Era hija de un conde barcelonés y decidió entregar a Dios su vida por la redención de los cristianos cautivos en tierra musulmana.
Estamos en 1230. En Barcelona hace un año que comenzaron las obras de Santa María del Mar, a pocos metros del puerto, uno de los más importantes en el tráfico marítimo del Mediterráneo. Hay mercado de fruta y verdura en la calle, pero también una nube de picapedreros, albañiles, herreros… hombres forzudos que se aprestan a levantar piedra sobre piedra junto a los comerciantes que intercambian cereales, aceite, tejidos y vino con otras ciudades como Florencia. El ascenso social es posible, hay pujanza económica.
Barcelona es así una ciudad bulliciosa, en la que gobierna el conde de Barcelona, que a su vez es rey de Aragón, Jaime I el Conquistador. Se vive una época esplendente.
El conde Guillem de Cervelló y su esposa residen en el actual número 25 de la calle Montcada, la primera “avenida” que amplía el casco antiguo de la ciudad y en la que se instalan los prohombres del momento. Las construcciones son palacetes de estilo gótico con entrada para los caballos, escalinata y grandes estancias. [Esa calle hoy se conoce internacionalmente porque allí está el museo Picasso, igual que santa María del Mar se ha hecho famosa por el best seller “La Catedral del Mar” de Ildefonso Falcones].
El 1 de diciembre de 1230, a los señores de Cervelló les nace María y llevarán a bautizar a la niña a la parroquia de Santa María del Mar, puesto que ahí está el sarcófago de la mártir santa Eulalia, patrona de la ciudad. El bautizo es el 8 de diciembre de ese mismo año. A los niños se les bautiza enseguida, por la fe en el sacramento y porque la tasa de mortalidad infantil es alta.
La recién creada Orden de los Mercedarios
María crece en un ambiente refinado, recibe educación y físicamente es agraciada. Por la posición social de su familia y su personalidad, no le faltan pretendientes. Pero ella ha ido observando la piedad de las monjas benedictinas del monasterio de san Pedro de las Puellas, y ha oído hablar de la labor de los mercedarios, una nueva orden fundada por un barcelonés, Pedro Nolasco, que se dedica a redimir cristianos cautivos en territorio musulmán.
La Orden de los Mercedarios ha sido aprobada en 1235. La constituyen solo varones y entre ellos hay jóvenes procedentes de familias catalanas de alta cuna.
Una vida entregada
María decide hacer voto de virginidad a los 17 años, el 12 de febrero de 1248, fiesta de santa Eulalia. Tal como recuerda el historiador mercedario Joaquín Millán Rubio, “lo había discernido con su confesor, lo había determinado con su madre, lo resolvió con cordura”. Seguirá viviendo con su familia de sangre.
Fallece el padre de María de Cervelló y junto con su madre, la condesa, deciden cerrar el palacete y trasladarse al carrer Ample (la calle ancha), donde se encuentra la iglesia de la Merced. Viven como beatas, acuden a rezar al templo diariamente y ella promueve labores de caridad con los pobres y enfermos.
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