Todos teníamos el temor de que este año no pudiéramos celebrar Navidad como habíamos estado deseando, especialmente después de un año tan complicado. A pesar de las restricciones y las dificultades que se han ido presentando, el ser humano ha sido capaz de ver, en medio de la tormenta que Dios no muta, y la esencia de esta fiesta tampoco.
La Navidad no cambió
La pandemia ha podido robarle a las personas la capacidad de movilidad, se habrá llevado a familiares y amigos, y probablemente ha podido robar momentáneamente la esperanza; sin embargo, en Aleteia hemos querido recuperar la esencia, la importancia del nacimiento de Jesús en medio de la humanidad en plena pandemia; consejos, iniciativas y reflexiones para llevarte el sentido más profundo de lo que verdaderamente hemos celebrado.
Y aunque para muchos habrá sido toda una proeza o incluso un momento muy difícil, Navidad no cambió, quizá lo hemos hecho nosotros, de una forma más definitiva y permanente.
Se vuelve más visible
La Navidad en tiempos de pandemia no desapareció, sino que se volvió más visible. Al recogernos, al no poder vivir una enorme fiesta, con muchos regalos y gente, nos obligó a entrar en nosotros mismos y, por ende, en el misterio que nos ha congregado. Y ahí está Dios, que se hace presente y que, a pesar de todo, nos invita a alegrarnos porque ha llegado, nuevamente. Y desde ese agradecimiento, ha consolado nuestro dolor y nuestra pena. Toma un color distinto eso que se nos suele decir: Dios siempre saca bienes de grandes males.
Por eso nada puede acabar con la Navidad. ¿Nos lo creemos?
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