Diálogos de consultorio: El caso de un matrimonio ante la tetraplejia de su hijo mayor
En el acompañamiento tanatológico, una delicada tarea es ayudar a las personas que sufren a encontrar un sentido al dolor de un destino inevitable; como lo puede ser una enfermedad incurable, divorcio, la muerte de un ser querido, etc.
Esta es una de esas historias.
El joven matrimonio pasaba por la dura prueba en la que, tras un accidente automovilístico, su hijo mayor había quedado parapléjico sin ninguna esperanza de recuperación. Encontrándose, además, con el sentimiento de que habían perdido el derecho a ser felices.
Un sentimiento que ponía en peligro su relación, pues en plena etapa de duelo, comenzaban a conflictuarse. Ya que, al ser de distinta sensibilidad, él rechazaba su dolor planteándose cómo recuperar su vida, mientras que ella, tal actitud la veía mal, y le reclamaba.
Había aparecido la sombra de la quiebra en su relación, pues de una vida placentera que enmarcaba su indudable amor, se encontraban ante la fatalidad de la minusvalía de su amadísimo hijo.
– En el hospital de especialidades – comentaron –, conocimos algunos padres que, como nosotros, han vivido el fortísimo dolor de una dura realidad que se ha quedado para siempre en sus vidas. Y, sin embargo, es evidente que han podido superarlo.
¿Cómo lo han logrado? ¿cuál es el sentido que han encontrado a su sufrimiento?
Fortaleza común
Necesitamos encontrar esa respuesta, más que nada por nuestro nuestro hijo, pues estamos conscientes de que es así como nos necesita. Y lo cierto es que vamos en el sentido contrario – concluyeron con abatimiento.
– Ciertamente se puede encontrar un sentido de vida en la realización de valores que nos dignifican, pues nos ayudan a crecer en virtudes llevándonos a ser ser laboriosos, creativos, productivos; entre otros que tienen que ver más con la relación personal.
Sin embargo, suelen darse en un plano horizontal, cuyos polos opuestos solo el éxito o el fracaso.
En otra dimensión, existe además un valor de actitud de entrega a los demás, por el que las personas pueden alcanzar una suprema dignidad en medio del más duro fracaso y el sufrimiento.
Se trata de un plano inclinado que asciende hasta la más radical esperanza.
Y para lograr subir por ese plano, será necesario desarrollar una fortaleza interior no solo en lo individual, para luego intentar sumarlas; sino, además, una tercera engendrada entre ambos, que les pertenezca como “nuestra fortaleza”.
Logrando entre ambos la actitud adecuada en el sincero sufrimiento de un destino que no tienen ya el poder de cambiar. Para que sea auténticamente compartido, aceptado y trasmitido a su hijo de la forma más positiva posible.
Ese deberá ser el sentido fecundo de su dolor y el cauce por el que podrán retomar gradualmente primero la paz interior; y luego, la vitalidad de toda la familia— afirmé convencida.
Dejar que el otro exprese su dolor
– Sin embargo, será un muy duro reiniciar nuestra vida sintiendo el dolor de nuestro hijo como en nuestra propia carne –, dijeron con triste expresión.
– Es por eso que, no es conveniente rechazar el dolor de esta etapa sino vivirlo cada uno según su sensibilidad hasta agotarlo, para que renazca la esperanza.
En este proceso aprenderán acompañarse y apoyarse cuando las manifestaciones del dolor, según los temperamentos y diferencias psicológicas, exijan al otro la más amorosa paciencia.
La meta a alcanzar será, asumir en los hechos, que sus vidas ya no se darán solo entre los polos del éxito y el fracaso; sino entre la desesperanza que habrán de superar y la actitud del cumplimento de una misión de amor.
Pasado un tiempo constatamos con profundo optimismo, cómo el dolor, los medios puestos y la esperanza asumida han acrisolado su unión amorosa, mientras su hijo se va superando.
Con la actitud correcta, ante situaciones irremediables, no existe ninguna situación que no pueda ser ennoblecida por el servicio y la paciencia de quien lo padece. Y alcanzar así su máxima dignidad de ser persona.
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