Este Domingo se celebra el DOMUND con la pandemia y sus dificultades como telón de fondo
El Domingo se celebra, en todo el mundo, el Domingo Mundial de las Misiones, un momento que sirve para recordar y apoyar el gran trabajo que realizan los misioneros por todo el mundo. Este año la campaña es consciente de las dificultades por la pandemia tanto en los lugares de misión como en los lugares donde se puede recaudar para ayudar a quienes más lo necesitan.
En España, Obras Misionales Pontificias presentó su jornada en Rueda de Prensa con la presencia del Nuncio de Su Santidad en España, Bernardito Azua, el misionero combinado Enrique Rosich (40 años en Chad) y José María Calderón, director de OMP en España.
“Las huchas del Domund no podrán salir a la calle este año”, explica José María Calderón, director nacional de Obras Misionales Pontificias (OMP) que muestra el reto de poder mantener la actividad misionera de la Iglesia en 1.115 territorios de misión. Para todo ello, desde Obras Misionales Pontificias se han propuesto distintas alterativas para que todo el que quiera pueda apoyar a los misioneros: mediante tarjeta de crédito o Bizum e incluso con una carrera solidaria.
Monseñor Bernardito Auza, Nuncio de Su Santidad en España recordó su tiempo de trabajo en Madagascar: “raro era el día en el que no invitaban al nuncio a inaugurar una escuela, o una parroquia” y todo ello, en numerosas ocasiones con dinero llegado del Domund: “El dinero ayuda a construir escuelas, parroquias, centros de salud allá donde los gobiernos no llegan”.
¿Y cómo llega el dinero desde el bolsillo de los españoles a los misioneros? “Los misioneros presentan peticiones de ayudas, que desde la nunciatura se estudian. No podemos financiar todos los proyectos, por ello establecemos una lista de proyectos prioritarios”, explicaba el Nuncio, que muestra que se estudian y examina los proyectos para ayudar, siempre desde las nunciaturas.
Por último, el misionero comboniano Enrique Rosich mostró su testimonio tras 40 años de trabajo en CHAD. Rosich, afirmó que “cuando Dios quiere entrar en la vida de alguien lo hace de muchas maneras”, y explica cómo llegó a Chad cuando el país sufría una guerra civil y pocos misioneros se atrevían a ir allí.
Durante la guerra, el misionero tuvo que vivir confinado por un virus distinto al del COVID: “las armas”. Unas palabras de los cristianos en Chad le dieron fuerza para subsistir al encierro: “Antes éramos hermanos en Cristo, ahora somos hermanos en el sufrimiento”.