“Una guía para los perplejos” de Schumacher
Ernst Friedrich Schumacher fue un economista que a nadie dejó indiferente y que a día de hoy sigue siendo sorprendente aunque haya quedado relegado a un segundo plano.
Nacido en Bonn en 1911, se formó en las universidades de Oxford y Columbia. Siguió de cerca la revolución de la Física de finales del siglo XIX e inicios del XX, no sólo por curiosidad intelectual sino también por ser familia política de uno de los físicos más importantes y reputados internacionalmente, Werner K. Heisenberg.
En 1937, huyó del nazismo como tantos científicos que vieron como se alzaba el totalitarismo en todos los campos. Buscó refugio en Londres donde fue recluido en un campo de internamiento para extranjeros enemigos en una granja inglesa aislada.
El economista más importante de la primera mitad del siglo XX, John Maynard Keynes, conoció las habilidades intelectuales de Schumacher y lo liberó.
Lo calificó como uno de los más prometedores economistas de su tiempo llegando a adoptar algunas de sus ideas recogidas en su artículo “Aclaración multilateral” en la revista Economica.
Schumacher trabajó al servicio del gobierno británico para la movilización económica e ingresó de la mano de su mentor en la Universidad de Oxford. Tras la Guerra trabajó como asesor económico y estadístico jefe de la Comisión de Control Británica de reconstrucción de la economía alemana.
Hasta 1970, fue Asesor Económico Principal de la Junta Nacional del Carbón y sus contribuciones fueron clave para la recuperación económica de Gran Bretaña de posguerra. En 1955, viajó a Birmania como consultor económico. Sus viajes al tercer mundo como Perú y la India habría de trastocar su visión de la economía.
Declarado agnóstico y habiendo estudiado en sus etapas iniciales el materialismo histórico de Marx, el contacto con el budismo le cambió la percepción de cómo debía considerarse la economía.
La dimensión humana de la producción económica, la tecnología apropiada y la producción local para necesidades locales debían orientar una economía ecológicamente adecuada aplicable a la escala de la comunidad.
Schumacher se daba cuenta de que detrás de todo sistema económico, de toda actividad, subyace inevitablemente una filosofía. “Las teorías económicas siempre tienen detrás, escondida, toda una metafísica de la que emana una serie de valores y criterios que se dan por supuestos…”.
Pasó a criticar como insuficiente y reduccionista el conocimiento materialista que Vilfredo Pareto había defendido en Economía. Su humildad científica y sus crecientes sentimientos religiosos le llevaron, en 1971, a solicitar pertenecer a la Iglesia Católica.
Entonces, se lanzó al reto de escribir el libro que siempre había deseado escribir. Llamado originalmente “Regreso al hogar” apuntaba, habiendo vaticinado la crisis del petróleo, a la necesidad de cambio en la opulencia de Occidente hacia un futuro en el que se precisará una vuelta a tecnologías de dimensión más humana, en el que la mano de obra regresaría de las fábricas a sus casas. Finalmente, el título del libro pasó a ser “Lo pequeño es hermoso” con el subtítulo «La economía… como si la gente importara».
El libro se convirtió en un éxito internacional y fue reconocido por gobiernos de todo el mundo y recibido en la India como un “Gandhi práctico” El punto central era que la problemática que subyace a los retos económicos, eran en realidad morales y eso implicaba que economía y religión iban de la mano.
Tras este libro, sintió la necesidad de destilar en otro libro, que culminaría con el anterior en un proyecto único, lo más importante que había aprendido de toda su experiencia. A finales de agosto de 1977, tenía preparada su obra más profunda “Una guía para los perplejos”. Cuando le enseñó a su hija la prueba previa para su publicación le dijo “Aquí es hacia donde me ha llevado la vida”. Era su legado. Pocos días después fallecía.
Este libro, es un reto en toda regla, pues para acometer su lectura uno debe abandonar los prejuicios de racionalidad autosuficiente y estar dispuesto a recorrer y explorar un camino en el que discurre una forma más amplia de considerar a uno mismo y a la realidad que nos rodea.
Tanto el budismo como el cristianismo, la escolástica de Santo Tomás de Aquino y toda la tradición católica, pasan a ser pilares básicos para esta sorprendente obra en la que asegura que sin orientación ética y espiritual ni la economía, ni ningún otro espacio de la vida, puede alcanzar metas profundas, duraderas, saludables.
Así cómo Marx reorientó la dialéctica de Hegel hacía el Materialismo histórico, Schumacher relega a Marx a un plano marginal en la capacidad de conocer del ser humano y acaba destacando el error del reduccionismo que reduce la realidad a ese plano, que a su vez confina nuestro conocimiento.
Para ello se sirve de lo que denomina mapas filosóficos: “En el transcurso de los años que pasé en la escuela y en la universidad, me habían dado mapas de la vida y del conocimiento en los que apenas había rastro de muchas de las cosas que más me interesaban y que, a mi juicio, eran de la mayor importancia para orientarme en la vida. Durante años mi perplejidad fue total y ningún intérprete acudió en mi ayuda. Hasta que dejé de dudar de la cordura de mis percepciones y, por el contrario, comencé a dudar de la veracidad de los mapas…” y de la futilidad de los mismos “No es de extrañar que cuanto más familiarizados estamos con los detalles del mapa –cuanto más nos imbuimos de lo que muestra y más nos acostumbramos a la ausencia de las cosas que no aparecen–, más perplejos nos quedamos y más infelices y cínicos nos volvemos”
A partir de este punto, nos lleva mediante una lógica brillante por los planos de la materia, de la vida, de la consciencia y de la autoconsciencia (la capacidad de pensar y de tener conciencia del propio pensamiento), para demostrar que la incapaz de ver más allá de lo cuantificable, de la producción, ha engendrado una monstruosa sociedad y que las transformaciones sólo llegarán asumiendo propósitos más elevados, siguiendo la necesidad espiritual que nos conforma como seres humanos.
“Una guía para los perplejos” es una obra que no sólo debería ser leída, sino profundamente meditada para recuperar una visión crítica y superior frente al materialismo reduccionista que persigue alienarnos de nuestra naturaleza con una economía deshumanizante.