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En Navidad hay que cuestionarse: ¿Qué es la humildad?

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Di Gino Santa Maria|Shutterstock

Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 18/12/20

La reflexión del cardenal Raniero Cantalamesa. Tercera y última predicación de Adviento en la presencia del Papa Francisco en el Vaticano

La humildad “consiste en hacerse pequeños y hacerse pequeños por amor, para elevar a los demás”, explicó el cardenal Raniero Cantalamessa, O.F.M. Cap., quien, ha pronunciado el tercer y último sermón de Adviento sobre el tema: “Enséñanos a contar nuestros días y llegaremos a la sabiduría del corazón” (Salmo 90,12) en el Aula Pablo VI del Vaticano.

Por ello, “la humildad proporciona la clave para entender la encarnación” de Jesús y da un significado especial a la Navidad. Porque “la Navidad es la fiesta de la humildad de Dios”, dijo Cantalamessa este viernes 18 de diciembre de 2020.

San Agustín descubrió la raíz última de la dificultad de creer en la encarnación, es decir, la falta de humildad. «Al no ser humilde» no comprendía la humildad de Dios”, insistió, pues hay que “deponer el orgullo y aceptar la humildad de Dios…”.

El predicador de la Casa Pontificia sostuvo que la humildad de Cristo es escandalosa, nacido en una caballeriza, especialmente incomprensible para los ateos modernos, los racionalistas o los que no creen porque no quieren ver con el corazón. De ahí, la sabiduría escondida en el pesebre a los sabios y a los potentes.

¡Dios es amor, por eso es humildad!

“¡Dios es amor, por eso es humildad!”, dijo Cantalamessa ante la presencia del Papa Francisco y la Curia Romana. “El amor crea dependencia respecto de la persona amada, una dependencia que no humilla, pero que hace feliz”. Dependencia amorosa que comparó al enamoramiento de los novios.

Así, explicó que la humildad esencial “no consiste en ser pequeños (se puede ser pequeño de hecho sin ser humilde); no consiste en considerarse pequeños (esto puede depender de una mala idea de uno mismo); no consiste en proclamarse pequeños (se puede decir sin creerlo); consiste en hacerse pequeños y hacerse pequeños por amor, para elevar a los demás”.

La Navidad es la fiesta de la humildad de Dios

En este sentido, “verdaderamente humilde solo es Dios”. Francisco de Asís lo entendió sin muchos estudios, cuando a Dios dijo: «¡Tú eres humildad!». Todos los días —escribe en una de sus amonestaciones—, se humilla, como cuando desde el trono real descendió al seno de la Virgen».

“La Navidad es la fiesta de la humildad de Dios. Para celebrarla con espíritu y verdad debemos hacernos pequeños, como debemos abajarnos para entrar por la estrecha puerta que introduce  en la basílica de la Natividad en Belén”, abundó.

La pandemia, oportunidad para descubrir a Dios

El predicador de la Casa Pontificia también habló de pandemia y de las “restricciones que plantea al culto público y a la asistencia a las iglesias”.

Así, propuso que este tiempo de crisis sanitaria “podría ser la oportunidad para que muchos descubran que a Dios no lo encontramos sólo yendo a la iglesia; que podemos adorar a Dios «en espíritu y en verdad» y recrearnos con Jesús incluso estando encerrados en casa, o en nuestra habitación”.

El cristiano no puede prescindir de la Eucaristía

“El cristiano nunca podrá prescindir de la Eucaristía y de la comunidad, pero cuando esto es impedido por una fuerza mayor no debe pensar que su vida cristiana se interrumpe. Si nunca se ha encontrado a Cristo en el propio corazón, nunca se le encontrará en ningún otro lugar en el sentido fuerte de la palabra”.

¿De qué me sirve que Cristo haya nacido de María una vez en Belén, si no nace por la fe también en mi corazón?, cuestionó Cantalamessa haciendo eco de los doctos de la Iglesia y de la teología.

¿Dios nace en tu corazón?

“«¿Dónde nace Cristo, en el sentido más profundo, si no en tu corazón y en tu alma?», escribe san Ambrosio”. Y citó el mensaje de navidad de san Juan XXIII de 1962 y esta “ardiente oración”:

«Oh Palabra Eterna del Padre, Hijo de Dios y María, renueva también hoy, en el secreto de las almas, el admirable prodigio de tu nacimiento».

Hagamos nuestra esta oración, pero, en la dramática situación en la que nos encontramos, añadamos también la súplica ardiente de la liturgia navideña:

«Rey de los pueblos, esperado por todas las naciones, piedra angular que unes a los pueblos en uno: Ven y salva al hombre que has formado de la tierra». Ven y levanta de nuevo a la humanidad exhausta por la larga prueba de esta pandemia”, concluyó Cantalamessa deseando feliz y santa Navidad al Papa y a los curiales.

Aquí la primera y la segunda predicación de Adviento:

CZASZKA NA BIURKU

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Paradis

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