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Asomado como cada domingo a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles en la Plaza de San Pedro, el Papa reflexionó, a partir del Evangelio del día, sobre la vida eterna.
Recorrió la parábola de las diez vírgenes invitadas a una fiesta de bodas, "símbolo del Reino de los cielos".
Convertirse hoy, no mañana
Francisco explicó que, con la Parábola de las diez vírgenes, Jesús “quiere decirnos que debemos estar preparados para el encuentro con Él”.
Pero “no solo para el encuentro final, sino para los pequeños y grandes encuentros de cada día, en vista de ese encuentro”.
Para ello “no basta la lámpara de la fe, también se necesita el aceite de la caridad y las buenas obras”.
Ser sabios y prudentes, como esas vírgenes de la Parábola, "significa no esperar el último momento para corresponder a la gracia de Dios, sino hacerlo activamente de inmediato, comenzar ahora".
“Sí… más adelante me convertiré…” ¡Conviértete hoy!¡Cambia tu vida hoy! “Sí, sí… mañana”.
¿Es lo mismo decir “mañana”? Si queremos estar preparados para el último encuentro con el Señor, debemos cooperar con él a partir de ahora y realizar buenas acciones inspiradas en su amor.
Haciendo el bien, esperamos serenamente la llegada del Señor
Sucede, lamentablemente “que nos olvidamos de la meta de nuestra vida, es decir, la cita definitiva con Dios”, continuó el Papa.
Así se pierde “el sentido de la espera” y se "absolutiza el presente".
Cuando esto sucede, se pierde el sentido de la “expectativa”, es decir, de la espera del Señor, que "es tan bella” y que “nos saca de las contradicciones del momento”.
Y cuando se pierde el sentido de la espera “hacemos todo como si nunca tuviéramos que partir para la otra vida”.
Entonces sólo nos preocupa poseer, emerger, acomodarnos…. Siempre más.
Si nos dejamos guiar por lo que nos parece más atractivo, también por lo que nos gusta, por la búsqueda de nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril.
No acumulamos reservas de aceite para nuestra lámpara, y se apagará antes del encuentro con el Señor.
Vivir el hoy que va hacia el mañana: al encuentro con Dios
Es por ello que es necesario vivir el hoy, pero “el hoy que va hacia el mañana”, es decir hacia el encuentro con Dios -subrayó Francisco: si estamos atentos y hacemos el bien correspondiendo a la gracia de Dios, podemos esperar serenamente la llegada del novio.
"Y el Señor "también puede venir mientras dormimos - concluyó - pero esto no nos preocupa, porque tenemos la reserva de aceite acumulada con las buenas obras de cada día, acumulada con aquella espera del Señor".