En la misa que coincide con la XXV Día Mundial de la Vida Consagrada, el Papa dijo que la tristeza interior es un “gusano” que nos come por dentroEl papa Francisco dijo hoy que Dios enseña a las personas la resiliencia, es decir la capacidad para superar circunstancias traumáticas.
“Nos enseña la resiliencia, la valentía de volver a comenzar, siempre, todos los días. Después de las caídas, siempre, volver a comenzar. Él es paciente”.
Este martes, 2 de febrero, a las 17:30, el papa Francisco celebró la misa en la Basílica de San Pedro con motivo de la Fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo, que coincide con el XXV Día Mundial de la Vida Consagrada.
“Nuestra paciencia. Fijémonos en la paciencia de Dios y la de Simeón para nuestra vida consagrada. Y preguntémonos: ¿qué es la paciencia? No es una mera tolerancia de las dificultades o una resistencia fatalista a la adversidad.
El Papa volvió a presidir la misa luego de una pausa a causa de un dolor de ciática.
Durante el rito, que se abrió con la bendición de los cirios por parte del Papa y la procesión en la que participó activamente, continuó con la celebración eucarística y la homilía.
“La paciencia no es un signo de debilidad: es la fortaleza de espíritu que nos hace capaces de “llevar el peso” de los problemas personales y comunitarios, nos hace acoger la diversidad de los demás, nos hace perseverar en el bien”, afirmó.
El Papa indicó que Dios ayuda a la personas, “incluso cuando todo parece inútil, nos mantiene en movimiento aun cuando el tedio y la pereza nos asaltan”.

La bendición de la velas
Todos los presentes recibieron una vela. Las velas se encendieron antes de que comenzara la celebración. Las luces de la Basílica se atenuaron.
Con un cirio en la mano, y cojeando un poco, Francisco llegó hasta el Altar de la Cátedra. También incensó el cuadro de la Virgen con el niño.
Todo acompañado por el coro que entonó la antifona, o luz radiante, y el Gloria De angelis en la introducción de la misa, entre otros cantos.
Después del Evangelio de Luca (2, 25) donde se narra la presentación del niño Jesús al Templo por María y José, el Papa pronunció su homilía.

La paciencia en la vida personal
El Papa indicó tres “lugares” en los que la paciencia toma forma concreta.
“!La primera es nuestra vida personal. Un día respondimos a la llamada del Señor y, con entusiasmo y generosidad, nos entregamos a Él. En el camino, junto con las consolaciones, también hemos recibido decepciones y frustraciones”.
A veces, el entusiasmo de nuestro trabajo no se corresponde con los resultados que esperábamos, nuestra siembra no parece producir el fruto adecuado, el fervor de la oración se debilita y ya no somos inmunes a la sequedad espiritual.
Puede ocurrir, dijo, “que la esperanza se desgaste por las expectativas defraudadas. Debemos ser pacientes con nosotros mismos y esperar con confianza los tiempos y los modos de Dios: Él es fiel a sus promesas”.
Recordar esto nos permite replantear nuestros caminos y revigorizar nuestros sueños, sin ceder a la tristeza interior y al desencanto.
Así, el papa Francisco destacó que la tristeza interior es un “gusano” que carcome desde dentro la persona.

La paciencia en la vida comunitaria
El segundo lugar, afirmó, “donde la paciencia se concreta es en la vida comunitaria”.
“Las relaciones humanas” no siempre son pacíficas. “A veces surgen conflictos y no podemos exigir una solución inmediata, ni debemos apresurarnos a juzgar a la persona o a la situación: hay que saber guardar las distancias, intentar no perder la paz, esperar el mejor momento para aclarar con caridad y verdad.
No dejarse confundir por las tempestades”.
En nuestras comunidades necesitamos esta paciencia mutua: soportar, es decir, llevar sobre nuestros hombros la vida del hermano o de la hermana, incluso sus debilidades y defectos. ¡Todos!
Recordemos esto: el Señor no nos llama a ser solistas, hay tantos en la iglesia lo sabemos, sino a formar parte de un coro, que a veces desafina, pero que siempre debe intentar cantar unido”.

La paciencia ante el mundo
Por último, el tercer “lugar”, la paciencia ante el mundo. “Simeón y Ana cultivaron en sus corazones la esperanza”, recordó. “No se lamentaron de todo aquello que no funcionaba, sino que con paciencia esperaron la luz en la oscuridad de la historia”.
El Papa dijo que hay ‘doctores’ en quejas en este mundo. “Necesitamos esta paciencia para no quedarnos prisioneros de la queja: “el mundo ya no nos escucha”, “no tenemos más vocaciones”, “vivimos tiempos difíciles”…
A veces sucede que oponemos a la paciencia con la que Dios trabaja el terreno de la historia y de nuestros corazones la impaciencia de quienes juzgan todo de modo inmediato. Y así perdemos la esperanza”.
La paciencia nos ayuda a mirarnos a nosotros mismos, a nuestras comunidades y al mundo con misericordia.
Podemos preguntarnos: ¿acogemos la paciencia del Espíritu en nuestra vida? En nuestras comunidades, ¿nos cargamos los unos a los otros sobre los hombros y mostramos la alegría de la vida fraterna? Y hacia el mundo, ¿realizamos nuestro servicio con paciencia o juzgamos con dureza?
Son retos para nuestra vida consagrada: no podemos quedarnos en la nostalgia del pasado ni limitarnos a repetir lo mismo de siempre.
Necesitamos la paciencia valiente de caminar, de explorar nuevos caminos, de buscar lo que el Espíritu Santo nos sugiere. Ni en los lamentos de todos los días.
El Papa afirmó que la paciencia requiere humildad y sin publicidad así como la tuvo Simeón y Ana. “Contemplemos la paciencia de Dios e imploremos la paciencia confiada de Simeón, para que también nuestros ojos vean la luz de la salvación y la lleven al mundo entero”, concluyó.
Concelebraron con el Papa, el Prefecto, el Secretario, los sacerdotes oficiales de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y los Superiores Generales de las Órdenes Religiosas.
Antes de la bendición final, el cardenal Braz de Aviz dirigió un saludo al Pontífice.
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