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“El perro cristiano”, la historia de un Indiana Jones venezolano

RAFAEL DE NOGALES MENDEZ
Macky Arenas - publicado el 16/11/20

La diferencia es que esta alucinante vida de Rafael Nogales Méndez no es ficticia, sino tan real como la historia de sus tiempos convulsos

Es rigurosamente cierto este relato de un aventurero que repartió su vida entre cazar ballenas junto a los esquimales, ser vaquero en Arizona y pelear en casi todas las guerras de su tiempo.

La historia de Rafael de Nogales Méndez es impresionante. Seguir sus pasos es agotador. Se involucró en cuanto conflicto se le presentaba. En un apretado resumen, podemos adelantar que gobernó militarmente al Sinaí, siendo cristiano combatió en el ejército otomano, fue testigo del genocidio armenio, conoció a Lawrence de Arabia y recibió la Cruz de Hierro de primera clase de manos del Káiser Guillermo II . Toda una aventura. Su vida entera lo fue y cuesta creer que alguien se haya expuesto tanto y salido ileso, pero así fue.

Caballero Andante

Él, en su libro de memorias, se definió como “caballero andante”. Su filosofía se resumía en una frase:  Cuando veas una guerra buena, alístate para combatir en ella. Era  “su divisa”. ¡Y miren que combatió! De hecho, como escribe la investigadora Sonia Romero Harrington:  “Uno de los más interesantes hitos de los vínculos históricos entre Venezuela y Turquía, lo constituye el servicio que en territorio otomano prestó Rafael de Nogales Méndez, venezolano formado en las artes militares en Alemania, Bélgica y España”. Hablaba con fluidez el alemán, francés e italiano en un inicio; luego aprende ruso, japonés, chino y coreano.

Nació en los Andes venezolanos, en San Cristóbal (1877)  y el nombre con que lo  bautizaron fue Rafael Ramón Intxauspe Méndez. Descendía de  Diego Méndez,  escudero de Colón, así que ya la aventura la traía en los genes.

Padre rico y hermana noble

Y no fue un improvisado, ni un vulgar mercenario como se podría pensar.  Su familia era adinerada y fue enviado a Europa a formarse en Filosofía, Letras y artes militares.  El padre de Rafael era propietario de las minas de Cobre de Seboruco, cultivos de café en El Abejal y fue, a su vez, uno de los grandes accionistas del Gran Ferrocarril del Táchira.

Siempre contrató a los mejores pedagogos venezolanos y colombianos para dictar cátedra privada a su hijo. Rafael fue el hijo único varón entre 3 hermanas menores que casaron con alemanes pudientes de San Cristóbal. Una de ellas, Ana María Nogales, pasaría a ser la condesa de Westerholt al contraer nupcias, el 6 de septiembre de 1920, con el conde Max Von Westerholt und Gysenberg.

En política, conspiró y se enfrentó a las dictaduras instauradas en Venezuela por aquellas épocas. Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez  eran para él “las fuerzas tiranas que por un siglo han pisoteado los sueños del Libertador”. Lideró movimientos y alzamientos contra ambos personajes.

Espía, cazador y minero del oro

Fue espía doble en la guerra ruso-japonesa. En China se enroló en tan riesgosa empresa. Luego, escribe Romero Harrington,  se dedicó durante un tiempo a la caza de osos, alces y ballenas en Alaska, territorios en los que se le conoció como el “Kid Méndez”. Siguió su carrera como “cowboy”  y minero de oro en Nevada bajo el nombre de «Nevada Méndez».  Además, sería el único general  latinoamericano,  único oficial neutral que luchó como tal en las filas de las Potencias Centrales durante años combatiendo bajo las banderas del Profeta Mahoma.

Participó en la Revolución Mexicana, luchando al lado de Pancho Villa. Y cuando España entró en guerra contra Estados Unidos, se alistó como voluntario de las fuerzas españolas, junto a las que luchó valientemente, contra los norteamericanos.

