Puedo pensar que sólo lo amo bien cuando estoy en misa, o rezando, en soledad, lejos del mundo, y no ser capaz de unir ese amor a Dios con el amor a los hombres
Hoy de nuevo escucho otra pregunta en la que ponen a prueba a Jesús. Siempre buscan que no dé la respuesta correcta:
“Le preguntó para ponerlo a prueba: – Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?”.
Quieren poner a prueba su formación. Quieren saber lo que piensa en su interior.
El mandamiento más importante para los judíos. Si hoy me lo preguntaran a mí, ¿qué respondería? ¿Cuál es el mandamiento más importante de la Iglesia a la que pertenezco?
¿Qué es lo que me pide Dios de forma concreta y tantas veces no hago bien? ¿Qué es lo que espera de mí, qué sueña para mi vida?
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este mandamiento es el principal y primero”.
Es lo mismo que yo podría responder hoy. Me he acostumbrado a ver la Iglesia como un conjunto de normas que tengo que cumplir. Una ética que tengo que respetar. Un camino claro con márgenes precisos que tengo que seguir.
Y cuando no cumplo, cuando no respeto los peligros y las amenazas, me siento fuera de esa Iglesia que me espera siempre.
Hoy Jesús repite lo que ya sé. Lo que aquellos que le preguntaban sabían muy bien. El hombre creado por Dios, amado por Él hasta el extremo, sólo tenía que corresponder a ese amor.
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