Convertirme tiene que ver con liberarme, no con hacerlo todo perfecto
Hoy el protagonista es Juan el Bautista. Ese hombre que encontró en el desierto su camino, su vocación verdadera. Hoy clama con voz fuerte en el desierto:
“Voz del que clama en el desierto: – Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre”.
Un hombre austero, pobre, sincero. Un hombre de una pieza, sencillo y libre. No tenía nada que defender, nada que ocultar. No había nada que no quisiera perder.
Es un hombre íntegro que invita a la conversión. Sólo quiere que los demás confiesen sus pecados, se conviertan, cambien de vida. Esta va a ser su misión.
La condición para seguirlo a él como discípulos es dejar de pecar. Es necesario que cambien, que muestren una inocencia que antes no tenían. Es el camino de Juan.
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