Su caso alcanzó las portadas nacionales y reveló tanto las burocracias que dificultaban el tránsito entre pueblos vecinos como las dificultades del sistema de salud argentino
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En su casa de Las Termas de Río Hondo, en paz, mientras dormía, falleció Abigail Jiménez. Tenía 12 años. Durante cinco años, con el incondicional apoyo de sus padres, había batallado contra el cáncer. Su caso expuso cómo las burocracias creadas para controlar la Pandemia ignoraron en algunos casos los dolores y afecciones de pacientes de otras patologías.
En noviembre pasado se viralizó una fotografía que mostraba a su padre cargándola por una carretera rural tras ser detenido en un cruce de frontera provincial. La familia de Abilgail vive en Termas de Río Hondo, Santiago del Estero; pero su caso era seguido en San Miguel de Tucumán, en la provincia de Tucumán, a 90 kilómetros de su casa. Durante todo el año, durante la pandemia, los traslados se redujeron, y los dolores de una instancia que ya se presentaba como paliativa, fueron creciendo.

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Su papá la tomó en brazos
Sus papás no contaban con movilidad propia y el municipio local le prestó una camioneta. Pero al volver a su provincia tras la consulta con el nosocomio tucumano, en el medio de restricciones interprovinciales que impidieron en algunos casos que familiares visiten a parientes moribundos incluso por patologías ajenas al COVID, la policía no autorizó el ingreso de la familia a su pueblo.
Dos horas se demoraron en autorizar el ingreso de la familia, bajo el sol, y con todas las incomodidades de una niña con un cáncer avanzado. Un Comité de Emergencia creado adhoc para la Pandemia debía autorizarla, pese a que tenía el visto bueno del intendente local.

Hasta que su papá Diego Armando, cansado, la tomó en brazos mientras ella lloraba, ignoró las advertencias policiales, y caminó. En el camino, Carmen, la mamá, retrató la escena. Al poco tiempo fueron recogidos y llevados hasta su hogar, pero la fotografía del padre y la niña se viralizó rápidamente por las redes sociales, e incluso fue ilustrada por un usuario de Twitter que potenció su alcance.
Un caso que conmocionó a la opinion pública
Su caso alcanzó las portadas nacionales y reveló tanto las burocracias que dificultaban el tránsito entre pueblos vecinos como las dificultades del sistema de salud de continuar tratamientos en marcha, tanto curativos como paliativos, de patologías no COVID.
Abigail padecía un sarcoma de Ewig, un cáncer de huesos, en la pierna izquierda. Había sido trasplantada en 2016, y en 2019 había reiniciado un tratamiento de quimioterapia, culminado antes del inicio de la Pandemia. Durante todo 2020, su salud se fue deteriorando, y las medidas restrictivas la alejaron del seguimiento médico que necesitaba. Hasta la exposición del caso. Tuvo una interconsulta en Buenos Aires donde se confirmó el avance de la enfermedad, y tras la exposición de su caso, el Estado procuró que nada le falte.

Murió en paz
Mientras la atención de los medios de comunicación viró bruscamente hacia el deceso de Diego Maradona, Abigail continuó su tratamiento paliativo en su hogar y sin las trabas que padeció durante gran parte del 2020 para consultar los médicos. Con las semanas fue recuperando un estado que le permitió transitar sus últimas semanas en relativa paz. Incluso pudo celebrar la Navidad en familia, en la vereda de su casa. Y su último día fue como se merecía la familia.
Según relató al diario La Nación su mamá, ese último domingo de Abigail fue un día de paz: “Abi nos pidió dar una vuelta en auto porque estaba lindo, fresquito, nublado y fuimos a pasear por la ciudad, por la costanera, yo la tenía y ella sacaba la cabeza por la ventana y le daba el viento. Sonreía, ‘mija’, cerraba los ojos y el viento le hacía el pelito para atrás. Cuando la vi así sentí algo raro en el pecho, una mezcla de alegría, tristeza, y ella me miró y me agarró bien fuerte la mano”.
Esa tarde volvió, se acostó, bromeó con la enfermera, se durmió, y falleció. Murió en paz. Se lo merecía.