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Esta sencilla conversación ayudó a un enfermo a aceptar la muerte

LONELINESS

Shutterstock | Gorodenkoff

Orfa Astorga - publicado el 06/01/21

"Si muero… ¿qué sentido ha tenido todo lo logrado?"

—¿Qué le gustaría que sucediera como lo más importante en su vida cuando se restablezca? –le preguntaba en atención tanatológica a mi paciente, un enfermo con un cáncer que ofrecía positivas probabilidades de curación.

Unos momentos de silencio y contestó: —En realidad, lo único que desearía es estar vivo —luego agregó suspirando—. Y pensar que toda mi vida me he superado a base de mucho esfuerzo, y ahora que empiezo a disfrutar, me enfrento con que no soy nada ante la enfermedad, y a mi temor a la muerte…

Mis probabilidades de curación no son de un cien por ciento y si muero… ¿qué sentido ha tenido todo lo logrado? —se lamentó.

—Sin embargo, usted tenido una buena vida —le contesté.

—Ya no lo pienso así —contestó en un cuadro de aguda depresión.

—Le sugiero que hagamos un ejercicio de imaginación, para que descubra porque no debe de pensar así.

—Usted dirá —contestó dudoso.


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Una vida y una muerte con sentido

—Han pasado algunos años y usted visita a un viejo amigo muy apreciado, y lo encuentra a punto de morir por una inesperada enfermedad. Usted sabe que su amigo ha pasado por muchas penurias al quedar inválido tras un accidente, y con una familia a la que finalmente ha logrado sacar adelante.

Charlando, le escucha decir que su vida, con su triste final después de tantas penurias, definitivamente, ha perdido todo sentido.

¿Qué le diría usted para consolarlo, convencido de sus palabras?

—Solo lo puedo responder teóricamente -contestó.

—Está bien, lo importante es la reflexión.

—Le diría que su vida no fue un fracaso. Que ciertamente estuvo llena de dificultades y tuvo que cumplir con muchas y penosas tareas, pero que solo de esa manera pudo sacar adelante a su familia, así que el sentido de su vida fue llevarlas a cabo, y que por ello puede morir en paz.

—Ahora suponga que es su amigo, quien, olvidándose de sus penurias, al saberlo enfermo lo visita y lo anima, diciéndole lo mismo en palabras más, palabras menos.

¿Cuál sería entonces la verdad a la que ambos estarían haciendo referencia?

—Bueno a que lo que verdaderamente importa no es tanto que la vida de una persona esté llena de dolor o de alegrías placenteras, sino que esté llena de sentido.

—¿Y cómo describiría ese sentido?

Amor

—Construir la vida con la libertad del amor hacia los demás y si es necesario con abnegación y sacrificio, que es lo que habría hecho mi imaginario amigo.

Tras unos minutos de silencio, dijo:

—Siendo así, reconozco que ciertamente me he esforzado por superarme, pero lo he hecho tomando demasiado en cuenta la opinión ajena como medida para autovalorarme, cuando lo único que debía importarme era hacerlo todo por amor.

Ahora creo que mi enfermedad puede curarme de haber vivido con un vacío que no consideraba —dijo profundamente reflexivo.

—A todos nos es bueno considerar nuestro final porque nos impulsa a corregir errores para reencontrarnos con el verdadero sentido de todo lo que hacemos y de nuestra vida misma. —le dije reconduciendo la charla.

Pensar en la propia muerte

Ciertamente todos tememos morir. Es natural, solo que hay quienes le temen verdaderamente a la muerte. No pueden sobreponerse porque han perdido el sentido de su vida por dos fundamentales razones:

  • Han vivido solo pendiente de su dimensión corporal, descuidado la espiritual.
  • Están faltos de esperanza, cuando esperar es lo propio del espíritu.

—Al principio de la entrevista usted dijo que en un futuro mediato solo deseaba “estar vivo”. Esto es realmente posible, suceda lo que suceda, pues la muerte, siendo el último no para la naturaleza humana, no lo es para la persona en cuanto espíritu.

Lo que le quiero decir es que por la fe y la esperanza la muerte se puede vivir y aceptar como más vida personal. Es una verdad revelada por quien nos dio el ser.




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La fe lo cambia todo

Ahora si volvemos al ejemplo de usted y su imaginario amigo, se puede comprender que del sentido que cada quien da a su vida, depende que se acepte. Y dependerá cómo se acepte el final.

—Sí, es verdad y es con la fe con la que se le cambia de signo —dijo con expresión de serena y activa aceptación.

Finalmente agregó:

Si logro vencer al cáncer, estaré de vuelta de muchas cosas que bien sé que no han llenado mi vida de pleno sentido, y habré de corregir.

Y si es el cáncer el que vence, aceptaré mi destino como venido de las manos de Dios, como su más profundo sentido.


SAINTS,COMP

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