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La historia es conocida: San Pablo, que perseguía a los cristianos, fue derribado por Dios en el camino a Damasco. En realidad, su conversión empezó en ese momento, y culminó al recibir el bautismo de manos de un judío converso llamado Ananías. Y podemos localizar el lugar exacto de su conversión.
En los Hechos de los Apóstoles leemos que «cuando iba de camino y se acercaba a Damasco, de repente una luz del cielo lo envolvió en su luz» (Hch 9, 3). Pablo, completamente ciego, permaneció tres días sin comer ni beber. Durante este tiempo, Dios se aparece a un discípulo llamado Ananías y le pide que vaya
… «a la calle llamada Recta, y busca en casa de Judas a un tal Saulo de Tarso. Él está orando, y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entraba y le imponía las manos para devolverle la vista».
Así que Ananías acudió al lugar e impuso las manos a Pablo, diciendo:
«Saulo, hermano mío, el Señor Jesús –el mismo que se te apareció en el camino– me envió a ti para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo». En ese momento, cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado.(Hechos 9, 17-18).