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Cada vez nos sentimos más solos, y no es (solo) el coronavirus

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Shutterstock | Dirima

Inma Álvarez - publicado el 14/11/20

Así lo manifiesta una encuesta realizada en Madrid (España) por la Cátedra Amoris Laetitia de la Universidad Pontificia de Comillas. El patrón se repite en todo el mundo

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Que la soledad es la enfermedad del siglo XXI, lo llevan diciendo los sociólogos desde hace años. Sin embargo, la preocupación por la soledad se ha acelerado después de la traumática experiencia vivida por gran parte de la humanidad a causa de la pandemia de Covid.

La epidemia ha puesto de manifiesto la fragilidad social de muchas personas. Pero sería un error vincular solo el sentimiento creciente de soledad a los efectos de la pandemia. Si acaso, los ha agravado y ha hecho más visibles.

La Cátedra Amoris Laetitia de la Universidad Pontificia de Comillas (España) ha dado a conocer recientemente, dentro del Informe España 2020, los resultados de una encuesta realizada en enero 2020 en Madrid . Es decir, un mes y medio antes de que comenzase el confinamiento de la población (13 de marzo) a causa del coronavirus.

Este informe lo elabora anualmente la Cátedra José María Martín Patiño, sobre tendencias sociales, y analiza especialmente este año el impacto del Covid en el ámbito laboral y social.

El estudio tiene la ventaja, por tanto, de que los resultados no han quedado «contaminados» por los efectos sociales de la pandemia. Esto permite analizar la tendencia de una manera mucho más realista.

Resulta por tanto muy significativo que el 42% de los encuestados afirme que se siente solo en alguna medida. Y no se trata solo de las personas que no se cruzan con nadie durante el día: el 21 % dice que se siente solo en su centro de trabajo o de estudios.

Sentirse solo

Pero lo más impactante, no es quizás el dato objetivo, sino la percepción subjetiva de soledad: el 38,5% afirma que no se siente querido por nadie, el 21,1% afirma que no tiene un grupo de amigos. El 17,6 % siente que no tiene a nadie a quien llamar.

Las relaciones personales también flaquean: El 10,8%  dice que no tiene a nadie de confianza con quien hablar, y más de una de cada cuatro personas dice que no habla nunca o casi nunca sobre sus sentimientos o inquietudes con otros.

Entre el 10 y el 15% necesitaría un abrazo o contacto físico, tener a alguien con quien reír o distraerse, compartir una comida…

Además, el sentimiento subjetivo de que la sociedad se preocupa cada vez menos por los demás es aplastante: más del 90% lo cree. El 86% piensa que las personas cada vez se preocupan menos unas de otras.

Perfiles de «riesgo»

La encuesta determina que el sentimiento de soledad es más duro para algunos perfiles sociales que para otros. El primer perfil en «riesgo» de sentirse solo son las mujeres, y se debe sobre todo al cada vez mayor porcentaje de viudas que viven solas. Un dato sobre el que están alertado varias instituciones desde hace años.


BILBAO

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Lo sorprendente es que el segundo perfil que se siente más solo son los jóvenes menores de 30 años: el 31% de ellos dice estar solo. Son también los que más se refugian en las redes sociales (más del 34%).

El tercer perfil son los ancianos, de los que casi el 20% afirma que no tiene familiares que cuiden de ellos. El 63% se refugia en la televisión para aliviar la soledad.

Divorciados, desempleados, viudos…

Así las cosas, el estudio identifica cinco grupos sociales que sufren especialmente la falta de una mano amiga que les ayude.

El primero son los separados y divorciados, es el grupo que siente soledad más intensa y que cree que no puede confiar en nadie. La tercera parte de ellos se siente excluido por los demás, siente que sus familiares han roto con él o ella. Se sienten no queridos por nadie en el doble de proporción que la media.

El segundo son las personas viudas, que también dan valores muy altos en sentimiento de soledad extrema. Son los que más echan de menos compañía física: el 43,6% pasa casi todo el día solo, y desearía poder comer al menos con alguien más.

El tercero son las personas en situación de vulnerabilidad económica, son los que más perciben la exclusión social, y los que más aseguran que no pueden tener conversaciones personales y en confianza con los demás, o no pueden desahogar sus problemas.