Cuatro años bajo la Media Luna del Imperio Otomano

Escribió un libro titulado Cuatro años bajo la Media Luna, donde relata sus luchas formando parte de los ejércitos del Imperio Otomano. Llegó allí sin planearlo. Tenía 34 años cuando estalló la Primera Guerra Mundial. No quiso renunciar a la nacionalidad venezolana cuando Bélgica y Reino Unido se lo exigieron para combatir en sus filas. Venezuela se había declarado neutral. La Legión Francesa sí lo aceptó pero sin rango de oficial. Pronto, el Imperio Otomano le ofrece reconocer su nivel y  él entra a combatir en sus fuerzas en los campos de batalla de Armenia, Kurdistán, Irak, Palestina y el Sinaí. De Nogales fue Gobernador Militar de la Palestina Central y Transjordania y destacó siempre por su coraje, lealtad y capacidad de mando.

Del mencionado libro, una cita se revela hoy profética: “El día que llegara a faltarle el poder central de Constantinopla, no tardaría ese rosario de residuos de pueblos y núcleos étnicos, de orígenes diversos y religiones rivales, en convertir el Asia menor en una segunda Macedonia o en un nuevo Balcán que andando el tiempo acabaría a su vez por poner en peligro quizás hasta la misma Europa, y, sobre todo, a sus colonias asiáticas y africanas de origen islámico, puesto que el cráter de dicho volcán se hallaría en ese caso situado en todo el centro del mundo mahometano”.

“El perro cristiano”

En aquellas tierras lo conocían como “el perro cristiano”. Era cristiano y así se mantuvo aunque supo valorar la riqueza cultural de aquellos pueblos. Obtuvo importantes grados, honores y condecoraciones como  Bey del Imperio Otomano y General de división del Imperio Alemán. Recibió la Cruz de Hierro de primera clase de manos del Káiser Guillermo II y también la Estrella de Mechedieh otomana.

Nogales estuvo en el famoso y tristemente célebre sitio de Van, en el frente de Mesopotamia y en el frente de Kut-El-Almara (1916) y en el frente de Palestina y Gaza en (1917) donde su ejército derrotó a los ingleses.

Fue testigo del genocidio armenio y escribió sus experiencias señalando a  los Jóvenes Turcos como los responsables intelectuales de la limpieza étnica de armenios y otros pueblos cristianos; no obstante, restó culpas al ejército  lo cual ha sido polémico.

“De Nogales se transformó, por su visión desinteresada, en un testigo incómodo para quienes pretendieron utilizarlo para justificar acciones o repartir culpas –señala Romero Harrington- Así, allí se muestra a los armenios, kurdos y turcos como los vio el venezolano, con la amplitud de miras que sus ingratas circunstancias, de cristiano y a un tiempo soldado que había jurado pelear bajo la bandera del Profeta, le imponían”.

El infortunado destino de los héroes

El profesor Kaldone G. Nweihed escribió de él: “Fue uno de los hombres más extraordinarios que aún esperan por ser reinterpretados a la luz de una nueva época que se vuelve a editar tras un largo suspenso, como si el mundo entero estuviera de regreso a ese escenario geopolítico que vivió el venezolano-turco Nogales Bey”.

Después de Bolívar y Miranda, no cabe duda de que Nogales Méndez ha sido el venezolano más internacional, pero olvidado, lo que no ha ocurrido con Lawrence de Arabia, su contemporáneo. No es extraño. También en Venezuela se le olvidó pronto.

En 1918, terminada la guerra, regresa a América, vive en Nicaragua unos años y colabora con la causa del  revolucionario Augusto César Sandino. Regresó a Venezuela tras ser acosado por el servicio secreto francés. Ya no mandaba en su patria el general Gómez. El sucesor, Eleazar López Contreras, lo envía a Panamá como diplomático.

Enferma y muere a los 57 años en Panamá, el 10 de julio de 1937. Su cadáver fue embalsamado y enviado al puerto de La Guaira donde, tristemente, pasó 15 días desaparecido. Se le brindó un funeral sin honores.

Bolívar también murió solo y decepcionado. Miranda, lo mismo y sus restos aún están por identificar. Ese parece ser el destino de algunos héroes. Rafael De Nogales Méndez es uno de ellos.

 



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