Hace 10 años, el papa Francisco vivía en carne propia el itinerario de reconciliación que propone en Fratelli TuttiHace exactamente diez años fallecía Néstor Kirchner, expresidente de Argentina (2003-2007), en 2010 diputado nacional y esposo de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Como mandatario, Kirchner había acudido al encuentro del arzobispo de Buenos Aires en los primeros Tedeum del 25 de mayo, como era habitual. Pero ya en 2005 decidió participar de la tradicional celebración por el primer gobierno patrio en Santiago del Estero, decisión sorprendente ya que los eventos del 25 de mayo de 1810 tuvieron como epicentro justamente Buenos Aires.
El gobierno de Kirchner sentía como severas críticas hacia su gestión las palabras el entonces arzobispo. Y según escribe el periodista Francisco Lindner en su libro “Historias de espías (y espiados)”, los servicios de inteligencia hasta habrían espiado lo que sería su homilía para el Tedeum de 2016 para justamente advertirle de que no sea duro con el gobierno.
Ante unas menciones del entonces portavoz del Arzobispado, ya en 2006, cuando la relación con la Iglesia pareció entrar en un camino sin retorno, Kirchner expresó durante un acto en palabras que tenían como destinatarias, interpretó la prensa local y nadie del gobierno desmintió, la curia porteña: “Hay un Dios, y el Dios es de todos, no es de alguien en particular. Dios, el Señor, es de todos, pero ¡cuidado!, el diablo también llega a todos, a los que usamos pantalones y a los que usan sotana, porque el diablo penetra por todos lados: esto tengámoslo claro, también”.
Según publicaba la prensa política de entonces, Kirchner consideraba a Bergoglio un jefe espiritual de la oposición. Y ese malestar llegaba a las puertas del cardenal. “Néstor Kirchner realmente no me soportaba. Las relaciones eran muy tensas”, evocó Francisco, ya siendo Papa, en el libro “Nei tuoi occhi é la mia parola” de Antonio Spadaro.
Pero tras el fallecimiento de Kirchner, inesperado, durante la jornada del censo de 2010, Jorge Bergoglio mostró una faceta que la historia argentina aún no reconoció lo debido y bien sirve como ejemplo para la reconciliación nacional.
Francisco escribe en el capítulo séptimo de Fratelli Tutti sobre “el esfuerzo duro por superar lo que nos divide sin perder la identidad de cada uno”. El fallecido dignatario lo había fustigado, privada y públicamente. Pero el arzobispo de Buenos Aires convocó a una misa en sufragio y en la homilía propuso:
“Sería una ingratitud muy grande que ese pueblo, esté de acuerdo o no con él, olvidara que este hombre fue ungido por la voluntad popular. Todo el pueblo, en este momento, tiene que unirse a la oración por quien asumió la responsabilidad de conducir”.
“Las banderías claudican frente a la contundencia de la muerte y las banderías dejan su lugar a las manos misericordiosas del Padre. Los que lo acompañaron más de cerca como su familia, sus amigos, y sus compañeros de militancia también sienten el desgarrón de su soledad y rezan por él; pero es precisamente el pueblo quien tiene que claudicar de todo tipo de postura antagónica para orar frente a la muerte de un ungido por la voluntad popular… durante cuatro años fue ungido para conducir los destinos del país. Se claudica de todo y se reza. Y hoy estamos aquí para rezar por un hombre que se llama Néstor, que fue recibido por las manos de Dios y que en su momento fue ungido por su pueblo”, concluyó.
Dicen que Cristina Fernández de Kirchner no supo de estas palabras hasta años después, cuando Bergoglio ya era Francisco. Y la actitud de ella ante el prelado, ahora Sumo Pontífice, cambió por completo.
La artesanía de la paz en busca del bien común supone que todos, independientemente de las ideas, trabajen juntos. “Es necesario tratar de identificar bien los problemas que atraviesa una sociedad para aceptar que existen diferentes maneras de mirar las dificultades y de resolverlas. El camino hacia una mejor convivencia implica siempre reconocer la posibilidad de que el otro aporte una perspectiva legítima, al menos en parte, algo que pueda ser rescatado, aun cuando se haya equivocado o haya actuado mal”, escribe el Papa en su última encíclica.
Palabras que, en gestos como el que tuvo tras el fallecimiento de Néstor Kirchner, ya viene predicando desde hace años.
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