Sabemos que las emociones son cruciales en cualquier aprendizaje. Se generan en las amígdalas del cerebro como patrones de conducta inconscientes y hasta que no se manifiestan, no nos enteramos de su presencia. Sin emociones no sobrevivimos y según la ciencia somos capaces de recordar lo que aprendemos cuando hay emociones asociadas.
Los maestros hoy están llamados a vivir su rol más allá de lo académico. La situación actual de la pandemia ha significado sacarnos de nuestra zona de confort y atrevernos a algo diferente. Ser capaces de reflexionar más sobre lo que aprendemos y hacer crecer los recursos que nos permitan manejarnos mejor y tener coraje para una vida más plena.
La inteligencia emocional es la clave. Hacer llegar los valores de los buenos profesores durante tiempos en los que los jóvenes están necesitando apoyo no solo intelectual, sino sobre todo emocional, es un desafío. Educar no es solo transmitir conocimiento, es enseñar la vida. Por eso la tarea del profesor es muy importante en el acompañamiento emocional, una de las figuras más necesarias para los jóvenes hoy además de la familia.
Las palabras del psicólogo Howard Garnder cobran gran protagonismo: "Para ser un buen profesor, hay que ser una buena persona".
Hoy más que nunca se necesitan personas con buen corazón, que amen su trabajo, que tengan grandes deseos por aprender, que estén dispuestos a ayudar a superar el miedo, den mucha ternura, incluyan el sentido del humor y sean empáticos mostrando que todos somos vulnerables en la situación que vivimos.
Ayudarles a entender el para qué de las cosas
Algo útil para los jóvenes es entender el sentido de lo que aprenden. Tienen acceso a mucha información, pero eso no alcanza. Muéstrales la persona que está detrás de un evento o un descubrimiento, las pequeñas cosas que lo hacen personal y que harán que al final puedan recordarlo todo con un cariño más especial. No se trata tanto del por qué, sino del para qué. Darles una perspectiva de futuro que ayude a neutralizar miedos y aumente la esperanza.
La enseñanza puede estar llena de inspiración cuándo les dejamos ver qué valores se han puesto en práctica para hacer un bien en el mundo: el rol de la perseverancia y el esfuerzo, los vínculos humanos o los estudios. Las imágenes son motores visibles muy poderosos. Esto aporta sentido y los conecta con alguna emoción que hace que su cerebro no lo olvide.
Sorprenderlos con la diversión
La dopamina que se activa para que se afiance el aprendizaje se despierta con la sorpresa. Si uno está aburrido explicando, no será efectivo. La alegría y la sorpresa en cambio aportan motivación, un componente extra de glucosa y oxígeno que le permite al cerebro funcionar más. De este modo es placentero, hay sentimientos de recompensa y todo lo que aprende el cerebro lo valora como algo positivo.
Cuando hacemos algo que nos gusta, encontramos disfrute aprendiendo. Podemos jugar un juego y al mismo tiempo aprender a tomar decisiones. Cuando jugamos a las cartas por ejemplo, tenemos que decidir si jugamos una carta o la conservamos y ver si la siguiente mano sale mejor. A través de estos recursos podemos darles la oportunidad de que ellos participen activamente de su propio aprendizaje.
Conectarlos con la vulnerabilidad
Es importante que aprendan a quererse como son. Conectarlos con las vulnerabilidades de modo positivo. Que sepan que todos cometemos errores y que podemos hacer algo al respecto. Si ellos ven que no hay margen para las equivocaciones, o escuchan que todo lo que hacen lo hacen bien cuando en realidad no es así, no podrán avanzar mucho.
La dopamina no se activa porque ya presuponen que lo harán bien. Lo que sí es saludable es que sepan que en todo momento cuentan con nuestro apoyo y que aprendan a reírse de sí mismos. Podemos ayudar a despertarles el sentido del humor, un componente poderoso si queremos que tengan más autoestima. Ellos están primero que cualquier trabajo o tarea.
Escucharlos activamente
Lamentablemente es posible que el aula sea uno de los pocos momentos del día en que no tengan contacto con algún dispositivo. Aprovéchalo. Si queremos cambiar el mundo, necesitamos conversaciones más amables. Para generar conversaciones que nutren, es importante aprender a escuchar, a estar en silencio. Churchill dijo que “hay que tener coraje para levantarse y hablar, pero más para quedarse sentado y escuchar”.
Es posible que los jóvenes necesiten ahora más atención. Escúchalos activamente haciendo que se sientan valorados y cuando digan o compartan algo que les preocupa, tómalo en serio. Tienen que sentir que es importante para nosotros. Hacer de vez en cuando un repaso de cómo están, qué han hecho y que puedan ponerle palabras a los estados de ánimo.
Alimentar la actitud creativa
Todos los niños nacen con creatividad. Es importante fomentarla. La creatividad surge de dos tipos de mente: la focalizada y trabajada para resolver problemas y la difusa que dejamos vagar. Hacen falta las dos. Necesitamos que nuestros jóvenes pongan esfuerzos, pero también es necesario crearles espacios de esparcimiento mental.
Los grandes momentos creativos aparecen en esa mente difusa, pero para eso hay que trabajarla previamente. Desarrollar un espíritu creativo, dejarles hacer, que se esfuercen en lo que les gusta y que también luego disfruten ofreciéndoles distintas actividades y posibilidades para conectar la mente.
Ayudar a que miren las cosas en perspectiva
Muchos jóvenes sienten mucha presión e incertidumbre. A veces parece que nos ahogamos en un vaso de agua, pero viendo las cosas en perspectivas nos permite ser más optimistas, sobre todo si hay una emoción intensa que nos invade por el tener que tomar una decisión y sentimos el bloqueo. Podemos ayudarles a pensar con mayor claridad.
Considera recursos como completar un libro de aprendizajes sobre experiencias vividas en el confinamiento o hacer un ejercicio donde tomen algunos segundos para escribir en un libro personal algo que los haya hecho vibrar e ir revisándolo o agregando otros más adelante. Esta lógica del tiempo, les dará mayor conciencia y entendimiento sobre lo vivido y aprendido.
Reforzar en ellos la confianza
Muchos necesitan recuperar la confianza. La confianza no significa que lo vamos a lograr, es que “me puedo caer mil veces, pero me levanto una más”. Cuando uno cree en un sueño y lucha por él, independientemente de lo que el mundo le diga o presente, tendrá un valor agregado que será lo que le ayudará en la vida más allá del aula.
Primero tenemos que ser ejemplo de lo que les decimos y confiar en ellos. No podemos enseñar algo que no vivimos. La educación tiene que ser lo más personalizada posible para sacar su máximo potencial y llevar fluidez en el procedimiento para no solo enseñar conceptos, sino también aplicarlos. Esa misma confianza puesta en ellos, también nos ayudará a nosotros educadores a levantarnos cuando sea difícil.