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Papa Francisco: La oración es como el oxígeno para la vida

JEFFREY BRUNO

Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 11/11/20

La predicación del Papa sobre la oración perseverante, tenaz y sin cansancio en la audiencia general del miércoles en el Vaticano

El papa Francisco predicó hoy sobre la oración perseverante, durante la audiencia general en la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, este miércoles 11 de noviembre de 2020.

“La oración es como el oxígeno de la vida. La oración es atraer sobre nosotros la presencia del Espíritu Santo que nos impulsa siempre. Por esto yo hablo mucho de la oración”, expresó el Pontífice.

Francisco continuó con el ciclo de catequesis dedicadas a la oración cristiana. “Alguien me dijo: ‘Usted habla demasiado de la oración. No es necesario’. Si, es necesario porque si nosotros no rezamos no tenemos la fuerza para seguir adelante en la vida”.

La oración debe ser sobre todo tenaz

El Papa explicó que Jesús ha dado ejemplo de una oración continua, practicada con perseverancia. El diálogo constante con el Padre, en el silencio y en el recogimiento, es el punto de apoyo de toda su misión.

Jesús – explicó el Papa – exhortó a sus discípulos a rezar con insistencia, sin cansarse.

“La oración debe ser sobre todo tenaz: como el personaje de la parábola que, teniendo que acoger un huésped que llega de imprevisto, en mitad de la noche va a llamar a un amigo y le pide pan”.

“El amigo responde: “¡no!”, porque ya está en la cama, pero él insiste e insiste hasta que no lo obliga a alzarse y a darle el pan (cfr Lc 11,5-8)”.

Francisco indicó que “Dios es más paciente que nosotros, y quien llama con fe y perseverancia a la puerta de su corazón no queda decepcionado”.

Dios sabe lo que necesitamos

“La oración no es para convencer a Dios, afirmó el Papa, ni para informarle. “Dios sabe bien qué necesitamos; Nuestro Padre sabe bien qué necesitamos; la insistencia no sirve para informarle o convencerle, sino para alimentar en nosotros el deseo y la espera”.

La segunda parábola es la de la viuda que se dirige al juez para que la ayude a obtener justicia. Este juez es un hombre sin escrúpulos, pero al final, exasperado por la insistencia de la viuda, decide complacerla (cfr Lc 18,1-8).

Esta parábola nos hace entender que la fe no es el impulso de un momento, sino una disposición valiente a invocar a Dios, también a “discutir” con Él, sin resignarse delante del mal y la injusticia.

No hay oración sin espíritu de humildad

El Papa destacó que la oración necesita de espíritu de humildad. Se refirió a la tercera parábola que presenta un fariseo y un publicano que van al Templo a rezar.

“El primero se dirige a Dios presumiendo de sus méritos; el otro se siente indigno incluso solo por entrar en el santuario. Pero Dios no escucha la oración de los soberbios, mientras escucha la de los humildes (cfr Lc 18,9-14)”.

“La enseñanza del Evangelio es clara: se debe rezar siempre, también cuando todo parece vano, cuando Dios parece sordo y mudo y nos parece perder tiempo. También si el cielo se ofusca, el cristiano no deja de rezar”.

Rezar es aceptar el cansancio de la vida. Ir a la par que la fe. Pues, argumentó, “la fe, en muchos días de nuestra vida, puede parecer una ilusión, un cansancio estéril. Pero practicar la oración significa también aceptar este cansancio”.

Rezar para salir de las tinieblas

El Papa invitó a rezar con perseverancia aunque a veces no se sienta nada y parezca que sea en vano.

“Muchos santos y santas han experimentado la noche de la fe y el silencio de Dios, y han sido perseverantes. En estas noches de la fe, quien reza nunca está solo. Jesús de hecho no es solo testigo y maestro de oración, es más”.

“Él nos acoge en su oración, para que nosotros podamos rezar en Él y a través de Él. Y esto es obra del Espíritu Santo. Es por esta razón que el Evangelio nos invita a rezar al Padre en el nombre de Jesús. San Juan escribe estas palabras del Señor: «Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo» (14,13)”.

Rezar contra la invasión del miedo

La oración infunde valentía, ayuda a superar el miedo, la incertidumbre. El Papa explicó que la oración, así como la enseñó Jesús, “dona las alas que la oración del hombre siempre ha deseado poseer”.

Y recordó el salmo 91, “cargadas de confianza, que nacen de un corazón que espera todo de Dios: «Con sus plumas te cubre, y bajo sus alas tiene un refugio: escudo y armadura es su verdad. No temerás el terror de la noche, ni la saeta que de día vuela, ni la peste que avanza en las tinieblas, ni el azote que devasta a mediodía» (vv. 4-6).

“Es en Cristo que se cumple esta maravillosa oración, es en Él que esta encuentra su plena verdad. Sin Jesús, nuestras oraciones correrían el riesgo de reducirse a los esfuerzos humanos, destinados la mayor parte de las veces al fracaso.

Pero Él ha tomado sobre sí cada grito, cada lamento, cada júbilo, cada súplica… cada oración humana.

El Espíritu Santo

Por último, el Papa insistió que nada se puede sin el Espíritu Santo y a través de su presencia las personas pueden seguir adelante. Jesús enseñó a rezar para permanecer en el Espíritu del Padre.

“Cristo es todo para nosotros, también en nuestra vida de oración. Lo afirmaba San Agustín con una expresión iluminante, que encontramos también en el Catecismo: Jesús «ora por nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como cabeza nuestra; a Él se dirige nuestra oración como a Dios nuestro”.

“Reconozcamos, por tanto, en Él nuestras voces; y la voz de Él, en nosotros» (n. 2616). Es por esto que el cristiano que reza no teme nada”.

La Audiencia General concluyó con el rezo del Pater Noster (Padre Nuestro y la Bendición Apostólica).

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