”: el clásico boikot, pero por internet.

  • ”Boomer”: término despectivo equivalente al de “carroza” que se usaba antes.

Sí, las nuevas generaciones, internet… Parece que han cambiado muchas cosas, pero, aunque algunos no lo quieran creer, el alma humana no ha cambiado ni un ápice, aunque tengamos que usar otro diccionario para poder entendernos (un diccionario era un libro gordo que utilizaban los boomers para conocer el significado de las palabras).

El alma humana sigue sintiendo de la misma forma y estremeciéndose por las mismas cosas, de la misma manera que al cuerpo le siguen sentando bien las mismas medicinas que le sentaban bien en mis queridos años noventa, en los sesenta, o en los famosos ”felices años 20”.

Por eso, antes de que llegase a reconocerse como algo realmente importante educar a los niños en la “resiliencia” (palabra que se define como la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas, tales como la pérdida de una persona querida), se conocía la importancia de educar en la sobriedad, un término que puede que no tenga nada de “flow”. Pero que, al igual que la resiliencia, pretendía conseguir niños fuertes, con capacidad de sobreponerse a las estocadas que la vida trae consigo tarde o temprano.

No se negaba una chuche, una peli o un juguete a un niño simplemente por moler; se educaba en esa sobriedad sabiendo que, sólo entrenando todos los días un poco, se es capaz de correr un maratón.

Y el músculo del alma que sustenta la resiliencia, el que se necesita fuerte para superar un hecho traumático, es el mismo que se necesita para ver sólo un capítulo de tu serie favorita de Netflix, o para que sea de verdad que ésa es la última onza de chocolate que te tomarás esta tarde.

Hype, flow, living…

Sin embargo, muchos adultos educados en la sobriedad no entendieron el gran tesoro que se les había transmitido, y decidieron educar a sus hijos con la consigna de: ”¡Que no le falte de nada a mis niños!” .Y, con ese deseo de que no les faltara nada, provocaron que les faltara mucho músculo para afrontar el maratón.

Y, ahora que el maratón no ha llegado de modo aislado, sino que nos ha hecho un abordaje en formato pandemia, nos damos cuenta que necesitamos niños fuertes, para decirles que no podemos ir a dar un paseo y… no pasa nada, que no celebrarán su cumpleaños en una sala de bolas y… no pasa nada. Así que, llámalo resiliencia, sobriedad, o como se llame dentro de diez años, pero no desaproveches oportunidades para que ellos aprendan el ”… y no pasa nada”.

Hace años, la vida nos dio en casa una de sus estocadas, y nos pusimos tristes por un tiempo. Al cabo de los años, nos dio esa estocada otra vez. Y, una de mis hijas que todavía era muy pequeña, me dijo: ”Estoy triste, pero menos. Cuando pasó la otra vez pensé que nunca más nos recuperaríamos, que no volveríamos a ser felices. Ahora sé que no será así”.

Las pequeñas frustraciones les dan la solución, el camino a seguir para superar las siguientes, aunque sean más grandes. Cuando ellos no pueden elegir la película que verán en familia, se están preparando para saber reaccionar cuando les deje su novio o su novia. Cuando no consiguen las deportivas deseadas, se están preparando para el día en que les despidan del trabajo y tengan que vivir de una forma más austera. Además, habrán aprendido el “… y no pasa nada”.

En esta vida no hay atajos. Podremos cambiar las palabras, pero el camino para llegar a buen puerto siempre es el mismo. Un camino que la Iglesia y los santos ya habían encontrado. Y, ahora, le cambiamos el nombre para poder “estar living”.


HURT

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