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La puerta a tu interior: ¿A quién abrirla? ¿Cuándo cerrarla?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 19/01/21
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Si abro mucho la puerta hacia fuera y nunca la cierro, corro el peligro de dejar cerrada la puerta que me lleva a encontrarme conmigo mismo…Comienza el año y se abre una puerta.

En la catedral de Santiago de Compostela en España, por ser año jacobeo, se abre la puerta del perdón. Se derriba el muro que la cubre y queda abierta la puerta para que los peregrinos puedan pasar bajo su umbral y experimentar la misericordia de Dios en sus vidas.

Es lo que yo necesito para sentirme totalmente aceptado, integrado, amado. Pasar por esa puerta que se abre ante mis ojos.

Sé que antes es necesario que un muro sea derribado. Una puerta oculta, la puerta del perdón.



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Entrar por una puerta tiene un significado muy hondo. En la Basílica del Nacimiento de Jesús en Belén hay también una puerta pequeña por la que uno entra agachándose, humillándose. La puerta se abre para que pueda pasar, para que mi vida pueda cambiar.

BETLEJEM, PALESTYNA

fot. Iwona Flisikowska

Inicios y finales

Me gusta esa imagen de la puerta. En ocasiones no veo puertas que atravesar. Y me quedo quieto, paralizado, sin saber el camino a seguir.

Me gustaría entender que mi vida comienza cuando paso por una puerta. Cuando entro a través de una puerta. O cuando salgo por esa puerta. Todo depende del momento de mi vida.

He atravesado muchas puertas en mi camino. Unas veces implicaron un comienzo. En otras ocasiones era el final de algo, una puerta de salida.

Pero recuerdo con cariño muchas de esas puertas que se dibujaron ante mis ojos.

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Di Happy Max – Shutterstock

Tal vez tuvo que caer un muro que las cubría y entonces vi claro el camino. Puede que fueran muy pequeñas y no quería abajarme tanto para pasar por ellas.

Especialmente guardo cariño a las veces en las que pasé por una puerta del perdón. Me agaché, me humillé, pedí perdón por mi pobreza, por mi pecado, y comencé un camino nuevo, un camino de salvación.

Me gusta pensar en esa puerta del perdón que me lleva al corazón de Dios. Sólo ahí puedo descansar, en Jesús.

Mis puertas

En mi vida hay muchas puertas. Algunas dan al mundo, al exterior.

Ahora muchas de mis pantallas son esas puertas que me vuelcan en el mundo que me rodea, con su dolor, con su violencia, con sus cosas bellas, con el amor que también veo.

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Shutterstock | novak.elcic

Decía el padre José Kentenich:

“Se han abierto de par en par ventanas y puertas (…), nosotros no sólo hemos mirado hacia el interior de la Iglesia, sino que también miramos hacia afuera, miramos hacia el mundo”.

Puertas que se abren. Ya no puedo ponerle puertas al mundo tratando de que no entre en mi alma. Sería como querer poner puertas al campo.

Pero yo tengo otra puerta interior que me lleva a lo más profundo de mi alma donde hay mucho misterio.

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Elijah Hiett/Unsplash | CC0

Si abro mucho la puerta hacia fuera y nunca la cierro, corro el peligro de dejar cerrada la puerta que me lleva a encontrarme conmigo mismo.

La puerta del alma

Comienza este año con una puerta y pienso que esa puerta interior es la que tengo que cruzar muchas veces para saludarme a mí mismo, para quererme más, para comprenderme.

Y dejar que por esa puerta entre Dios. Él está a la puerta de mi alma y llama. Espera paciente. Jesús siempre aguarda.

“Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3,20).

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KieferPix | Shutterstock

No me niego a que el mundo me toque por dentro. No quiero detener el viento. Pero sí abro la puerta a Jesús. Dejo que entre y con Él quiero que entren también otras personas.

No me cierro, no me aíslo, no me niego a la vida ni al amor. No dejo a un lado la confianza que me dan, los lazos que me tienden.

Quiero al mismo tiempo guardar cerrada la puerta de mi alma. No me quiero derramar sin cuidado en el mundo. Dejando sin misterio lo que guardo escondido. Es mi verdad que guardo con pudor, con sana distancia.

No quiero vivir contando todo lo que siento, lo que me pasa, lo que me asusta, lo que me alegra, lo que me inquieta, lo que me preocupa, lo que amo, lo que sueño, lo que espero. No vivo desparramado en el mundo.

Puertas abiertas

Me abrirán otras puertas en este año. Puertas de corazones que se confiarán. Entraré de rodillas con inmenso respeto. Sin violentar la entrada. Agachándome con humildad. Sin más pretensiones.

Y habrá otras puertas que Dios pondrá ante mis ojos. Pasos que habré de dar o retener. Palabras que habré de decir o cubrir con un pudoroso silencio.

Puertas que se abren y se cierran. Puertas que me abren a la vida, puertas que me enseñan la senda de la entrega, de la generosidad.

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No lo dudo, me pongo en camino. Sólo el que busca encuentra puertas ante sus ojos. Si yo no busco nada nuevo, nada encontraré en mi vida. Y me parecerá que todas las puertas siguen cerradas.

Me quedo mirando la puerta del perdón. Quiero pasar por ella para volver a empezar. Para sonreír, para soñar. No me detengo.

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