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Lo que da esperanza cuando todo está en contra y hay miedo

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Freedom Studio | Shutterstock

Carlos Padilla Esteban - publicado el 08/12/20

Quédate en paz porque es Dios quien vela tus sueños y dibuja tu sonrisa cada mañana, su misericordia es la razón de la esperanza

Es este Adviento un tiempo de esperanza. Y la esperanza, más fuerte que el miedo, es el deseo de poseer lo que aún no tengo en plenitud.

Es la esperanza de María camino a Belén sin saber cómo sucederá todo. Aún no posee entre sus manos a Dios hecho hombre y ya lo sueña.

Es la esperanza que tengo yo de ser mejor, de ser más pleno, más feliz, más niño, más trasparente de Dios. Es el deseo de plenitud que alberga mi corazón herido.

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Oleg Mikhaylov|Shutterstock

Siento una sed insaciable, un ansia de infinito que brota dentro de mi alma.

La esperanza me lleva a pensar que mañana va a ser todo mejor que hoy, más pleno, si es que estoy sufriendo. Y si estoy feliz con lo que vivo me lleva a desear que ese presente sea eterno.

La esperanza me hace desear que no falte nunca nadie de los míos, que nadie muera ni se vaya. No quiero sillas vacías, ni sueños rotos.

Una estabilidad frágil

Durante muchos años en mi vida las cosas se fueron repitiendo año tras año. Sólo pasaba el tiempo, pero no se movían las fichas de mi tablero. Todo parecía en un orden perfecto, inamovible, intocado y frágil al mismo tiempo.

Ni la enfermedad ni la muerte parecían tocarme. Ni el odio ni las divisiones ponían en peligro mi seguridad. Cuando miro atrás en mi vida veo cómo ha cambiado todo desde hace poco tiempo.

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Y ahora más con esta pandemia que llena el alma de miedos.

Quizás en esos momentos de estabilidad pensaba que poseería a los míos para siempre, que no se irían mis padres o la estabilidad formaría parte de mi rutina año tras año.

El corazón desea que la alegría sea eterna, cuando tiene paz. Era esa la esperanza de una continuidad en ese amor que parecía infinito siendo finito.

Miedo amenazador

Y de repente todo se tambalea en medio de esta guerra que ahora toca mis puertas. Y muy dentro siento que se rompe la esperanza de lo perenne.

Entonces asomo la cabeza por mi ventana, con miedo, temblando. Siento el olor de las hojas caídas del otoño, son las tormentas de este invierno que se ha llevado la paz estival.

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metodej | Shutterstock

Esas hojas caídas, rojas, amarillas antes eran verdes, parecían eternas. Su verdor se ha convertido en fuego. Esas hojas sin vida a mis pies son como las páginas pasadas de un viejo libro de historia. Mi diario, en el que recojo las anécdotas de cada día, esas que ya no vuelven.

Pienso en esas fotos de entonces que vuelven a recordarme un tiempo que ya no es presente, sólo pasado. Pero estando todo vivo dentro de mi alma. ¿Como tener esperanza en el miedo?

Llamado a algo más

Siento que la esperanza sigue muy viva dentro de mí. Es una esperanza que me dice que estoy llamado a algo más grande, más pleno. Al cielo en la tierra. A esa vida eterna que llenará de luz todas mis noches.

Esa esperanza me levanta cada mañana, soñando. Ahora amo el presente, porque Dios me ha dado el don de amar mi vida ahora, como es, sin tener miedo a que pase. Sin temblar al ver que los días transcurren apresurados buscando una salida, un camino al pasado.




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No quiero vivir sin esperanza, porque sin esa luz la vida se vuelve noche. Me escondo entre las sábanas sin encontrar nada que justifique alzar la mirada.

La razón de la esperanza: la misericordia

Es este tiempo de Adviento un tiempo de esperanza. en una vida nueva, más llena, más verdadera. Me gusta pensar que todo puede ser más bello. Y lo sé, yo puedo contribuir a que así sea. Decía san Agustín:

Toda mi esperanza estriba sólo en tu muy grande misericordia. ¡Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras!

Mi esperanza descansa en la misericordia de Dios. Él me ha creado, me ha dado la vida y la fuerza para componer un día.

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baranq | Shutterstock

Me ha dado la luz de mis ojos, el tono de mi voz, la fuerza de mis pasos. Me ha dado la ilusión de mis palabras y ha sembrado en mi alma un jardín sin otoño, siempre en flor. Su misericordia es la que justifica todas mis esperanzas.

Puedo seguir creyendo, lo necesito. Nunca voy a dejar de creer en un tiempo nuevo que está por venir, en una victoria al final del camino, en el último suspiro.

La esperanza permite levantarse cada vez

Vuelvo a levantarme en Adviento, como José y María que no se desalientan. Saben que el camino es largo. Y que en Belén no es seguro lo que encontrarán sus pasos.

No importa si tienen que buscar allí un lugar para que nazca Jesús. Algo sucederá que lo haga todo más fácil. Una fuerza de Dios que se una a mi impotencia.

No soy yo el que puede levantar el mundo entre mis manos. No soy yo el que sostiene el orden del universo. Me quedo dormido tranquilo porque es Dios quien vela mis sueños y dibuja mi sonrisa cada mañana.

Es su poder, no es el mío. Es la esperanza de creer en lo que aún no veo, en lo que no toco, en lo que no alcanzo a vislumbrar detrás de tantas nubes.

Cuando la victoria final parece imposible porque todo está en contra. Cuando siento miedo. No importa, sigo esperando, tengo fe y esperanza.

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