El Santuario de Las Lajas, la Catedral de Sal y todos los templos colombianos están abriendo sus puertas para volver a celebrar con fieles, aunque en números reducidos y con estrictos protocolos de bioseguridadCon gozo y siguiendo estrictos protocolos de bioseguridad, los colombianos han regresado poco a poco a los templos, luego de que las autoridades civiles y sanitarias autorizaran a la Iglesia católica la celebración de misas con presencia de fieles.
Las grandes capitales volvieron a abrir las puertas de sus templos en las semanas recientes, mientras que en ciudades pequeñas y en poblaciones donde fue menor el impacto del coronavirus las celebraciones se restablecieron con más facilidad.
A pesar de ello, es imposible volver a la normalidad anterior en este país de mayoría católica, en el que se celebran multitudinarias eucaristías y donde las capillas de adoración al Santísimo Sacramento son continuamente visitadas por fieles.
Los párrocos están siguiendo las instrucciones impartidas por la Conferencia Episcopal Colombiana para las celebraciones litúrgicas y actividades pastorales en general, que incluyen un detallado protocolo para antes, durante y después de las celebraciones. Estas disposiciones son de obligatorio cumplimiento para sacerdotes, fieles y colaboradores.
“Después de este tiempo de confinamiento y también de gracia, hemos recibido las orientaciones para aplicar los protocolos de bioseguridad que permitirán la reapertura paulatina de los templos y el retorno de nuestras comunidades a las celebraciones litúrgicas, que alimentan y fortalecen la vida espiritual del pueblo de Dios”, dice el documento del Episcopado distribuido a más de 3.000 parroquias existentes en este país de 50 millones de habitantes.
De 900 a 50 fieles en las misas
La situación no ha sido fácil para ninguna parroquia en el país, como lo contó Luis Carlos Gavilanes, párroco del Santuario de Nuestra Señora de Las Lajas, uno de los principales sitios de peregrinación del país, ubicado en la población de Ipiales, Nariño, frontera con Ecuador.
“Tener que celebrar la eucaristía delante de una cámara, sin fieles, es muy triste. Tuvimos experiencias dolorosas como la Semana Santa, a la que tradicionalmente asisten 120.000 peregrinos, pero a la vez fue esperanzador poder llegar por internet a muchos países del mundo”, señaló el sacerdote.
En entrevista con Aleteia, el padre Gavilanes explicó que las dificultades económicas del Santuario los obligaron a llegar un acuerdo con más de 20 trabajadores para suspender sus contratos y a endeudarse para cumplir obligaciones laborales, pago de servicios e impuestos porque no estaban preparados para estar cerrados durante seis meses.
“Esto ha sido muy triste para nosotros porque son personas que derivan su sustento del salario que aquí reciben. Están también los habitantes del corregimiento de Las Lajas, donde más de 200 personas tienen pequeños negocios alrededor de la actividad religiosa. Aun en medio de las dificultades, como Iglesia, pudimos auxiliar con alimentos a los más necesitados”, dijo.
El permiso de reapertura le llegó a este santuario el pasado primero de septiembre, día en que ingresaron 40 personas. Un mes después, desde el primero de octubre, volvieron las eucaristías dominicales, pues fue levantado el toque de queda que también se aplicaba los domingos.
“En estos días estamos celebrando misas breves con un máximo de 50 personas, para tener tiempo de desinfectar el templo entre una y otra y aún estamos lejos de llevar a las 800 o 900 personas en las nueve celebraciones dominicales. No obstante, me dio inmensa alegría reencontrarme con los fieles de la parroquia y volver a recibir peregrinos, especialmente el 16 de septiembre, día de nuestra patrona”, comentó el padre Gavilanes.
Estos meses les dieron la oportunidad de recoger el fruto del trabajo que han venido haciendo en sus redes sociales y página web, de perfeccionar las transmisiones en vivo y responder los miles de mensajes que reciben diariamente de los seguidores, los cuales pasaron de 40.000 a 90.000 durante la pandemia. Se trata de devotos de todo el mundo que admiran la historia de la imagen de la Virgen María que se manifestó a una indígena y a su hija en una cueva, junto a un precipicio.
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Una catedral bajo tierra
En otra región de Colombia se encuentra la Catedral de Sal, en el municipio de Zipaquirá, a pocos kilómetros de Bogotá, a 180 metros bajo tierra, la cual también volvió a recibir turistas y a celebrar misas.
Camilo Torres, párroco hace seis años de la Catedral de Sal, en un programa de la emisora Minuto de Dios, explicó que ingresar a ella “es toda una experiencia de fe, es un verdadero encuentro bautismal desde que se ingresa por el camino de la oscuridad hasta que se llega a la luz”.
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Como los grandes museos del mundo, el lugar tiene los más estrictos protocolos de bioseguridad para permitir a los visitantes hacer el recorrido por esta mina de sal, en la que se encuentra un hermoso viacrucis que invita a reflexionar en la pasión del Señor.
“La catedral está dedicada a Nuestra Señora de Guasá o Virgen Morenita, llamada así porque guasá signfica socavón y es venerada desde siglos atrás, cuando los indígenas sacaban sal del lugar”, contó el padre Torres, quien aseguró que la visita es sobrecogedora y de una gran unción espiritual.
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