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Cuando descubrí “El ladrón de fresa”(arriba la imagen), un popular diseño para textiles, quedé cautivado. Fue hace muchos años, cuando acabábamos de mudarnos a una casa nueva. Se trataba de una casa histórica de ladrillo con trabajo de carpintería original y una vidriera en el rellano de la escalera, el tipo de casa donde siempre había querido vivir.
Mientras descargábamos el camión de la mudanza, me di cuenta de que no teníamos bastantes muebles como para llenar ese espacio nuevo tan amplio y que los muebles que teníamos eran todos baratos, feos y ruinosos. Yo quería que nuestro mobiliario estuviera a la altura de la belleza de nuestro hogar y me obsesioné con la decoración de interiores.
Así descubrí el papel pintado y los diseños textiles de William Morris, cuyo patrón más famoso es el de “El ladrón de fresa”, aunque hay muchos más y son todos increíbles.
Mi esposa y yo nos casamos ambos con 20 años. Nuestro primer apartamento tenía 120 metros cuadrados llenos de muebles sacados de la tienda de segunda mano. El lugar era espantoso, lleno de sillas desparejadas y estanterías que colapsaban lentamente sobre sí mismas. Éramos jóvenes e inocentes y nos encantaba aquello.
La primera casa de la que fuimos propietarios fue el primer lugar que pudimos encontrar con un aspecto mínimamente decente –aunque necesitaba muchos arreglos– y que fuera asequible. Lo decoramos con todo el encanto que pudimos, pero todavía dependíamos de muebles de segunda mano y ofertas.
Poco a poco, empecé a coleccionar láminas de arte antiguo y a enmarcarlas yo mismo. Indagaba en eBay en busca de alfombras orientales antiguas. Restauré una mesa de comedor roñosa y la dejé reluciente. Derribé una sección de la chimenea de ladrillos y añadí una nueva repisa para darle un nuevo toque al hogar. Ahora que vuelvo la vista atrás, no creo que tuviera la energía para encarar esa casa de nuevo.