¿Qué nos ofrece la Fe en tiempos de pandemia? Hablamos con Monseñor Juan Antonio Martínez Camino sobre las implicaciones sobrenaturales de la Covid-19: ¿Cambio de época?
“La Fe en tiempos de pandemia. De la utopía a la esperanza” de la Editorial Encuentro es un libro para leer poco a poco. Se trata de las reflexiones de múltiples autores (Sergio Sánchez-Migallón, José Granados, Ignacio Carbajosa, Ángel Cordovilla, Alfonso Carrasco Rouco, Mauro-Giuseppe Lepori), cada uno de ellos con una visión y un punto de partida distinto, pero todos ellos con un nexo común: Siempre hay esperanza.
Se trata de un libro para meditar, para pensar, para reflexionar. ¿Estamos ante un cambio de época? ¿Saldremos fortalecidos? ¿Qué va a pasar ahora? Un libro que te ayuda a comprender con ojos de la fe lo que está ocurriendo o por lo menos te hace replantearte muchas cuestiones y propugna el diálogo y el pensamiento.
Algunas de estas dudas hemos querido hacérselas directamente a su editor, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid.
Nos creíamos superhombres. Algunos incluso hablaban del transhumanismo y casi la inmortalidad. Pero llegó un pequeño bichito… un virus y nos ha mostrado nuestra vulnerabilidad. En el primer capítulo del libro se propone que estamos al final de la ideología del progreso. ¿Por qué?
Juan Antonio Martínez Camino: La percepción de la llamada macrovulneravilidad, es decir, de que la Humanidad entera, como conjunto, es vulnerable, podría poner en cuestión el mito moderno de que ella es la actora omnipotente de una historia que avanza inexorablemene hacia el paraíso terrenal. Tal utopía, desmentida ya históricamente por el dramático siglo XX, priva a la gente de la esperanza verdadera.
La pandemia es una prueba
En anteriores crisis, anteriores epidemias como la gran peste, la gripe española… el hombre miraba al cielo, rezaba y pedía ayuda a Dios, una respuesta. Ahora la única respuesta se busca en la ciencia, en la vacuna, en los expertos. ¿Acaso Dios no tiene nada que decir en esta pandemia?
La cultura pública occidental moderna no cuenta para nada con Dios. Vive del mito de la omnipotencia de la Humanidad. Se considera “autónoma”, no admite más referencia que el propio ser humano. Pero esa “autorreferencialidad” la incapacita para vivir de acuerdo con lo real, que antes que producto (factum) es don (donum). Todo – menos la soberbia satánica y humana – es don.
Quien da el don del ser da también el per-dón de la redención. Por eso, hay futuro. La pandemia es una prueba que se puede convertir en un revulsivo para la esperanza. Por eso hay también tantos que oran en medio del sufrimiento.
En el segundo capítulo se habla de otro tipo de progreso, del progreso moral. ¿Es posible un enriquecimiento moral con lo que estamos viendo? ¿Aprenderemos de los errores cometidos, como por ejemplo, el abandono de los mayores?
El progreso moral no es algo automático, garantizado, como erróneamente sostiene la ideología del progreso. No somos mejores ni peores que nuestros abuelos. Se acumulan los saberes sobre el mundo material y las capacidades técnicas para transformarlo.
Pero, aunque el patrimonio moral de la Humanidad también crezca gracias a la experiencia histórica, la voluntad de actuar humanamente no se acumula, dado que, por definición, ha de ser movida por la libertad de cada persona en cada generación. Podemos aprender de los errores. Pero tenemos que tener capacidad y voluntad de hacerlo. Ojalá que la pandemia dé lugar a una mayor sabiduría e incluso a una nueva orientación más humana del modo establecido de pensar y de vivir.
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