Papa Francisco envía una carta a su colegio y muestra cómo recibió formación al estilo Don Bosco: abierta al trabajo, la creatividad, y la alegría
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El Papa Francisco escribió una carta al colegio salesiano de Ramos Mejía en el que cursó como internado su sexto año de educación primaria. En ella recordó que la vida de colegio para él “era un todo” que “tenía una unidad armoniosa, y nos preparaba para la vida, con sentido de responsabilidad y horizonte de trascendencia”.
El Papa envió su mensaje de unidad y salutación a la comunidad educativa por los 90 años de su inauguración. También lo están haciendo decenas de ex alumnos como el Papa cuyos testimonios se reproducen en las redes sociales del colegio, proyecto ideado y promovido por el padre Esteban Pagliere, primer sacerdote salesiano argentino.
En la carta dirigida al vicedirector general de la Obra de Don Bosco en Ramos Mejía Daniel Blanco Mengoni, el Papa escribe: “Recuerdo con gratitud cuando cursé como interno el sexto grado en el Coelgio Wilfrid Barón de los Santos Ángeles en 1949, y recibí esa formación al estilo de Don Bosco, abierta al trabajo, la creatividad, y la alegría.
La vida de Colegio era un ‘todo’, y no había tiempo para aburrirse: el estudio, la convivencia, la oración, la atención a a la gente más pobre, las actividades manuales, todo lo que hacíamos y aprendíamos tenía una unidad armoniosa, y nos preparaba para la vida, con sentido de responsabilidad y horizonte de trascendencia”.
Ya en otra ocasión había trascendido la enorme gratitud del Papa por aquel año de su vida. En una carta con un extracto difundida en 2013 en L’Osservatore Romano y luego reproducida en el Boletín Salesiano, pero escrita años antes al salesiano Cayetano Bruno, recordaba cómo ese “todo” era una “sumersión en la trama de la vida” que lo había ayudado a abrazar una “cultura católica”.
Se vivía en este mundo, pero abierto a la trascendencia del otro mundo
“Uno se sumergía en una trama de vida, preparada como para que no hubiera tiempo ocioso. El día pasaba como una flecha sin que uno tuviera tiempo a aburrirse. Yo me sentía sumergido en un mundo, el cual si bien era “preparado” artificialmente (con recursos pedagógicos) no tenía nada de artificial. Lo más natural era ir a Misa a la mañana, como tomar desayuno, estudiar, ir a clases, jugar en los recreos, escuchar las “Buenas Noches” del P. Director.
A uno le hacían vivir diversos aspectos ensamblados de la vida, y eso fue creando en mí una conciencia: conciencia no sólo moral sino también una especie de conciencia humana (social, lúdica, artística, etc…). Dicho de otra manera, el Colegio creaba, a través del despertar de la conciencia en la verdad de las cosas, una cultura católica que nada tenía de ‘beata’ o ‘despistada’”, sentía Bergoglio.
“El estudio, los valores sociales de convivencia, las referencias sociales a los más necesitados (recuerdo haber aprendido allí a privarme de cosas para darla a gente más pobre que yo), el deporte, la competencia, la piedad… todo era real, y todo formaba hábitos que, en su conjunto, plasmaban un modo de ser cultural. Se vivía en este mundo pero abierto a la trascendencia del otro mundo”, completaba, agradecido por la “cultura católica” recibida.
No había sinsentidos
“Todas las cosas se hacían con un sentido. No había ‘sinsentidos’ (al menos en el orden fundamental; porque accidentalmente había impaciencias de algún educador, o pequeñas injusticias cotidianas, etc.). Yo aprendí allí, inconscientemente casi, a buscar el sentido a las cosas. Uno de los momentos claves de esto de aprender a buscar el sentido a las cosas eran las ‘Buenas Noches’”, escribió en aquella ocasión.
Amar la pureza
Algunos de los saludos nocturnos con plática antes de dormir fueron recordados con gran precisión, como el de monseñor Miguel Raspanti sobre la muerte, o el del padre Cantarutti sobre “la necesidad de pedir a la Santísima Virgen acertar en la propia vocación”.
En esa larga misiva Bergoglio recordaba además cómo los salesianos le “enseñaron a amar la pureza sin ningún tipo de enseñanza obsesiva, lo educaban en la creatividad, y el manejo propuesto para las crisis: “Nos hacían sentir que podíamos confiar, que nos querían; sabían escuchar, nos daban buenos consejos, oportunos… y nos defendían tanto de la rebeldía como de la melancolía”.
Reconocimientos al alumno Bergoglio
Aquel año de 1949, en el que Bergoglio cursaba el 6to grado B. El joven recibió el primer premio en Conducta y Religión y Evangelio, rescató la agencia AICA.
90 años de historia
El proyecto fue ideado por el padre Pagliere para una escuela de primera enseñanza para niños pupilos estudiantes de 8 a 12 años. También una escuela de agricultura para aspirantes a hermanos salesianos.
Comenzó a tomar fuerte forma con la bendición de la piedra inaugural en 1925, con la presencia y padrinazgo del entonces Presidente de la República Marcelo T. de Alvear.
En 1927, se concretó una donación fundamental para la puesta en marcha tras el ofrecimiento de Catalina Bizza de Baron de donar un millón de pesos para construir el cuerpo principal del edificio. La condición era que el establecimiento lleve el nombre de su difunto esposo Don Vilfrid Baron.
En septiembre de 1930 comenzaron a llegar los primeros alumnos. Eran albergados inicialmente en “una casita de madera” y en obras inconclusas. Y ya a inicios de 1931 se regularizaron las clases de educación primaria con cien pupilos y treinta y cinco alumnos externos.
18 años más tarde el colegio recibiría uno de sus alumnos más destacados. Un año bastó para terminar de marcarlo con una impronta salesiana. Lo acompañó en su infancia y lo acompañó como jesuita en la Argentina, como Arzobispo de Buenos Aires y luego como Papa.