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Padre Portella, el misionero italiano que quiere morir en Colombia

ERMOLAO PORTELLA

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El padre Ermlao tuvo covid el año pasado, pero sin ningún síntoma como relatan sus compañeros sacerdotes.

Lucía Chamat - Aleteia Colombia - publicado el 02/02/21

A pesar de que su familia le ha pedido que regrese a Italia, el padre Ermolao Portella quiere morir en Colombia, donde ha desarrollado su misión evangelizadora con campesinos.

A sus 82 años, el sacerdote Ermolao Portella, de la Comunidad Píos Obreros Catequistas Rurales Misioneros Ardorinos, quiere seguir trabajando en Colombia.  Su deseo es morir cerca a los pueblos campesinos a los que sigue evangelizado sin cansancio y con el mismo entusiasmo de los primeros días.

Entre Italia y Colombia

Después de más de diez años en la misión colombiana, volvió por seis años a Italia como superior general de su comunidad. Al terminar su período, le dijo en una carta al nuevo superior que estaba disponible para ir a cualquiera de las misiones.  Pero nada deseaba más que regresar al país suramericano.

Así fue como retornó en el año 2016 al municipio de Garzón, ubicado en el departamento del Huila (al sur de la región Andina). En la zona rural han trabajo los Misioneros Ardorinos desde hace 33 años. En este pueblo cafetero, conocido por su tradición religiosa católica, los ardorinos han desarrollado su vocación de hacer apostolado con la gente del campo.

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“Quiero seguir en Colombia”

“Mi familia son los garzoneños, yo renuncié a mi familia de sangre para descubrir una familia espiritual”, dice este italiano nacido en Santa Caterina Albanesse. En Italia están sus hermanos y sobrinos, todos muy cercanos a él, aunque la pérdida de la memoria le hace olvidar en ocasiones sus nombres.

En conversación con Aleteia, el padre Portella contó que son cuatro hermanos y que todos aprendieron desde niños el idioma albanés:

“Los albaneses eran perseguidos por los turcos a causa de su religión católica y al escapar de su país, fundaron varios pueblos, entre ellos el mío. Con mi mamá, mi abuela y mi tía, nunca hablé italiano y eso me facilitó aprender el español”.

Aunque su proyecto es “permanecer tranquilamente en Colombia hasta la muerte”, extraña a su familia y la comida italiana. A pesar de todo el tiempo que ha vivido en estas tierras, no se acostumbra a comer arroz todos los días o el cerdo tal como se prepara aquí. “Lo comen fresco, en Italia se sacrifica el marrano y la carne se cuelga para comer durante semanas”, expresó.

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No fue todo fácil 

Por otro lado, la época que estuvo en el Capítulo General de su comunidad no fue del todo fácil. Por ejemplo, su salud se deterioró, según cuenta el padre John Jairo Argote. Este hombre lo acompañó en su viaje de regreso y fue testigo de la felicidad que sintió al volver a la finca de Garzón.

El padre Ermolao recuerda que cuando llegó a Colombia celebraba tres misas cada domingo en el campo y en la montaña. También viajaba hasta veredas lejanas. Ahora celebra las eucaristías en el templo que construyeron en la casa de formación, aunque deben hacerlo acompañado de otro sacerdote, porque olvida algunas partes.

Superó el coronavirus 

Además de sus problemas de memoria, el padre Portella presenta diabetes e hipertensión. A pesar de estos antecedentes de salud, superó con éxito el coronavirus sin presentar ningún síntoma.

“No le dijimos que tenía el virus para no preocuparlo, pero él quería salir de la habitación y nos preguntaba por qué le llevábamos la comida allá, no entendía qué estaba pasando, no supo que algunos de los que vivimos en esta finca se contagiaron, afortunadamente sin graves consecuencias”, asegura el padre Argote.

“Un verdadero misionero”

Este sacerdote, ordenado hace cinco años, no duda en afirmar que el sacerdote italiano es un misionero en todo el sentido de la palabra: “Generoso, de un amor desinteresado por las familias necesitadas. Yo soy del campo y en mi vereda nos ayudaba a reparar viviendas y construir capillitas, a mí la obra de este hombre valiente me enamoró de Dios y de la Iglesia”.

La mayoría de seminaristas y sacerdotes de los Píos Obreros Catequistas Rurales Misioneros Ardorinos son jóvenes del campo y tienen adicionalmente una misión en San Vicente del Caguán –zona que en el pasado sufrió mucho por los conflictos con la guerrilla– de la cual se retiraron debido a la falta de vocaciones.

La pandemia y el campo

Su obra consiste en atender comunidades campesinas, acompañar familias en dificultades, dar orientación a jóvenes, apoyar a los párrocos y se constituyen en un gran soporte espiritual en medio de las realidades dolorosas de los hermanos del campo.

La pandemia ha representado varias dificultades para los Misioneros Ardorinos en Colombia, pasaron de hacer una intensa vida pastoral por las veredas vecinas, que además les generaba aportes económicos, a no poder salir y no recibir ayudas.

“En ese momento es donde uno más ve la gracia de Dios. La gente del campo jamás ha dejado de suplirnos, no nos faltan los huevos, los plátanos o la yuca y las otras casas que estaban más acomodadas nos apoyaron, sentimos la fraternidad”, dijo el padre John Jairo a Aleteia.

Guiados por Don Bosco

La Comunidad Píos Obreros Catequistas Rurales Misioneros Ardorinos nació en Montalto Uffugo. Italia, en 1928. El fundador fue un padre diocesano a quien el Señor le inspiró acompañar y evangelizar a los hermanos del campo, guiado por la espiritualidad de Don Bosco. Hasta 1940 existían los Píos Obreros y los Catequistas Rurales y en ese año el Papa los unificó en la comunidad que hoy conocemos y que ha llegado a Canadá, India, Tanzania y otros países africanos.

ERMOLAO PORTELLA
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ORACIÓN POR LOS CAMPESINOS

  1. Ermolao Portella, 1992

Señor Jesús, a ti te eran familiares las imágenes del trabajo agrícola y de la vida rural, y te has servido de ellas para anunciar el Evangelio a los pobres.

Te pedimos por los Rurales de nuestro tiempo, particularmente por los Campesinos que se dedican al trabajo del campo.

Ellos, testigos y colaboradores de la Providencia creadora, vivan siempre fieles a tu ley de verdad y de amor y cultiven la santidad de la vida cristiana con el mismo amor con el cual cultivan sus campos.

Vean reconocidos el valor y la dignidad del trabajo agrícola, en una medida que les recompense de la dura fatiga cotidiana.

Envíales nuevos obreros del Evangelio que, anunciando incansablemente el amor del Padre, Divino Agricultor, les ayuden a ser, en Ti, sarmientos vivos, para una comunión sin fin. Amén.


PADRE RAFAEL GARCIA HERREROS

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