El Pontífice está regalando una estampita a sus visitantes por estos días, recuerdo de su viaje a Rumanía en 2019El papa Francisco lleva un tiempo entregando a las personas que recibe en audiencia -obispos, jefes de departamento, colaboradores e invitados – en las audiencias en el Palacio Apostólico, la imagen de una anciana señora de Iaşi que lo había sorprendido con un gesto tierno durante su viaje a Rumania en 2019.
El diario La Stampa de Turín señaló la estampita impresa en vertical a color, diseñada por el propio pontífice, que retrata a una abuela que muestra a su pequeño nieto de brazos, con una cara sonriente y orgullosa. Al pasar entre la multitud del Papamóvil, con ocasión del encuentro con los jóvenes y las familias en la plaza del Palacio de la Cultura en Iaşi (1 de junio de 2019), esa abuela había levantado al niño más allá de las barreras para mostrárselo al Papa.
Francisco lo había dicho también a los rumanos: “Estoy terminando pero no quiero omitir decir una experiencia que tuve al entrar en la plaza”. Había una señora, bastante vieja, abuela. En sus brazos tenía a su nieto, más o menos de dos meses, no más. Cuando pasé por aquí, me lo mostró. Sonrió, y sonrió con una sonrisa de complicidad, como si me dijera: “¡Mira, ahora puedo soñar!”.
Así, el Papa también rememora esas palabras en el reverso de la estampita. Según el Vatican Insider, esta fue la razón de la visita sorpresa que Francisco hizo a finales de agosto a la Librería Editora del Vaticano.
En el encabezamiento de la tarjeta, asimismo una frase del profeta Joel, que el Papa repite a menudo en los encuentros con los jóvenes: “Esto es lo que ha de suceder después: Yo derramaré mi Espíritu sobre cualquier mortal. Tus hijos y tus hijas profetizarán, los ancianos tendrán sueños y los jóvenes verán visiones (Gl 3,1)”.
No es la primera vez que el Papa usa una imagen para evangelizar. El “fruto de la guerra”, es el titulo de la foto de Nagasaki de 1945 que el papa Francisco hizo imprimir y difundir con un mensaje de fin de año para el mundo. Era el 31 de diciembre de 2017.
Un niño que espera su turno en el crematorio para su hermano muerto. El chico llevaba cargado en su espalda el cuerpo inerte de su hermanito menor. Es la foto que tomó un fotógrafo americano, Joseph Roger O’Donnell, después del bombardeo atómico en Nagasaki. “La tristeza del niño sólo se expresa en sus labios mordidos y rezumados de sangre”, explicó el Pontífice.
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