El cuarto son los desempleados, cuyos porcentajes se acercan mucho a los de las personas pobres. Pero ellos acusan más fuertemente la soledad durante las horas laborales, y sobre todo, los que más manifiestan, en porcentajes, carecer de un grupo de amigos.

El quinto son las personas que se dedican a las labores domésticas. Sí, las amas de casa: el 25% de ellas siente extremadamente en falta poder hablar con alguien durante el día, y el 41% carece de grupos de amigos.

Un problema mundial

Los autores del informe compararon los datos con otras encuestas similares realizadas en Inglaterra y Estados Unidos en los últimos años.

La encuesta más amplia fue patrocinada por la BBC a nivel mundial, y arrojaba un porcentaje de soledad extrema seis veces mayor que la realizada en España. No obstante, llegaba a una conclusión parecida sobre la soledad de los jóvenes, un  grupo más de riesgo de lo que se creía hasta ahora.

El Informe cita también un estudio del Instituto Grattan de Australia, así como datos habitacionales de EE.UU.: el porcentaje de los hogares unipersonales es actualmente casi del 30%. En las grandes ciudades americanas, el porcentaje roza el 45%. Aún lejos, sin embargo, del top europeo: En Estocolmo, el 58% de las personas viven solas.

El problema de la soledad es gravísimo en Japón, que ha acuñado incluso su propio término para definir el fenómeno de los que mueren solos sin que nadie les eche en falta: kodokushi (literalmente, “muerte solitaria”)


MAN CROSSING THE SHIBUYA SCRAMBLE

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También en América Latina

La soledad también representa un desafío en varios países de América Latina. Un ejemplo de ellos puede ser México. Según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) difundida en marzo, también antes de la gran explosión de la pandemia en el continente, de las 15,4 millones de personas de 60 años o más, 1,7 millones vivía en soledad.

«En México, las personas de 60 años o más que viven solas se exponen a la vulnerabilidad, debido a que o cuentan con una red familiar que las apoye en un momento de su vida donde la salud o sus condiciones económicas pueden ser precarias», alertaba también mucho antes (2018) la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid).

Esto último, la soledad que tiene vínculo con cuestiones como la pobreza. Pero también aparece el ejemplo, como contracara, de uno de los países con mayor esperanza de vida en América Latina como Chile.  En este país se constató durante la última década un aumento de las personas mayores de 60 años que viven solas.

Esto luego de un estudio realizado por el Observatorio del Envejecimiento de la Universidad Católica de Chile y Confuturo. En cifras se puede traducir en casi medio millón de personas que viven solas (13,4% del grupo de edad).

Entre las razones del aumento de personas mayores que viven solas, la mejora en los ingresos en comparación con otras décadas. De todos modos, en este mismo estudio se expone la necesidad de vincular a las personas mayores entre sí, la comunidad y redes de apoyo.

Ciudades diseñadas para estar solo

Uno de los apartados del informe llega a la conclusión de que la soledad actual tiene mucho que ver con el diseño de las ciudades actuales, con el abandono del modelo de convivencia «de barrio» por el diseño adaptado al automóvil y sus necesidades.

Le llaman los autores del informe «urbanismo de la soledad»:

Si vemos el modelo de espacios verdes, gran parte de ellos ya no son accesibles a los caminantes, sino que están privatizados dentro de las urbanizaciones alrededor de sus piscinas. Han desaparecido las medianeras y los jardines intermedios. Ha habido una desaparición programada de los barrios y las plazas. Las grandes avenidas han perdido la escala humana y los desplazamientos de las personas con menor movilidad –que son los que más tiempo pasan en el barrio– requieren automóvil. Eso hace menos probable el encuentro y no crea espacios de convivencia salvo con quienes pueden pagar el mismo tipo de vivienda que tú.

Esta «ciudad individualista» es el modelo urbano actualmente en expansión en el mundo, y los autores temen que seguirá adelante: la destrucción del barrio es ya una realidad en la mayor parte de las grandes ciudades, y la causa de ese cada vez mayor aislamiento social. Un problema que los responsables de urbanismo deberían de tener presente a la hora de pensar en la sociedad del mañana.


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