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Una vida plena cuando aún no has descubierto tu camino

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By Eugenio Marongiu/Shutterstock

Perdonar es liberador.

Carlos Padilla Esteban - publicado el 15/01/21

Mientras buscas a qué estás llamado en este mundo puedes vivir apasionadamente un presente lleno de sentido

Lo que me sostiene en la vida es la certeza de saberme amado y entender que todo lo que vivo merece la pena. Pero en ocasiones me pregunto cuál es mi camino, mi misión, qué quiere Dios que haga. En la película Soul se plantea uno de los protagonistas:

“Dicen que naces para algo, pero ¿cómo sabes qué es esa cosa? ¿Qué pasa si eliges la incorrecta? O la de otra persona, y quedas atrapado”.

He nacido para algo, tengo una misión delante de mis ojos y a veces no la veo. Hago cosas, vivo experiencias, ¿tengo claro lo que quiere Dios para mi vida?

¿Y si me equivoco de misión?

Un año más ante mis ojos. ¿Será el año en el que sepa el sentido de lo que hago? ¿Seguiré haciendo lo mismo que hasta ahora? Comenta el protagonista de la película:

“No sé qué voy a hacer con mi vida, pero sí se que voy a vivir cada minuto de ella”.

Trato de acertar con mi propósito, con mi sentido, con mi misión. ¿Y si no acierto? ¿Y si me meto en la piel de otro queriendo vivir su vida y no la mía?

Corro el peligro de no ser fiel a lo que dice mi corazón. Simplemente quiero aprender a vivir el presente con un sentido.


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El presente en tus manos

En ocasiones tengo expectativas de lo que creía iba a ser el sueño de mi vida. Y cuando llega no es tal como yo lo había soñado. Y entonces me levanto con un nuevo sueño. Queriendo recorrer otra etapa distinta del camino.

Y no sé si acierto tampoco. Esa lucha mía por acertar, por encontrar, por ser feliz haciendo lo que me hace feliz, a mí, a otros…

Lo importante será vivir cada minuto de mi vida con pasión.

“Un pez joven le pregunta a un pez sabio: – ¿Dónde está el océano? Y el pez sabio le responde: – Aquí donde nadas es el océano. Y el joven responde: – No, esto es solo agua”.

Vivo soñando con océanos que no toco, que no veo, que no encuentro. Y no me doy cuenta de que lo que hoy hago puede que sea mi océano. Quiero vivirlo con alegría. Sin pedirle más al hoy de lo que me pueda dar.

Alguien te ama siempre

Escucho las palabras del profeta. Son las palabras que Jesús hizo suyas en su corazón. Son palabras que dan alegría y esperanza:

“Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre Él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en la tierra y sus leyes, que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te he formado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas”.

Parece una misión imposible, inabarcable. Una misión que supera las fuerzas de cualquier hombre. Pero Dios sostiene a su hijo en esa entrega. Es su elegido, su preferido.

En Jesús el sentido de tu vida

Estas palabras me tocan personalmente. Yo también quiero ser como Jesús.

No quiero quebrar la caña cascada, pero a veces, con mis gritos, con mi falta de respeto, puedo hacerlo. No quiero apagar la llama vacilante, y a veces con mis exigencias y demandas, la acabo apagando.

Quiero abrir los ojos de los ciegos, para que vean lo que yo veo, lo que Dios les muestra. Y llevar sus corazones y atarlos al de Dios. Quiero liberar a los cautivos que viven presos de sus ambiciones y pecados.

O dejar que sea Dios a través mío el que los libere. Jesús libera, no soy yo.

Quiero dar luz al que habita en las tinieblas, más con mis obras que con mis palabras. Veo a menudo que mis obras no son de luz, sino de oscuridad.

Me parece una misión para toda una vida. ¿No podría ser ese el sentido de mis pasos? ¿Es suficiente para colmar todos mis sueños y pretensiones?

Sueña y ten paciencia

Sueño con un océano que a menudo no logro ver en lo que me sucede, en lo cotidiano, en mis aguas diarias donde Dios habita.

Me imagino recorriendo parajes diferentes. Habitando tierras distintas a la de ahora. Haciendo cosas únicas y sagradas, nuevas. Y dejo de valorar mi presente, mi momento, la tierra que habito, el silencio que guardo, las palabras que lanzo al viento.

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Shutterstock | Peshkova

Quiero amar la misión de hoy, la que ahora toco. Mi misión humana en el plan de Dios. El otro día escuchaba una canción de Cristóbal Fones:

“Vivo en el lado desnudamente humano de la vida, vivo en el lado sagradamente humano de la vida. Amo lo que se gesta en el silencio, el confluir del río en la llanura, los embarazos y el muy sabio invierno. Soy figura emergiendo de la piedra”.

Pensaba que también vivo yo en ese lado humano de la vida, allí donde la belleza surge silenciosamente de la tierra y no hay nada que temer.

Basta con tener paciencia y esperar. Con vivir dejando que surja la figura tallada desde la piedra. Poco a poco descubriré para qué he nacido.

Irás descubriendo

Mientras tanto tendré que vivir con alegría cada hora de esta vida donde Dios me habita. Esa certeza es la que me sostiene. Un Dios que me ama y sabe que me necesita en esta tierra para dar alegría y sembrar esperanza.

El cómo quiere que lo haga lo iré descubriendo paso a paso, sin miedo, no me complico demasiado. Sé que Él sabe mejor que yo lo que me conviene.

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digitalienpsb | Shutterstock

No pretendo una misión que no sea la mía. Y sé que puedo confundirme a veces. Vuelvo a empezar. La vida merece la pena cuando la vivo con pasión y alegría. No me desanimo.

Los días pasan sin darme cuenta. Tengo el poder oculto bajo la piel de transformar lo que toco. Puedo reinventarme cada nuevo año, volver a existir con una fuerza antes desconocida.

El desafío te reta

La misión me supera, eso siempre lo espero. Como me deseaba una persona al comenzar el año:

“Que siempre tengas un trabajo que te supere y la certeza de tener siempre menos dinero del que necesitas”.

Me gustó pensar en un desafío ante mis ojos que supere mis fuerzas. Para que no me acostumbre a recorrer siempre los mismos mares. Y no caiga en ese aburguesamiento que le quita la magia a mis días.

Quiero comenzar siempre de nuevo a recorrer caminos nuevos. Con menos poder del que quisiera, menos fuerzas de las que necesito. Sin todas las capacidades de las que me harían falta. Con menos tiempo del que quisiera.

Siempre viviré al límite, en tensión, sin bajar la guardia. Atento a la vida que pasa ante mis ojos, dispuesto a vivir, a actuar, a dar la vida.

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