13.000 migrantes quedan a la intemperie tras un incendio del campo de refugiados
El campo de refugiado de Moria, lugar que el Papa Francisco visitó en 2016, durante su visita a Lesbos ha quedado calcinado tras un incendio. Más de 13 000 migrantes se han quedado sin hogar y aún no se conocen las consecuencias personales que ha podido tener el incendio y si hubiera podido cobrarse alguna víctima mortal.
Campo de refugiados de Moria (Lesbos): «¡Esto es un Guantánamo!»
Se trata de un lugar que Papa Francisco siempre ha tenido en su mente. De hecho, 33 migrantes de este campo de refugiados de Lesbos solicitaron asilo y fueron acogidos por el Vaticano.
La situación en Moria y en Lesbos lleva tiempo siendo dramática. Tras la decisión de Turquía, a primeros de año de abrir las puertas a miles de migrantes y refugiados de Siria y Afganistán, el camino de estas personas se encontraba en la frontera con Grecia, siendo la isla de Lesbos, en el mar Egeo, el principal destinatario. Hasta allí llegaron decenas de familias con niños a su cargo.
El cardenal Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y Presidente de la COMECE se mostró consternado en los micrófonos de Radio Vaticana e hizo un llamamiento a los países ricos de Europa para que finalmente asuman su responsabilidad hacia los refugiados.
La esperanza del pueblo se ha quemado
“Creo que lo que está ardiendo o se ha quemado allí no es sólo el campo de Moria, el campo de refugiados. La esperanza del pueblo se ha quemado. La humanidad de Europa, la tradición del humanismo, del cristianismo, ya no existe tampoco. Ya cuando visité el campo junto al Cardenal Krajewski en nombre del Santo Padre y hablamos con la gente, nos dimos cuenta de que no tenían más esperanza. Han perdido toda esperanza, están desesperados, no saben qué hacer. El fuego mismo me parece una expresión de toda esta desesperación”, dijo el Cardenal con tristeza.
“Creo que muchos gobiernos están escuchando a la derecha radical que no quiere refugiados”, dijo el cardenal Holleric, “Esto está llevando a Europa a la inhumanidad, estamos perdiendo nuestro sentido de la humanidad”.
El Cardenal Hollerich había recibido a dos familias de refugiados de este centro en su archidiócesis en Luxemburgo. “”La gente está tan feliz de tener una vida normal. Los niños, que nunca tuvieron la oportunidad de ir a la escuela, están aprendiendo el alfabeto mientras hablamos. Tienen esperanza de vivir. Hay que dar esperanza a esta gente”.