El padre de la piloto, fallecida en 2013, coordina el reparto de alimentos solidarios desde la parroquia madrileña donde ella está enterrada.«No pienso dejar de lado a los que ahora gritan en silencio por mi ayuda. Porque no muchos les oyen, como yo antes». Son palabras que escribió la piloto de Fórmula 1 María de Villota cuando, después de sufrir un accidente que casi acaba con su vida, escribió un libro sobre cómo enfocaba su nueva realidad. Lo titulaba así: “La vida es un regalo“.
No sabía entonces ella que iba a morir pronto. Se recuperó del accidente ocurrido en el aeródromo de Duxford poco después fallecía a causa de las secuelas. Tenía 33 años. En aquel ínterin, se había casado y había reorientado su profesión (imposible pilotar con un parche en el ojo que había perdido) hacia el trabajo solidario. Era lo que se iba a convertir en el Legado de María de Villota.
Su padre, volcado en la ayuda
A comienzos de siglo XX, la familia Villota había construido la iglesia de san Ramón Nonato, en el barrio madrileño de Vallecas, en memoria de un niño de la familia que murió y se llamaba Ramón. María fue enterrada allí, junto a sus antepasados. Su padre, el expiloto de Fórmula 1 Emilio de Villota, tomó el mando de su legado.
Y llegó el 2020 y la pandemia, y comenzó a hacerse sentir el hambre en Vallecas.
Desde la parroquia
El legado de María iba a servir para paliar la necesidad de muchas familias. El párroco de san Ramón fue quien pidió a la familia Villota poner en marcha un sistema de ayuda a las personas que han quedado sin trabajo y sin dinero para lo más básico.
Así, se reunió a 50 voluntarios que de lunes a viernes se encargaban de hacer llegar a las familias que lo necesitan una bolsa con un par de bocadillos, fruta y algún producto lácteo.
Pronto se vio que era insuficiente y Emilio de Villota amplió esa organización con el reparto de comida caliente. Para ello se cuenta con el trabajo de un catering externo. Además, se alcanza a poder entregar alimentos frescos.
En total, son en torno a unas 500 personas de 23 nacionalidades las que ven aliviada su precariedad económica diariamente gracias a esta labor solidaria. En el pico de la pandemia, según Emilio, llegaron a las 1.000 personas diarias, y ahora cree que vuelve a crecer la cola de peticiones.
“Cualquiera de nosotros podría estar en una cola”
Emilio de Villota, que hoy tiene 74 años, emplea todas sus energías en esta labor que apareció de la noche a la mañana. Va con un chaleco de voluntario”. Antes atendían a mendigos y personas sin hogar, pero el panorama de este 2020 es de una dimensión mucho mayor. “También vemos a gente de clase media, cualquiera de nosotros podría estar en una cola, en cuanto te quedes sin ingresos una temporada. Y ya no te digo si se trata de una familia que no tenía recursos”, explicó esta semana a una periodista del diario “La Razón”.
A este padre que perdió a su hija muy pronto, activar el legado de María no le mueve al sentimiento de pérdida: “Aunque pueda parecer mentira, la emoción es positiva, no tanto de nostalgia o de tristeza”, afirma.
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