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Eutanasia y discapacidad: ¿Miedo a la dependencia y al cuidado?

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Shutterstock | VGstockstudio

Miguel Pastorino - publicado el 02/12/20

¿Qué alguien diga que su vida no vale nada, nos habilita a destruirla? ¿Nos da el derecho a eliminarla con la excusa de que es “su decisión”?

Cuando los proyectos de eutanasia clasifican vidas que no son dignas de ser vividas, comienzan por los enfermos terminales y luego agregan a los que tienen enfermedades irreversibles, sufrimientos insoportables de carácter emocional. La lista se hace interminable en supuestas excepciones que en realidad son la consecuencia lógica de haber relativizado el valor de la vida de algunas personas.

Si un ser humano en cierta situación puede ser eliminado, ¿quién puede poner límites a otros casos considerados “aceptables” de ser asesinados, incluso con su consentimiento?




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¿Es la persona la que decide?

Cuando un solo ser humano es considerado como una vida indigna de vivirse, se abre la puerta para eliminar personas por determinadas situaciones que no encajan en los estándares de “calidad de vida” de sociedades que no quieren mirar de frente a las vidas más limitadas o más dependientes de los demás. Obviamente que muchos dirán: “Pero es la persona la que lo decide”. Por supuesto, y la pregunta que sigue es: ¿Qué alguien diga que su vida no vale nada, nos habilita a destruirla? ¿Nos da el derecho a eliminarla con la excusa de que es “su decisión”? ¿No es lo más humano ayudar a las personas a valorarse y vivir con sentido, aliviar su sufrimiento y acompañarlas en su dolor?

Tal vez en una sociedad cada vez más narcisista que escapa de cuidar a los otros, donde no hay tiempo para cansarse en cuidar al que es dependiente, encuentre una salida elegante al egoísmo afirmando que es “por respeto a la decisión de quienes sufren”. ¿Vamos hacia sociedades donde convenceremos a quienes tienen vidas limitadas, que no se valen por sí mismos, de que su mejor salida es la muerte?

Así ya sucede en algunos países donde es legal la eutanasia y no se encuentran ya personas con discapacidades, con enfermedades degenerativas o ancianos con demencia. Lo cierto es que esto, como era de esperarse ya alcanza a personas con discapacidad.

Doble discurso sobre la discapacidad

Quien considere que su vida no es compatible con “su dignidad” como persona, estaría legitimado a pedir la muerte. ¿No es esto un retroceso humano y social?

En esta línea de pensamiento de vidas “indignas” debido a la falta de autonomía, al “sentirse una carga” para los demás, volvemos a considerar la discapacidad como una vida de segunda clase.

¿Deberíamos aceptar que esta mentalidad termine configurando nuestras leyes?

Indirectamente quien vive una situación considerada “indigna” por la sociedad del éxito y la autosuficiencia, comenzará a sentir la obligación de dejar de ser una carga. La presión social puede ser devastadora sobre personas con una vida que exija cuidados especiales. Como ya lo ha sido y lo sigue siendo en la vida de mucha gente que sufre diversas formas de discriminación por su condición o situación.

Es paradójico: Las mismas personas que en las redes sociales apoyan causas de personas con discapacidad. Son, al mismo tiempo, las que instalan la cultura del descarte con su defensa emocional de los proyectos de eutanasia y suicidio asistido.

Todos en la misma bolsa

Colocar en el mismo lugar a la enfermedad y la discapacidad como han hecho algunos “predicadores” de la “compasiva eutanasia”, del “derecho a morir”, tiene graves consecuencias sociales sobre el concepto de discapacidad.

Durante mucho tiempo estuvieron asociadas. La discapacidad era una realidad tratada por los sistemas de salud para ayudar a aproximarse a la “norma”, al “sano no discapacitado”. Hoy esto es algo completamente superado. La discapacidad constituye una situación social, no un déficit de la persona.

La discapacidad es un reto a la sociedad, y por ello necesita de la lucha contra toda forma de exclusión y de discriminación. La defensa de los Derechos Humanos, que son de todos los seres humanos, no admite que alguien pueda renunciar a sus derechos. Sería como renunciar a ser humano. La vida es un bien irrenunciable, no es algo disponible para que otro pueda tener “derecho a matar”.

Canadá y la protesta de grupos de discapacitados

Actualmente en Canadá la legislación no permite a las personas con enfermedades “crónicas” solicitar la “ayuda a morir”, como le llaman a matar pacientes, salvo que la muerte sea cercana y previsible. Pero con el nuevo proyecto llamado C-7, se pretende eliminar esta condición para solicitar eutanasia. Los representantes de asociaciones de discapacitados expresaron públicamente su temor de que ahora tener una discapacidad se convierta en una razón aceptable para pedir el suicidio asistido al Estado.

Catherine Frazee, de la Escuela de Estudios sobre la Discapacidad de la Universidad de Ryerson expresó: ¿Por qué solo nosotros? ¿Por qué no todos? Han contado casos de como personas con graves limitaciones físicas que no conseguían la atención debida ni los cuidados necesarios por su pobreza, eran presionados por el propio personal de salud para pedir suicidio asistido.

Enfermos con demencia sin protección

En Holanda ahora los médicos podrán introducir sedantes en la comida o bebida de enfermos con demencia antes de matarlos, para evitar que se “agiten o se pongan agresivos”. De esta forma se evitarán casos como el escandaloso de Marinou Arends, una doctora juzgada por asesinato en 2016, que había introducido un sedante en el café de su paciente de 74 años de edad, para que la mujer no se opusiera a la inyección letal, ya que “no comprendía lo que estaba sucediendo”.

Ahora el nuevo código establece que, en los casos en los que un paciente presente demencia avanzada, «no es necesario que el médico acuerde con el paciente el momento o la forma en que se administrará la eutanasia».

Más información… Documento Vaticano: Humana Communitas en la Era de la Pandemia: Consideraciones intempestivas sobre el renacimiento de la vida 

La pendiente resbaladiza es evidente

En todos los países donde se ha legalizado, se comienza con casos excepcionales y luego van abriendo las opciones. Al comienzo se predica que es un derecho a morir.  Es la libertad de cada uno la que debe decidir si quiere morir, y lo que sucede realmente es que esas sociedades convencen a sus más vulnerables de que sus vidas no valen la pena, y finalmente deciden por ellos cuando estos ya no son capaces.

La eutanasia que se presenta estratégicamente sin mucha explicación como “un nuevo derecho”, como parte de la “agenda de derechos”. Se convierte siempre en la pérdida de todos los derechos, pero no de cualquiera, sino de los que más necesitan protección y cuidados.

Ellos, los que más dependen de otros, son los descartados, o hipócritamente se los convence de que deben terminar con su vida porque “no es digno” vivir sin valerse por uno mismo.

Cuando veo lo que está sucediendo con las leyes de eutanasia, no pienso en malas intenciones. Hablo de la superficialidad, la irresponsabilidad y la ignorancia con la que manejan estos asuntos los medios y en los Parlamentos.

La ceguera ideológica de que si le llaman a algo “nuevo derecho” ya no les permite a muchos pensar. Es una evidencia irrefutable de la falta de pensamiento crítico que asola a nuestras sociedades líquidas donde reina la banalidad y el desprecio por la vida humana cuando esta ya no es “productiva”.

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