¿Has amado este 2020? Esta es la pregunta del examen de la vida donde toca transformar las limitaciones y necesidad de amor en capacidad de amar. El estado de nuestros amores viene a ser el examen definitivo de nuestra vida.
— Ha muerto un familiar y de pronto me doy cuenta del vacío que ha dejado en mi existencia. Tristemente, reconozco que, por malos entendidos y prejuicios, los últimos años lo busqué muy poco, aun cuando era alguien con quien llegué a hablar con la mayor de las confianzas.
Es un comentario muy escuchado durante el acompañamiento tanatológico que realizo en el consultorio de Aleteia. Me lleva a una reflexión: el estado de nuestros amores viene a ser el examen definitivo de nuestra vida. Porque, cuando una relación se rompe, el examen no resulta satisfactorio.
Sobre ello he podido constatar como el deterioro progresivo de las relaciones se puede medir en un sinfín de malos entendidos que provoca el abandono, el deterioro o un daño serio que endurece el corazón.
¿Cómo se endurece el corazón?
Estas son algunas de estas actitudes negativas que dañan las relaciones:
- Sentir envidia por el éxito ajeno.
- Por intolerancia a los usos y costumbres de cierto nivel socioeconómico.
- Guardar resentimientos.
- Pensar que no es necesaria la relación afectiva por contar con otros intereses y otras relaciones.
- Medirla solo por sentido de conveniencia.
- Por disparidad de criterios.
- Prejuicios y complejos que debemos superar, pues no podemos olvidar que nuestra verdadera identidad se asienta intensa y duraderamente sobre el buen estado, sobre la armonía de todos nuestros amores y sobre la honesta lucha por conseguirla.
Rescatar una relación
Afortunadamente siempre podemos rescatar una relación abandonada, deteriorada o seriamente dañada con una llamada o un simple mensaje para hacer ver a ese alguien que se le tiene presente, pues los procesos vitales no concluyen sino con la muerte.
Y cuando hemos obrado así, aún tras la muerte, la presencia de familiares y amigos seguirá en el fondo de nuestra identidad, poniendo a prueba nuestra capacidad y necesidad de amar y ser amados. Habremos decidido dejar que nos toque el amor de su recuerdo al haber renovado de nuestras relaciones y amores.
En otros casos tal vez no sea posible restaurar completamente esa relación pero al menos la puerta ya no estará definitivamente cerrada; más bien la habremos dejado sin cerradura.
La humildad es clave
Lo verdaderamente concluyente, es que, en la búsqueda del encuentro, se pone en juego uno de los rasgos más profundos de la personalidad en el esfuerzo por madurar: la humildad.
Una virtud que determina la calidad de la relación con uno mismo y con los demás, en una lucha por superar el mal del orgullo y sus secuelas, para disculpar, comprender o pedir perdón haciendo posible recuperar una historia común y una identidad compartida brotando afecto entre los rescoldos.
Se trata de la virtud más personal, porque nos permite descubrirnos a nosotros mismos en nuestra realidad más íntima para aceptarnos tal cual somos y superarnos sin querer dejar de ser jamás hijo, hermano, padre o madre, esposo, abuelo, nieto, amigo.
Quienes no lo viven así suelen tener muchas carencias que llegan a provocar serias disfunciones de personalidad, pues hemos sido creados por amor y para amar, como la dinámica esencial de nuestras vidas. Por ello, ante puertas que se niegan a abrirse, sin desistir, aún queda el recurso de rezar con el alma en paz y esperar, evitando el olvido.
Según Pedro Juan Vilaldrich, madurar es ir trasformando mediante la vida vivida con los demás nuestra necesidad de amor, nuestras carencias y limitaciones, en capacidad de amar.
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