En Cesarea de Palestina, Elías, Jeremías, Isaías, Samuel y Daniel fueron unos cristianos egipcios que, por haber servido a los confesores condenados a las minas fueron detenidos y encarcelados a comienzos del siglo IV.
El prefecto romano ordenó que se les aplicaran duros tormentos y finalmente los degollaron.
Después fueron martirizados Pámfilo y Valente, sacerdote y diácono de Jerusalén respectivamente, así como Pablo, que llevaba dos años en la cárcel.
También Porfirio, el anciano Teodulo y Julián, que había llegado como peregrino y fue denunciado por besar con devoción los cuerpos de los mártires. Este último fue quemado a fuego lento. Era el año 309.
Palabras de Jesús
"Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena".