La Sagrada Familia de Gaudí, en Barcelona, ofrece una lectura tradicional y a la vez contemporánea de la fe católica. Su Fachada del Nacimiento es un evangelio esculpido en piedra.
Gaudí no deja de sorprendernos. Si miramos con atención el Nacimiento, veremos a la Virgen y san José con el Niño Jesús en el pesebre. Pero… no es exactamente un pesebre. ¿Dónde está depositado el Niño?
El arquitecto ordenó que el Hijo de Dios hecho hombre estuviera recostado en una espuerta, un cesto de goma de los que emplean los albañiles para hacer la pasta.
En ese pequeño detalle que a la vez asombra, Gaudí mostraba varias cosas:
Tanto Gaudí como su mecenas, el conde de Güell, eran sensibles al momento social.
Estamos en los primeros años del siglo XX. En Europa se extendían las ideas marxistas y anarquistas, que hacían estallar graves conflictos entre industriales y obreros, y que hacían crecer el anticlericalismo.
La Iglesia quería aportar soluciones al problema social. En 1891, el papa León XIII publica la encíclica “Rerum Novarum” sobre la situación de los obreros.
Con el detalle del cesto de goma de los albañiles como pesebre, Gaudí integra el mundo laboral en el Misterio del Nacimiento. Así como están los pastores y los Reyes Magos a ambos lados en la Fachada del Nacimiento, los obreros quedarán reflejados en esa pieza de la escultura. Más cerca de Dios, imposible.
Gaudí y Güell muestran su preocupación social con hechos.
De Gaudí se recogen múltiples testimonios acerca de cómo siempre quería y sabía trabajar en equipo. Él se ha llevado la fama principal, pero está comprobado que buscaba a escultores, herreros, picapedreros, carpinteros… para tomar decisiones más acertadas. Hablaba con ellos, los escuchaba y le respetaban. Así se explica la profusión de artes menores en sus obras: cerámica, hierro forjado, mobiliario…
Gaudí había dicho: «El trabajo es fruto de la colaboración, y esta solo puede basarse en el amor. El arquitecto ha de saber aprovechar lo que saben hacer y lo que pueden hacer los operarios. Se ha de aprovechar la cualidad preeminente de cada uno. Esto es: integrar, sumar todos los esfuerzos y tenderles la mano cuando se encallen; así trabajan a gusto y con la seguridad que da la plena confianza en el organizador. Además, hay que recordar que no hay nadie inútil, todos sirven (aunque no todos con la misma capacidad); la cuestión es encontrar para qué sirve cada uno».
Gaudí levantó junto a la Sagrada Familia una escuela para los hijos de los obreros. Era, sin duda, una propuesta avanzada para la época, que recogía iniciativas sociales punteras en Europa.