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La primera mujer del MIT era católica: Marcella O’Grady Boveri

MARCELLA BOVERI

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Sandra Ferrer - publicado el 23/10/20

¿Sabías que la primera mujer en graduarse en el Massachusetts Institute of Technology, el prestigioso MIT, era una católica defensora de los derechos de la mujer?

Durante siglos, la educación estuvo vetada a las mujeres. Poco a poco, se les permitió una formación básica pero no fue hasta finales del siglo XIX, principios del XX, que pudieron acceder a las universidades en las que solamente eran bien vistas si cursaban carreras consideradas tradicionalmente femeninas, como la docencia. Intentar estudiar ciencias era otra cosa.

Esta gran barrera la superó Marcella O’Grady Boveri gracias a su gran talento y dedicación y no solo consiguió romper un techo de cristal sino que lo hizo alzando la voz en favor de las que aún no lo había podido conseguir.

Macella O’Grady nació el 7 de octubre de 1863 en Boston, en el seno de una familia católica de origen irlandés. La pequeña de tres hermanos, dos chicas y un chico, Marcella recibió una buena educación gracias a que sus padres defendieron siempre que debían tener las mismas oportunidades tanto hombres como mujeres.

Mientras que su hermana tomó los hábitos, ella decidió seguir adelante con sus estudios sin olvidar nunca su fe. Tras graduarse en el Instituto Femenino de Boston, fue admitida en el MIT donde estudió biología y se convirtió en la primera mujer en la historia en graduarse en tan prestigioso centro.

El mismo año en el que se graduó, 1885, Marcella empezó a trabajar como profesora de ciencias en una escuela femenina de Baltimore, el Bryn Mawr School. Allí no solo ejerció como maestra sino que, gracias a una beca, pudo cursas el doctorado centrándose en la zoología y la embriología.

En 1889, Marcella recibió una oferta que no pudo rechazar, ser profesora asociada de Vassar, una de las universidades femeninas más importantes de su tiempo. Allí pudo dirigir el Departamento de Biología donde se le permitió planificar como ella quisiera los planes de estudio. Marcella permaneció siete años en Vassar, hasta que se marchó a Alemania, pues había sido admitida en la Universidad de Würzburg, convirtiéndose en la primera mujer que accedía a sus aulas de ciencias.

Marcella iba a trabajar en el equipo de Theodor Boveri, un investigador que estaba inmerso en un estudio sobre los cromosomas. La primera reacción de Boveri fue de recelo ante su presencia pues nunca había colaborado con una mujer. Sin embargo, pronto tuvo que rendirse a la evidencia y aceptar que Marcella era una mujer de gran talento quien no solo se convertiría en su colega en el laboratorio sino que terminaría siendo su esposa. Marcella y Theodor se trasladaron a Nueva York para contraer matrimonio en octubre de 1897 en el convento del Buen Pastor de Troy.

Poco después regresaron a Alemania donde la pareja tendría una hija y continuarían con su vida como marido y mujer y como investigadores. La Primera Guerra Mundial no solo sacudió su existencia sino que fue una época triste para Marcella quien en octubre de 1915 vio como su marido fallecía tras una larga batalla contra la tuberculosis.

A pesar de la tristeza, Marcella permaneció en Alemania donde ayudó en lo que pudo a los enfermos y heridos abriendo las puertas de su casa a todo aquel que lo necesitara. No fue hasta 1926 que se trasladó definitivamente a los Estados Unidos donde continuó con su labor científica, esta vez en el New Haven Albertus Magnus College, una institución católica y femenina en la que impulsó un departamento de ciencias volviendo a trabajar para que las mujeres pudieran centrarse en este tipo de formación.

El resto de su vida, Marcella O’Grady siguió volcada en el mundo de la ciencia. Tradujo la obra que había escrito junto a su marido El origen de los tumores malignos, que tendría una importante repercusión médica en el futuro.

A lo largo de su carrera, Marcella O’Grady Boveri fue una defensora incondicional de la unión entre la ciencia y la fe. Para ella, ambas no tenían por qué ser incompatibles, al contrario, se complementaban y se retroalimentaban. También fue durante toda su vida una mujer implicada en mejorar la situación de las mujeres que no solo deseaban acceder a la universidad sino que querían formarse en carreras científicas, un ámbito que durante mucho tiempo continuaría vetado a las mujeres. Con su propio ejemplo, Marcella pretendió demostrar que lo importante era la inteligencia y el esfuerzo personal, al margen de que quien tuviera estos talentos fuera hombre o mujer.

Los últimos años de su vida los pasó en el convento del Buen Pastor donde falleció el 24 de octubre de 1950.

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